Me place darles la bienvenida a Bis. la nueva columna de Cinco Centros, por Eims Miranda, que les presentará algunas de sus producciones, quizá no sean muy buenas, pero lo que publico es lo que más he querido o lo que he escrito con total entrega y amor. Me alegra haber sido invitado a publicar en la revista, espero permanezcamos largo tiempo publicando y claro, que les agraden mis publicaciones.
El tema principal de la columna será el espectáculo, así que siéntanse como si estuvieran a la vez en las gradas de un circo y al propio tiempo tras bambalinas. Espero disfruten este viaje a través de la lluvia generada por el fluir de los actos en el trapecio.
Cantos de risa y desesperanza
Contra, digo, a Rubén Darío
Yo soy aquel que no más reía
entre musas y ninfas la canción cortesana
que te llevare a desear mis labios
como si fuera fluir de vida
plegaría de esperanza.
Yo fui aquel que eterno azul reía
que entre mis manos contemplaba anillos que decían:
amarrada a la piedra
¡por siempre, por siempre serás mía!
Eres lo absoluto
que a mi espíritu aspira,
la voluntad que impulsa
a respirar el alma mía.
Yo seré aquel que entre campos rosas recogía
herido como el príncipe
que corre a despertarte del sueño de la vida
¡Oh eterno amado tú eres ese campo de espinas
que ocasiona reír, canto de esperanza
perdida!
¡Oh ,yo he nacido para ver morir esta nostalgia tuya!
Bien se podría decir que bastan ciertas notas para enamorarse de cualquier sátira que levante los pies, cante de forma aguerrida y luzca traje a la old school. De otra forma, no se puede entender que Hugh Laurie, actor, escritor, director, tres cuartas partes de guionista, fan de The Whoe inglés, porque si no rompería el esquema de toda obra improvisada, deje casi todo por lo que es conocido y se haya aventurado a cantar blues de buenas maderas.
Laurie, me recuerda a Otis Redding, no por los estilos, sino porque basta escucharlos para que cualquier humor cambie; de inmediato algo en ellos se consuma en el ambiente y dejan un sabor de boca, así, rápido y al grano. Es un sabor íntegro que exige un shot, un Hidalgo a la buena del Santo Batallón de San Patricio con las manos hastiadas de ron. No es para menos, el blues sureño y el soul tienen mucho de “cachondeo”, por tradición.
Sin embargo, Hugh Laurie, ha entendido lo que es convertirse en personaje de su propia banda sonora y explotó el epílogo de ciertos finales en gran parte de los capítulos de House MD, ya fuera con algún piano, guitarra o a dueto, pues siempre mantuvo el porte con el que ahora se presenta en público. Ahí está su rostro, la espalda arqueada y los dedos firmes.
Por eso, Let them talk fue un álbum casi de morbo, porque a punto de terminar House MD, no se esperaba que Hugh Laurie Blues ofreciera algo fuera de lo ordinario y menos una sorpresa en todo lo que involucra a este primer disco; sobre todo, algo que de por sí es extraño ver en una banda como ésta: Cierto dote de originalidad.
Hugh Laurie – Imagen pública
Un material así es fresco, incluso, a más de un año de haberse lanzado a la venta no deja de asombrar la estructura con la cual se organizan los tracks, pues no se encuentra en todo el disco algún lapso de protagonismo que no se justifique, ya que los arreglos se hicieron pensando en que la voz agrupa a todo el conjunto y, éste, a su vez, funciona aparte.
Gracias a ello es que puede entenderse que Let them talk sea un homenaje a New Orleans y a James Booker –“piano man”, de quien toma el nombre dicho álbum y la homónima que se incluye en éste-, porque es ahí donde el blues se convierte en fe, sin que ello signifique hacer a un lado la virtud más ajena.
Ahora bien, una de las cosas que es visible en este disco debut es la apuesta de Laurie por un proyecto que enfrentó, en primera instancia, hacer a un lado la figura del actor para darle importancia al material que presenta, es decir, cómo él propio lo mencionó durante la promoción, fue necesario desde el primer “track”, “St. James Infirmary”, dejar en claro de una vez por todas que se acostumbrara el público a verlo tocar el piano, porque desde ese momento no habría de otra.
Por supuesto que es imposible no tomar como referencia su trabajo como actor, pero, inmediatamente, esa imagen se hace a un lado gracias a la producción de “Let them talk”, por eso ya no sorprende que en Argentina y Chile haya tenido un éxito comparado con la gira por Estados Unidos, especialmente, si hablamos de públicos que no se tragan a la primera cualquier nota que se le ponga en frente y más si de este género se trata.
Ahora bien, si hay una canción que muestra la calidad de músico sobre la cual hablamos, es Tipitina, misma que el propio Laurie cataloga como su favorita, en especial, porque lo detona a la mitad del álbum como un pianista consumado con los cambios en el ritmo. Pegando la oreja, se avecina una balada, un jazz a medio estrujar, un blues manoseado, algo de rhythm and blues, todo mezclado en poco más de cinco minutos.
Es necesario decir que gran parte del éxito de “Let them talk” radica en la mano de Joe Henry, productor, quien figura en la narración de este disco. Henry, ha sido letrista, especialmente, productor de Elvis Costello, Allen Toussaint y Jakob Dylan, sólo para que conste que esta joyita puede darle batalla a quien usted guste. ¿Ejemplo? Claro. Un dueto con Tom Jones e Irma Thomas, en “Baby, please make a change”.
let them talk special edition – Imagen Pública
Sobre el estilo de Laurie, Jones lo dice con asombro: “Pensé que era Jerry Lee Lewis; me encanta Jerry Lee Lewis. No sabía que Hugh pudiera tocar de esta forma”. Así es que el estilo de “Let them talk” es fresco y bastante cercano a embriagante cuando, en tercer plano, hasta un violín hace recordar que la música sureña, esta música sureña, le pertenece a quien tenga un poco de sangre liviana.
Después de un año de haber sido publicado, “Let them talk”, tiene una esencia propia y, quizá, dos son los aspectos que fuera de toda este mito pueden sobresalir: El enorme respeto por la música que incluye y el sentimiento. Si un inglés puede lograrlo al primer intento, lo menos que se puede exigir a Hugh Laurie Blues es que se consolide como una verdadera “old big band” y, eso, creo, no tardará en pasar.
Cada ciclo escolar los profesores de primer grado de primaria se enfrentan diversas dificultades con sus alumnos. Uno de las principales es que los niños tienen que adaptarse a un nuevo ritmo de trabajo exigente, amplio y que necesita de mayor atención de su parte; deben acostumbrarse a un horario más extenso del que tenían en el preescolar.
La socialización del alumno en este grado será un factor determinante para el avance y el logro de sus aprendizajes. Desde el primer día la impresión que se tenga del profesor, los compañeros y del mismo inmueble harán sentirse en confianza, de lo contrario el niño presentará desconfianza, temor e inseguridad, manifestándolo con llanto, resistencia para asistir a clases o apatía para desarrollar las actividades.
Las dificultades que los profesores tienen que atender están liadas con el ritmo de aprendizaje de cada niño y su conducta, quienes deben interactuar dentro y fuera del aula de clase, ser creativos en las actividades que manifiesten interés o retos a vencer, dejar a un lado el individualismo para formar equipos de trabajo, así como provocar la manifestación de ideas y argumentos de modo individual y en equipo.
Niños en clase – Imagen pública
El profesor no debe ser un solapador y consentidor ante las caritas y ojitos de sus alumnos que lo buscan como protector durante las horas de clase, pues suplementan la figura materna y paterna; de lo anterior dependerá el éxito de aprendizaje y habilidades que su grupo desarrolle y logre alcanzar.
Los aprendizajes de la escuela primaria manifiestan sus frutos a largo plazo cuando el alumno es independiente, autodidacta, crítico, analítico y mantiene un juicio ante todos los enfrentamientos de la vida diaria. Mucho de esto dependerá de su primer día de clases en la escuela primaria.