Escritura - Imagen pública

Después del intermedio

por Alejandro Vázquez

Hice cuentas. Hace poco más de medio año que no escribo una columna, y podría decir que el resto de la producción escrita ha sido bastante pitera en todo este tiempo. Pero mæh: heme aquí otra vez –incluso si lo que debiese estar haciendo fuese el trabajo final sobre la estructura y la organización social. Pero quizás un poco de ello se verá aquí, quién sabe aún.

Las columnas que solía escribir por alguna razón llegaron a los navegadores de más de 10 personas, y de éstas obtuve algunas opiniones, de las cuales tomaré tres para basar la piltrafa que escribo ahora… y bueno, será parafraseando porque el tiempo pasa, las cosas cambian, el alcohol corre y la mierda se seca.

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1.- “¿Quién te crees para escribir así?”
O sea: impláying que no tengo la autoridad para hacerlo. Uno se puede ver azotado momentáneamente por un pensamiento tipo “¡OH MIERDA, ES VERDAD! ¡NO SOY NADIE!”. Y si lo vemos desde el punto de vista hacia el que tienden las gentes, es verdad: no soy nadiens. Pero al final recuerdo que una de las razonas por las que escribo (así sea sin esperanza de ser leído) es precisamente porque estoy hasta la madre de que los discursos de los alguienses sea impuesto tanto por aquellos a quienes les conviene que las cosas sean así, como por una bola de nadiens –empero: igual que yo– que prefieren tragarse ese producto y defenderlo/reproducirlo por el simple hecho de que viene de un lugar que suponemos se encuentra por encima de nosotros.

2.- “Me gusta porque no te crees la panacea, por eso evitas las propuestas.”
Bueno… creo que gracias. Pero no puse este parafraseo para demostrar que hay alguien a quien puede llegar a agradarle, sino para contrastarlo con el siguiente.

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3.- “Sí: haces una crítica. ¿Pero de qué sirve? No propones y no parece estar llegando a nadie.”
Este último fue el que, hasta cierto punto, me dio un poco en la madre. La verdad es que todo es cierto –y creo que es por eso que dejé de escribir columnas durante un buen rato. Sin embargo, después de considerarlo en sus partes llegué a la conclusión de que, si bien no estoy llegando a nadie, esa no parece ser una razón válida para dejar de escribir. O sea: si escribiendo no llego a muchos, dejando de hacerlo menos. Vaya pendejada mía.

El hecho de escribir lo que salga va precisamente con el espíritu de la columna: “Desde la Lubyanka”. No es porque no quiera proponer/no proponer, sino porque para empezar, la columna es un alarido de la chingada perdido en medio de toda la información que corre por internet: desde porno cristiano hasta reposteos de los complejos y nutritivos artículos de Bósfid o de Upsocl.

Siendo la Lubyanka una analogía para las realidades en las que estamos inmersos, no hablamos de un alarido que vaya a cambiar el mundo, ni mucho menos de uno que sea agradable. Seamos realistas: un alarido nunca va a ser agradable, puesto que su origen se encuentra en el encierro, la rabia, la impunidad, la injusticia o la impotencia, independientemente de su carácter personal, contextual o sociopolítico.

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Quizás la propuesta base es precisamente hacer las cosas tan visibles de una manera tan recalcitrante que no quede otro remedio más que mirarlas y enfrentarlas. Cada columna es un microcosmos, y en él puede haber o no propuestas para el problema/coso planteado. Pero al final de todo son los lectores quienes decidirán de manera personal si el problema es tal (ctm Arjona) y qué es lo que les gustaría hacer al respecto.

Sin embargo el punto de hablar sobre columnas de las cuales el presente lector de seguro no tenía idea, parece más bien tangencial:
A la gente puede gustarle o no lo que hagas, lo que digas o lo que

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escribas. Habrá a quienes no les parezca, y eso está bien. Habrá quienes quizás lleguen a tomarle hasta afecto, y eso también está chido. Pero nada de lo anterior justifica el hecho de que dejes de hacer lo que te gusta porque a alguien se le ocurrió decir que “no está tan bien”. Más vale un alarido perdido afuera que uno contenido en una jaula de carne. Quiero recalcar en algo: no digo que el que la crítica de los demás sea buena o mala -puesto que en realidad las intenciones que subyacen a ésta son en realidad muy variables: desde mejorarte hasta quebrarte– sino que lo jodido es que las maquinaciones y debrayes negativos propios hechos a raíz de un comentario sean suficientes para hacernos dejar de hacer.

Y volver a hacer, es lo que espero se hará.

Dicho esto, casi después de siete meses de inactividad total, volvemos a gritar.

HerzlichWillkommen, hijos de la chingada.

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