El gusano de seda

por María Mañogil

          Desde chiquitita he tenido gusanos de seda. Era la moda y todos los niños teníamos.

      Los guardábamos en una caja de zapatos o algo similar y hacíamos unos agujeros en la

      tapa para que pudiesen respirar, nos encargábamos de ir a buscar las hojas de morera

      para alimentarlos. Observábamos como crecían para posteriormente fabricar su capullo

      de seda (unos rosas, otros amarillos, otros blancos…) desde dentro hacia afuera, en el

      interior del cual se transformaban en mariposas, salían de su capullo, se apareaban y

      ponían los huevos de los cuales nacerían al año siguiente las nuevas larvas de gusano.

          Era una forma para que los niños y niñas nos responsabilizáramos de unos animalitos

      que apenas necesitan cuidados; tan sólo procurarles el alimento y mantener la cajita

      limpia.

          Hasta hace poco, mis hijos y yo tuvimos esta clase de gusanos en casa, pero un año

      empezaron a nacer en febrero (probablemente debido al cambio climático), en vez de en

      primavera como es habitual. El problema es que en febrero, los árboles de morera no

      tienen hojas y las pocas que tienen son muy pequeñas y aún verdes, así que los gusanitos

      morían de hambre apenas nacer. Intenté alimentarlos con lechuga u otras verduras de hoja

      verde, pero no sirvió. Morían igualmente a los pocos días. Lo único que conseguí fue

      añadir unos días a su corta vida, pero no salvarla.

            Nacían a diario decenas de ellos y aún quedaban bastantes huevos que no tardarían en

      abrirse, así que opté por tomar una decisión: Eliminé a los que aún no habían nacido. Sí,

      eliminé a las futuras larvas de gusano. Ya que sus madres, (las mariposas), mueren a los pocos

      días de depositar los huevos, yo era la responsable de ellos y la decisión era mía.

        Las larvas, a pesar de estar vivas dentro del huevo, no sufren, ni pasan hambre, ni frío…

      Viven ajenas totalmente a lo que pasa en el mundo exterior.

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        No he vuelto a tener gusanos de seda nunca más.

          Si esta columna acabara aquí a poca gente le importaría la historia que acabo de contar.

          ¿A quién puede importarle la muerte de unas larvas de gusano?

          Pues he de decir que cada una de esas larvas, dentro de su huevo, es un ser. Y cada ser,

      sea de la especie que sea tiene el mismo derecho a vivir que cualquier otro… Sin embargo

      yo decidí en ese momento que no nacieran. Fuese por el motivo que fuese les negué el

      derecho a la vida.

          Para “defender la vida” hay que entender primero qué es, donde y cuando empieza.

          Desde luego que no empieza en un embrión, ni en un cigoto, ni en el momento de la

      fecundación…La vida empieza antes (mejor dicho, no sabemos cuando empieza. Ya está ahí).

          Los seres unicelulares también están vivos, aunque no seamos conscientes de ello porque

      no los vemos, (a no ser que lo hagamos a través de un microscopio).

      Nuestro organismo está lleno de células, (cada una provista de nuestro propio ADN), entre

      ellas los gametos, o células reproductoras.

      Aunque no sean un ser humano, cada uno de nuestros gametos es la mitad del proyecto

. Cada mes aproximadamente, cada mujer en edad fértil, estamos dejando

      morir a una de esas mitades de proyectos. Por no hablar de los hombres; ellos dejan morir a

      millones casi a diario.

          Si nos guiamos sólo por las leyes de la naturaleza deberíamos saber que nuestro organismo

      está perfectamente diseñado para la reproducción y la naturaleza no nos ha provisto de ningún

      método anticonceptivo eficaz; esos los hemos inventado los humanos. Por lo tanto, hacer

      uso de ellos se podría llamar también crimen, al estar impidiendo que la naturaleza siga su

      curso.

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          Si me he decidido a escribir sobre este tema es porque, a pesar de que dije que nunca lo

      haría, últimamente se ha desatado una gran polémica sobre el aborto por un caso de una

      chica a la que el gobierno de su país no permitía que se le practicara un aborto terapéutico,

      sufriendo ésta una grave enfermedad renal y poniendo en peligro su vida en caso de continuar

      con el embarazo. Añadiendo además que el feto carecía de cerebro, se estaba condenando a

      muerte a la madre gratuitamente.

          No tengo nada más que decir sobre el aborto terapéutico. Me parece una atrocidad dejar

      morir a una persona para salvar (en este caso ni eso) a un ser que aún no ha nacido.

          Sobre otros tipos de aborto diré que las leyes antiabortistas no sólo no defienden la vida,

      sinó que suman más muertes, ya que la mujer que quiera abortar lo hará igualmente tanto

      si es legal como si no. Como pasaba hace 40 años en España, las mujeres que se lo puedan  

      permitir (las menos) lo harán en otro país; las que no puedan por motivos económicos lo

      harán ilegalmente en clínicas “chapuceras”, donde las que tengan suerte quedarán estériles

      y las que no la tengan morirán desangradas o por una infección.

          Creo que las leyes restrictivas sobre el aborto sólo se basan en intereses políticos y son

      influenciadas casi siempre por la religión, ya que la iglesia es un grupo bastante amplio cuyo

      voto le conviene mucho al gobierno de la mayoría de países.

          En mi opinión, la decisión de abortar debería ser libre y personal. Una decisión tomada

      exclusivamente por la madre (más bien por la pareja), pero nunca por otras personas y en

      ningún caso por el gobierno.

          Si yo estoy a favor o en contra del aborto lo estaré sobre el mío, nunca sobre el de otra

      mujer. Nunca me atrevería a opinar ni a aconsejar a alguien sobre lo que debe hacer, aunque

      ese alguien fuese el más allegado a mí: Una hija, una hermana…

      Si se diera el caso, tan sólo le diría: “Te apoyaré en lo que decidas, pero debes decidirlo tú”.

          ¿Por qué no dejamos que cada persona decida libremente sobre ese tema y los demás nos

      dedicamos únicamente a intentar que se respeten los derechos de los que ya han nacido y

      luchamos para que tengan una vida digna?

          Hay en el mundo millones de personas que, al nacer, su esperanza de vida no son años, sinó

      días. Si abortar a un embrión, cuya vida es intrauterina y sus posibilidades de sobrevivir

      fuera del útero son prácticamente nulas es un asesinato, ¿cómo le podemos llamar a quienes

      contemplan diariamente como mueren millones de niños y no hacen absolutamente nada

      por evitarlo?

          Otra cosa que me llama mucho la atención y que me sorprende es que la gran mayoría de

      personas que están en contra del aborto y que se hacen llamar a si mismas “Defensores de la

      vida”, sean las mismas personas que entierran a sus familiares fallecidos con todos sus

      órganos intactos. No sé si eso lo hacen por motivos religiosos o sentimentales (aunque

      no sé que clase de sentimentalismo puede haber en dejar que esos órganos se pudran o se

      quemen), cuando con cada uno de ellos se podría salvar una vida.

          Si están defendiendo la vida del “no nato”, ¿qué menos que defender e intentar salvar la de

      otras personas que ya han nacido, que tienen unos recuerdos, una familia, unos seres que los

      quieren…?

          Estas personas no son defensoras de NADA, más que de sus propias ideologías.

      Yo los llamaría “Falsos defensores”.

          Claro que también hay personas que sí defienden la vida realmente y por eso están en

      contra del aborto. A esas personas las respeto, aunque ellas también deberían respetar la

      decisión de los demás.

          Para acabar quiero decir algo a quienes se consideran “Defensores de la vida”:

      Si al leer la primera parte de esta columna, (el pequeño relato sobre los gusanos de seda), 

      no le habéis prestado mucha atención y no os ha importado lo que he dicho por tratarse

      de simples gusanos, vosotros no defendéis la vida, ya que para ello es necesario defender

      cualquier vida, no sólo la de vuestra propia especie.

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