Arturo Hernández - Imagen pública

Breviario de lo Incierto: Poesía de los nuevos límites

por José Luis Granados Téllez

El paquete llegó a mi departamento una tarde de lluvia. No tuve ocasión de abrirlo sino hasta la mañana del día siguiente, cuando me senté a la mesa, bebiendo una taza de café, trayéndolo hacia mí, rasgué con los dedos el envoltorio de bonito papel con el que mi hermana había forrado el libro días antes. Yo se lo había encargado con alegría, pues siento un extraño anhelo embargarme cada vez que llega algo de fuera, especialmente un libro, acompañado por la letra diminuta y graciosa de Eva, manteniéndose viva a través de cada misiva que acompaña estos regalos que con regularidad me hace.

El papel quedó pronto en el suelo y pude apreciar el bonito diseño de la tapa: unos manuscritos antiguos sobre unas maderas húmedas y viejas y, por sobre todo esto, un título atractivo, místico y elegante para un libro de poesía. Breviario de lo Incierto. Tomé un sorbo de café y comencé a leer en desorden algunos poemas. Los había sobre el amor, sobre la vida y la alegría pero, esencialmente, era poesía profunda que embellecía la idea de la muerte y que lograba hacerme imaginar el monólogo de un viejo erudito que se explica a sí mismo, lo que entendemos por existencia, tiempo, pasado y por silencio.

Tuve que detenerme por un instante, completamente seguro de que el café de la mañana no había sido suficiente para alertarme de la larga lucha que seguiría a continuación. Este libro es poesía, filosofía, pero también y más precisamente, es un breviario de pensamientos profundos y sensiblemente humanos que se agitan sobre el gran enigma de lo incierto.

Al autor lo conocí hace algunos años cuando vivía en Colombia. Yo asistía a sus conferencias con agrado pues siempre he tenido la impresión de que todo en él revela una sabiduría silenciosa y, durante aquel tiempo, aprendí con él a escuchar la voz independiente que cada autor desarrolla después de ensayar su escritura durante años. Al leer estos poemas, reconozco la genialidad del trabajo inmenso que supone escribir con tanta pasión y dolor, siendo capaz de permanecer ajeno a la frivolidad y a los fáciles accesos de verbalismo y descuido prosaico que son comunes a la poesía de este siglo.

Arturo Hernández es, sin lugar a dudas, el poeta más impresionante entre sus contemporáneos. Su poesía es lucidez pura que rompe los límites de lo común y lo clásico para convocar un lirismo vanguardista que difícilmente encontrará un igual. Este poeta colombiano es el primero, desde Mutis y Charry Lara, que está destinado a convertirse en un clásico absoluto en la historia de las letras de su país. Pocos autores se arriesgan a la total desnudez que Hernández practica en sus poemas y menos aun se atreven a dejarlo todo en cada letra como este genio bogotano.

Desde esa mañana, desde esa taza de café, he vuelto a leer sin descanso cada poema, constatando que las palabras merecen todavía el amor infinito de quien las hace luz y esperanza. No quiero hablar aquí de influencias, pues el estilo de Hernández es tan sólido que se explica solo y permanece en pie junto a nosotros con espiritual solidaridad mientras nos desmoronamos en los raptos de su sabiduría y de su emoción desbordada.

Breviario de lo incierto - Imagen pública
Breviario de lo incierto – Imagen pública

No es posible desentrañar, aunque se quiera, todo el libro en una breve crítica porque ese es el trabajo que comparten el tiempo y los lectores, como ha señalado Hernández en sus ensayos. Pero sí puedo sugerir que poemas como Lengua Franca, Buenas Noches, El Escritorista o Breviario, establecen nuevos horizontes de la poesía en nuestro idioma. En ellos, el diálogo; el monologo que Hernández sostiene con el mundo y con sí mismo, se mezclan magistralmente con formas líricas que él ha cultivado y hecho profundas antes que nadie y a pesar de la ingente reproducción de modelos poéticos que devienen de influencias que a menudo son nocivas para los jóvenes escritores.

Breviario de lo Incierto, publicado por Editorial Nueva Luz 21, inicia con un Prólogo (que no es otra cosa que un poema lleno de erudición y humildad) y luego nos regala cantos lúgubres como Hoy duele reír y Descenso; himnos al amor como Pregunta al Viento, Poema de Amor y Fiebre que Somos, además de poemas filosóficos entre los que sobresalen Daños, Huésped, Morfina y Iktsuarpok.

No sorprende además que un poeta tan profundo como Hernández se planteé retos de forma y contenido que por la sutilidad de su visión estética pasen desapercibidos a una primera lectura. Tal es el caso de Justicia, poema crudo y desgarbado que se aleja de la línea general de imágenes para promover una crítica social y política respecto al contexto de guerra que en Colombia se extendió por más de cincuenta años. Asimismo, Hernández ha declarado a la prensa mexicana que está escribiendo un nuevo libro de poesía, en el que se recopilan poemas que atan cabos existenciales para dar lugar a un ser más dueño de sí mismo y de su lenguaje.

Los méritos del libro son innumerables y quizá el más significativo de todos sea el hecho de que el maestro Hernández es tan lucido como para llenar de belleza una disertación introspectiva en la que colisionan conceptos y figuras humanas. Sólo este poeta logra ensayar sobre Itten y Baudelaire en unos cuantos versos, y dibujar del mismo modo sus ideas con música abundante o hacer que Rimbaud camine por territorios imposibles mientras cuenta dos historias paralelas, la del propio poeta francés que ve venir la muerte en el África esclavista y la del desastre natural de Armero.

Hoy he leído por la última vez de mis primeras veces el libro completo de Hernández con un renovado sentimiento de felicidad. A pesar de que su poesía sea descarnada y lúgubre, lo que demuestra es que siempre es posible, con mucho esfuerzo y entrega, escribir una obra que perdure a la lectura y al tiempo. Breviario de lo Incierto, será sin lugar a dudas, la aurora de nuevos amaneceres para la poesía del mundo.

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