![Arredondo-Especial](https://cincocentros.wordpress.com/wp-content/uploads/2013/10/arredondo.jpg?w=233&h=300)
por Andrea Garza Carbajal
El erotismo ha sido abordado de diferentes formas en la literatura. Las perspectivas de cada autor varían y caracterizan su estilo. Tal es el caso de Inés Arredondo, en cuyos relatos se muestran las facetas más oscuras de la psique humana, aquellas nacidas entre sentimientos cuyas manifestaciones eróticas producen la sensación de estar transgrediendo los límites de lo lícito. Escritora sinaloense, perteneciente a la llamada generación del medio siglo, publica uno de sus mejores relatos hacia el año de 1965 en el libro de cuentos La señal. Todo el libro, como será en los sucesivos, maneja este peculiar estilo que resulta tan atrayente y a veces, perturbador, pero es Estío el primer relato al que se enfrentará el lector y por tanto, el primero en generarle una emoción profunda, inquietante, la certeza de hallarse ante algo turbio pero elaborado de manera impecable, lleno de imágenes diáfanas que muestran realidades cenagosas.
El relato inicia de esta forma: Román con el consentimiento de su madre invita a su amigo Julio a vivir con ellos para evitar que abandone la universidad. Los hechos narrados aparentemente anodinos al principio, de forma gradual irán revelando una sensualidad en efervescencia. La evidente atracción que Julio siente hacia la madre de Román parece despertar el erotismo aletargado de la protagonista, que se insinúa paralizado desde su viudez, durante la crianza de su hijo. Poco a poco comenzará a acrecentarse conforme el verano avance. Será en el punto más álgido, la noche más calurosa cuando este deseo se adueñe de ella. La historia de la mujer madura que reencuentra la sensualidad a través del joven, aquel que la mira con reproche, aquel que la espera tras la puerta, muestra otra faceta a través de un inesperado final, donde aparece este lado perverso tan característico entre los personajes de Arredondo.
![Inés Arredondo-Especial](https://cincocentros.wordpress.com/wp-content/uploads/2013/10/inc3a9s-arredondo.jpg?w=496&h=330)
La autora, de forma sutil, llena de imágenes el relato que van desvelando el interior turbulento de la protagonista. Uno de los recursos para hacerlo, es la naturaleza como reflejo de su sensualidad. En una atmósfera inicial de calma, poco a poco comenzará a percibir el entorno con una creciente voluptuosidad. La llegada de Julio parece desatar, contrario a su costumbre, la entrega a sus impulsos, la complacencia de la sensualidad del cuerpo. Y es por medio de sus sentidos que la encuentra, mientras la naturaleza parece exacerbar sus manifestaciones. Su desenfreno inexplicable al comer con voracidad unos mangos, el ruido constante de los insectos, la visión del río y su claridad en la noche, el aroma intenso de la tierra “olorosa a ese fermento saludable tan cercano a la putrefacción”, el tacto del árbol sobre el que se recarga y recorre con sus manos; sensaciones que reflejan un deseo interno llegando a su punto de ebullición, amenazando con desbordarse y volverse incontrolable.
Estío, el periodo más caluroso del año, es también una zona peligrosa, el punto donde oscuras pasiones surgen. Oculto entre sentimientos ambiguos y poco claros, el erotismo se vuelve el motor del relato y a pesar de que su dirección es cierta, se apodera por completo de él, impregnándolo todo. Contar lo que la protagonista elige contar, quizá a sí misma, es un afán por clarificar, una rememoración, donde la sutileza jamás se pierde y provoca en el lector, al llegar al final, el deseo de una relectura porque al igual que el personaje, buscará entre las líneas los elementos para integrar una verdad devastadora. Pero para ello hay que adentrarse en las turbias profundidades del sofocante estío.