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Posibilidades de vivir

Identidad - Imagen pública
Identidad – Imagen pública

por Andrea Rivas

“Imposible la plena comunicación humana.

Los otros, siempre nos aceptan mutilados,

jamás con la totalidad de nuestros vicios y virtudes.”

Alejandra Pizarnik

Vivimos, sin duda, en un mundo egoísta.

De un modo u otro se nos ha formado para vivir en universo que se encarga de convencernos de nuestro valor como individuos. Somos lo primero, somos lo único. A mi parecer, nos hallamos todos inmersos en una paradoja. Porque nos desenvolvemos en una sociedad para la cual tenemos que ser productivos y útiles, la cual, además, dicta modos de comportarnos y de pensar y de hablar y de vestir. Y sin embargo nos dice: tú eres más importante que nadie, tú tienes que sobresalir, tú tienes que estar bien. Tú, primero tú y luego tú.

Sí, tú. Pero tú dentro de los límites de esta sociedad. Es decir, sé tú, sé lo que quieras ser, pero no vayas a olvidarte de depilar esas axilas porque qué asco nos das. Y lucha por lo que quieres siempre, que nadie te diga qué hacer y cómo hacerlo, pero por favor, vístete bien, pareces pordiosero; además, yo no te recomendaría esa carrera, morirás de hambre, pero como quieras, si te hace feliz…

Por un lado, sabes que eres parte de ellos; del sistema con sus pros y sus contras, hay que cumplir con los lineamientos: no se puede salir.

Por otro, lado, algo más existe, ese algo que tiene esencia, que tiene energía y fluye y se mueve y nos hace y deshace: somos más que constructos sociales. ¿Pero cómo volver a ello, al origen de nuestro ser? Imagino ir a vivir a una montaña y aún así, en la compañía del bosque y el silencio, en la ausencia de estándares y expectativas, sería un ser que fue educado en sociedad, no hay vuelta atrás, no se puede borrar el estigma. No es posible arrancarnos todo lo aprendido, los prejuicios, la lengua que hablamos, las manías… Siempre sabríamos quiénes somos, de dónde venimos. Sabríamos de qué huimos y entonces no se puede terminar de huir.

Colectivismo - Imagen pública
Colectivismo – Imagen pública

Dentro de una agrupación social, siempre existe algún modo de intentar comunicarse, una lengua común, una jerga adoptada por todos los miembros. Y es que el hombre, ya sabemos, tiene la capacidad y necesidad de decirle algo a alguien. La compulsión de hablar, de expresar de una u otra manera. Sin embargo, qué difícil es comunicar cuando es imposible separarnos del ‘yo’ que llevamos en las arterias, cuando nuestras palabras están cargadas de prejuicios -porque es inevitable- de significados aislados, de imágenes y sonidos individuales; qué complejo exponer una idea cuando frente a nosotros se haya otro que tiene también un ‘yo’ con sus significados y sus delirios que ya tiene que opinar, que contrariar, que discernir…

Sí, vivimos en un mundo egoísta. La comunicación, en la mayoría de los casos, está ahí para que hablemos en voz alta con nosotros mismos sosteniendo la ilusión de que, de alguna manera, al otro le interesa todo el balbuceo que le soltamos, que en la mente del otro se ha grabado nuestro discurso haciéndonos menos efímeros. Y, en el mejor de los casos, cuando el otro maravilloso producto de esta sociedad está interesado en lo que tengamos que decir, seguramente tendrá ochocientos argumentos que escupir antes de que se nos ocurra siquiera introducir a la hipótesis de nuestro absurdo discurso.

Y repito, ¿cómo volver a ese hacer y deshacer, a ese origen, fluir, ser..? Cómo olvidarse del ‘pero…’ a medio discurso, cómo borrarse del otro ignorando nuestro dedo señalándole las estrellas, cómo expresar, porque esa energía revuelta en las entrañas nos dice que hay algo que proyectar hacia el infinito…

Pagina en blanco - Imagen pública
Pagina en blanco – Imagen pública

Escribir.

Escribo porque el único modo de no ser interrumpido es terminar el discurso antes de que el receptor sepa siquiera que hemos empezado. Tomarse el tiempo para sembrar una idea y verla fluir. Escribo porque, como dice Murakami, “soy de ese tipo de personas que no acaban de comprender las cosas hasta que las pone por escrito…”, porque un papel deshabitado es el único mundo en el que la amenaza del silencio obligado se desvanece, donde el vacío no nos halla desahuciados, porque el más grande regalo de ese artilugio infame llamado “sociedad” son las palabras. Porque dice Alejandra, “¿Posibilidades de vivir? Sí, hay una. Es una hoja en blanco, es despeñarme sobre el papel, es salir fuera de mí misma y viajar en una hoja en blanco.”

Y el arte; sí. No olvidemos nunca al arte.

Delirios comunicativos I

El Principito y el zorro - Imagen pública
El Principito y el zorro – Imagen pública

por Andrea A. Rivas

Leyendo aquel fragmento de El Principito donde conoce al zorro, me encontré con que “Las palabras son la fuente de los malos entendidos.”, y recordé entonces uno de los principales delirios que me hacen la vida y que, además, me ha acompañado desde que puedo recordar.

Desde que tengo noción de las palabras, la lengua, y el lenguaje en general, me han parecido una cuestión fascinante y sobre todo, misteriosa. ¿De dónde salieron las palabras, quién decide que signifiquen tal o cual cosa y, en verdad todos entendemos lo mismo cuando escuchamos una palabra? Incluso más allá de esto, la percepción individual de la realidad me parece una cuestión sumamente inquietante: si un daltónico ve prácticamente iguales dos colores que para el resto son totalmente distintos, ¿quién dice que no hay mil millones de colores por ahí que los humanos somos incapaces de ver?

Cuando empecé a escribir la columna del día de hoy, intenté hacer un pequeño condensado explicando lo que es la lengua y por qué sabemos que no hay una relación directa entre palabra y objeto, sin embargo, mis colegas lingüistas ya lo saben y mis lectores de otras áreas, no estoy segura de que se sientan fascinados por toda la sarta de términos lingüísticos que planteé en las dos cuartillas que resumí la introducción de lo que quiero decir. Entonces me veo en la necesidad de contarles esto de una manera distinta y en más entregas de lo usual.

El sábado pasado empecé a dar clases. Tampoco voy a narrarles mi experiencia, y de hecho, no es de mi clase de la que voy a hablar. A mi amigo de palabras, corrector de textos y escuchador-compartidor de teorías sobre el universo, le tocó dar el tema de comunicación a su grupo; tema, cabe decir, que me vuelve loca. Y entonces me senté a escuchar como alguien con los mismos conceptos que yo, ideas similares e incluso palabras compartidas, daba una clase totalmente distinta a la que yo hubiera dado. La visión de dos personas que se encuentran dentro de un mismo universo y que comparten toda una serie de conocimientos previos y experiencias similares, incluso, siendo cercana, a veces parece abismal.

Comunicación fallida - Imagen pública
Comunicación fallida – Imagen pública

Y entonces regreso a El Principito. “Las palabras son la fuente de los malos entendidos”. En algún momento de mi vida creí que entre más palabras conociera y adoptara para mi léxico, mejor me daría a entender con las personas. Hoy no tengo idea. A veces pienso que entre más palabras conozco, aprehendo más conceptos, y mi visión del mundo no me permite comunicarme ni a mí misma mis ideas. Otras veces me parece que no es suficiente desmembrar y saber todos los diccionarios del español, sino también del inglés, del francés y todas las lenguas de la Tierra para tener un esbozo de lo que es el mundo. Las palabras nunca significan lo mismo, porque más allá de los conceptos, les damos una carga emotiva, las contextualizamos y creamos un caos en torno a ellas.

Pasa a veces que leo un libro y entiendo cierta situación, cierta palabra como nada, como lo que es en un diccionario. Y meses más tarde leo el mismo capítulo del mismo libro y es como leer una cosa totalmente distinta, otra historia, otra realidad. Las palabras y su disposición son las mismas, pero yo no. Mi mundo ha cambiado, mi concepto de las palabras también. Entonces nuestro mundo y realidad cambia y se re-hace todo el tiempo ¿o sólo soy yo? El hombre, finalmente, aprehende su realidad mediante las palabras. Así la crea y la re-crea.

Entonces, bicho-lectores, con el afán de ir poco a poco abriendo esta complejísima brecha comunicativa y darme a entender o entenderme para ustedes, la semana que entra, iré fragmentando todas estas preguntas e ideas, les contaré las bases de mis delirios y mi visión de esta etérea visión del mundo que tengo entre los dedos.

Les dejo un pequeño adelanto:

¿Por qué armamos drama?

Keep calm and don't be such a drama queen - Imagen pública
Keep calm and don’t be such a drama queen – Imagen pública

por José Luis Dávila

Fíjense bien en la elección de palabras, “armar drama” no es “hacer drama”, como antes de empezar a escribir estuve pensando. La diferencia está en que aquello que se arma no nace de nosotros sino que tomamos las piezas convenientes para ello de algo externo y por lo tanto regularmente resulta demasiado artificial, mientras que cuando “hacemos” estamos proyectándonos en el proceso tanto como el producto de ese hacer.

Y sin embargo, armar drama es mucho más común que hacer drama, pero si bien la pregunta que tengo es “¿por qué?”, la respuesta no está en quien lo arma sino en quien lo contempla, es decir en el “¿para qué?”; una pregunta que se responde en la respuesta de otra, siempre es una pregunta que trata de unir todos los puntos sueltos en el trazo del problema. Quizá se debería obviar la respuesta, porque no hay mucho misterio en ella: armamos drama porque sabemos que quien lo especte es susceptible de convertirse también en alguien que lo expecte.

Cuando a uno le arman drama hay dos vías de acción, o lo convierte en un mero espectáculo del cual se puede hasta hacer burla y darle la importancia que merece, o caer en el juego del otro y tener una expectativa sobre el asunto, lo que pone en juego una relación de poder que todos notamos pero muy pocos somos capaces de evitar. Si se tiene esa expectativa, ese interés, de una u otra manera se llega a tomar tanto en cuenta el drama que nace preocupación al respecto, una preocupación genuina que para nada cuestiono en sinceridad porque, vamos, cuando actuamos como idiotas es cuando somos más sinceros.

Drama Queen - Imagen pública
Drama Queen – Imagen pública

Por el contrario, cuando uno arma drama, lo peor que se puede hacer es parecer idiota, porque entonces nadie se va a interesar por nosotros, nadie va a generar una expectativa, por lo tanto, cuando se arma drama hay que elegir con precisión sus componentes. Un poco de paranoia, algo de estrés, ansiedad, soberbia, despecho, en fin, todos esas bonitas herramientas que de las que nadie puede prescindir en esta vida (porque, admitámoslo, aquellos que crean que esto de armar drama es cosa de género, les tengo una gran verdad: todos somos una vieja histérica al menos una vez en la vida). Armar drama es un arte de reacción: se necesita, creatividad, inventiva, talento, y mucha, mucha, dedicación para conseguir la pieza perfecta que impacte al público como se quiere.

Una de las mejores habilidades que se pueden cultivar es aprender a diferenciar entre esas dos formas de actuar, algo que me parece bastante complicado, dado que para ello hay que entrenar con situaciones en tiempo real, mismas que siempre corren el riesgo de salirse de control, más que nada porque lo interesante entre hacer y armar drama es que de uno se puede pasar a otro en cualquier instante.

Drama Queen - Imagen pública
Drama Queen – Imagen pública

Entonces, ¿hacemos drama para subyugar al otro, para demostrar algo ante él sin que tenga la posibilidad de actuar a su favor, o al menos en su defensa? Sí y no. Sí, porque la intención final es esa, el acto de la construcción del drama desemboca en avasallar al otro. Pero no, porque armamos drama como la única forma que conocemos de establecer un circuito comunicativo en el que seamos escuchados con seguridad, y eso proviene de la dinámica intersubjetiva a la que estamos atados desde que empezamos a conocer cómo interactúan las personas mayores.

Aunque, la verdad es que no importa por qué armamos drama, ya que cualquiera que sea su origen, y lo sepamos o no, difícilmente evitaremos armar o ser víctima de uno, pues armar, y también hacer, drama nace de la pasión creadora que mueve todo progreso, de forma directa o indirecta. El mundo sería muy aburrido sin esa cuota de drama, que aunque innecesario, siempre es divertido para alguien, generalmente para quienes no están envueltos en el drama.

Memes

Chichis pá la banda - Imagen pública
Chichis pá la banda – Imagen pública

Si la cultura existe, es porque existen pueblos que la van creando desde su propia cotidianidad, ya sea para mantenerse, para recrearse o innovarse de acuerdo a los cambiantes condicionamientos de la historia

Luis Fernando Botero

por Carolina Vargas

Han sido días fríos, medio locos, abundantes en recalentado, colmados de interminables listas sobre lo mejor y lo peor del año, como si haberlas padecido no fuera motivo suficiente. Se acabó un ciclo, comenzó otro así sucede desde que tenemos memoria y así seguirá y seguirá y seguirá…el eterno retorno, el equilibrio perfecto entre el cambio y la permanencia.

Un mundo surge, otro acaba y es precisamente desde que tuvimos conciencia del ello, el hombre ha ido modificando su entorno y ha buscado desde su cotidianidad plasmar esa transformación, generando formas de comunicación para expresarse. La cultura no es más que una respuesta dialéctica de la vida. La cultura vista como producción humana posibilita un acercamiento mucho más vital a los seres concretos que la generan.

Si bien es cierto que también somos depredadores, el instinto de supervivencia siempre nos hace ir hacia adelante. Es parte de nuestra naturaleza innovar, crear y construir. Vivimos dentro de un círculo creativo y para muestra un botón: la revolución digital, esto sólo por nombrar el caso más cotidiano. Es el ejemplo perfecto de cómo hemos ido cambiando al crear cosas nuevas que para bien o para mal modifican nuestro comportamiento, la manera en la que nos relacionamos y hasta la forma en la que percibimos el mundo; por esta razón la cultura siempre se nutre de la vida que le permite crear elementos simbólicos, entonces hablamos de algo que está en un cambio constante y que muchas veces es imperceptible.

Did you hear that? - Imagen pública
Did you hear that? – Imagen pública

La revolución tecnológica modificó nuestra forma de comunicarnos, nuestras capacidades creativas y las maneras de acceder, difundir y apropiarse de la información; pese a que en este momento no podemos hablar de una cibercultura democrática –es decir, al alcance de todos–, esta ha influido en la generación de ideas políticas, económicas y, por supuesto, sociales. Se ha creado todo un lenguaje en torno a ella y también ha sido un cambio dramático en la forma de cómo interactuamos, desde un simple mensaje de texto hasta una videollamada, las formas de conectarnos, el orden social, el lenguaje, nuestra relación con el medio ambiente, jamás volverán a ser la mismas.

La enajenación que va de la mano con todos estos avances ha marcado los primeros años del siglo XXI. Cada día nos cuesta más trabajo relacionarnos con otras personas sin pantallas ni teclas de por medio. Estamos expuestos a múltiples estímulos de carga audiovisual que enriquecen o adornan el lenguaje, dotándolo de nuevas interpretaciones. Pero toda esta revolución se gestó desde muchos años atrás y lógicamente al igual que el hombre han estado en constante movimiento. Desde 1976, Richard Dawkins desarrolló una hipótesis sobre la transmisión cultural a la que llamó “hipótesis memética de transmisión cultural” en su libro The Selfish Gene (El Gen Egoísta), acuñando el término “meme” y haciendo una analogía con los transmisores de la información genética, siendo definidos como unidades teóricas de información cultural, o la base mental de la misma. Como ya expuse, la cultura es producto de una construcción humana, así Dawkins plantea que hay rasgos de ella que se replican, por lo tanto los memes –en la hipótesis de Dawkins– se agrupan e incrementan las nuevas adquisiciones culturales dando como resultados un subproducto de las mismas.

Luis Miguel - Imagen pública
Luis Miguel – Imagen pública

Por naturaleza, los memes, como de cualquier otra manifestación de la cultura, evolucionan. El día de hoy tenemos memes informáticos, producto de la revolución tecnológica: una idea, concepto, expresión acompañado de apoyo audiovisual –imagen, video, sonido- que se difunden a través de internet de forma viral. Los hay de todos tipos y son usados como estrategias de marketing, bromas o mensajes muy concretos.

Si bien es cierto que a mucha gente no le gustan, el uso de memes informáticos cada día es más común, quizá porque las imágenes ya no son suficientes y el peso de las palabras siempre será determinante en nuestra forma de comunicarnos. El meme no es sólo un dicho adornado con imágenes, es el sincretismo de todo un bagaje cultural, una idea nutrida de muchísimas experiencias que da como resultado una idea/imagen muy concreta, incisiva, mordaz, y en muchos casos graciosa.

The orginal stimulus - Imagen pública
The orginal stimulus – Imagen pública

La cultura evoluciona, sus manifestaciones cambian, no olvidemos que muchas de las imágenes que acompañan a los memes las conocíamos desde antes y ahora tienen una interpretación distinta, porque así es el mundo y el hombre en su afán de crear siempre buscará nuevas formas para interpretarlo. No defiendo ni repruebo estas manifestaciones, pero algo sí es cierto: no será la última transformación que sufrirá nuestra forma de expresarnos. Los memes llegaron, no sé si para quedarse pero sí para influirnos y si no me creen, al cierre de esta columna sigo esperando impaciente el dictamen de la Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA) sobre el término más importante en español del año 2013, pues está «meme» entre los candidatos a competir. Suertea sus favoritos y que gane el mejor.