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Éter

por Alejandro Vázquez

Tal parece que el tema ya ha sido tocado en este mismo espacio hace ya más de un año. Pero la verdad, el asunto que me concierne no radica simplemente en ejemplificar posts patéticos, por más divertido que sea.

Ahora no sólo se trata de las fotos de los hijos mal atendidos de tus antiguos compañeros, de hacerse los chingones o de presumir consumos o experiencias: Se trata de los likes, pero no de los likes como simple suerte de fetiche digital, sino como parámetro de la validación propia ante los otros.

Empecemos por donde comienza todo: El post. Un post no soy simplemente yo “compartiendo” un pensamiento o una ubicación: Soy yo queriendo hacerles ver a los demás que existo: Que hago cosas, que voy a lugares, que mis chistes son tan pendejos que son geniales… und so, und so. Y este punto es, en mi opinión, bastante obvio.

Imagen pública
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Y los demás responden con un like: Incluso, si el hecho social lo dicta así pueden incluso responder con un “me divierte” o un “me entristece”. Y es bonito poder compartir cosas y comentar porque qué chingón es vivir en la era de la comunicación y blablá.

Pero hay un problema: La cosa no se queda ahí.

Con el tiempo – o simplemente catalizando prejuicios e ideas sobre la aprobación de los otros -, los posts se tornan en algo en parte triste, en parte siniestro, que podría resumirse en la siguiente frase:

Si sucede en los muros, sucede en las vidas.

Todos nos volcamos hacia la vorágine que representa el post gracioso de alguien más: Todos queremos dar like, comentar de manera “personal” y de compartir. No dudo que en ocasiones con un like se pretenda dar a entender que algo fue, simple y llanamente, gustado. Pero seamos sinceros: Al volcarnos hacia las mil y un maneras de reaccionar ante un post, no solamente decimos lo que literalmente decimos al reaccionar como reaccionamos – lo que en el núcleo está contenido es el ansia de hacerle saber a los demás que nosotros también encontramos gracioso; que nosotros encontramos triste; que estuvimos ahí para darle “me encanta” a un post feliz; que nos dolimos con un “me entristece” ante un post afligido.

Pero al salir de nuestro bello, protegido y amiguero mundo blanquiazul no demostramos ni una mierda de encanto, tristeza o empatía.

Las vidas reales parecen quedar volando ingrávidas e inmóviles si no encuentran su alter ego en sus respectivos timelines.

Imagen pública
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Y al final, la conclusión de la columna no ha cambiado en lo más básico con respecto a la de hace más de dos años: Podemos comunicar muchísimas cosas por Facebook, pero las vidas, las acciones y los otros que verdaderamente importan están allá afuera, más allá de la pantalla – pensar que expresar algo con respecto a otro algo o alguien en la red equivale a hacerlo en vivo sería engañarnos a nosotros mismos.

Allá quien quiera ser una vida por nada.

Después del intermedio

por Alejandro Vázquez

Hice cuentas. Hace poco más de medio año que no escribo una columna, y podría decir que el resto de la producción escrita ha sido bastante pitera en todo este tiempo. Pero mæh: heme aquí otra vez –incluso si lo que debiese estar haciendo fuese el trabajo final sobre la estructura y la organización social. Pero quizás un poco de ello se verá aquí, quién sabe aún.

Las columnas que solía escribir por alguna razón llegaron a los navegadores de más de 10 personas, y de éstas obtuve algunas opiniones, de las cuales tomaré tres para basar la piltrafa que escribo ahora… y bueno, será parafraseando porque el tiempo pasa, las cosas cambian, el alcohol corre y la mierda se seca.

Escritura - Imagen pública
Escritura – Imagen pública

1.- “¿Quién te crees para escribir así?”
O sea: impláying que no tengo la autoridad para hacerlo. Uno se puede ver azotado momentáneamente por un pensamiento tipo “¡OH MIERDA, ES VERDAD! ¡NO SOY NADIE!”. Y si lo vemos desde el punto de vista hacia el que tienden las gentes, es verdad: no soy nadiens. Pero al final recuerdo que una de las razonas por las que escribo (así sea sin esperanza de ser leído) es precisamente porque estoy hasta la madre de que los discursos de los alguienses sea impuesto tanto por aquellos a quienes les conviene que las cosas sean así, como por una bola de nadiens –empero: igual que yo– que prefieren tragarse ese producto y defenderlo/reproducirlo por el simple hecho de que viene de un lugar que suponemos se encuentra por encima de nosotros.

2.- “Me gusta porque no te crees la panacea, por eso evitas las propuestas.”
Bueno… creo que gracias. Pero no puse este parafraseo para demostrar que hay alguien a quien puede llegar a agradarle, sino para contrastarlo con el siguiente.

Escritura - Imagen pública
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3.- “Sí: haces una crítica. ¿Pero de qué sirve? No propones y no parece estar llegando a nadie.”
Este último fue el que, hasta cierto punto, me dio un poco en la madre. La verdad es que todo es cierto –y creo que es por eso que dejé de escribir columnas durante un buen rato. Sin embargo, después de considerarlo en sus partes llegué a la conclusión de que, si bien no estoy llegando a nadie, esa no parece ser una razón válida para dejar de escribir. O sea: si escribiendo no llego a muchos, dejando de hacerlo menos. Vaya pendejada mía.

El hecho de escribir lo que salga va precisamente con el espíritu de la columna: “Desde la Lubyanka”. No es porque no quiera proponer/no proponer, sino porque para empezar, la columna es un alarido de la chingada perdido en medio de toda la información que corre por internet: desde porno cristiano hasta reposteos de los complejos y nutritivos artículos de Bósfid o de Upsocl.

Siendo la Lubyanka una analogía para las realidades en las que estamos inmersos, no hablamos de un alarido que vaya a cambiar el mundo, ni mucho menos de uno que sea agradable. Seamos realistas: un alarido nunca va a ser agradable, puesto que su origen se encuentra en el encierro, la rabia, la impunidad, la injusticia o la impotencia, independientemente de su carácter personal, contextual o sociopolítico.

Escritura - Imagen pública
Escritura – Imagen pública

Quizás la propuesta base es precisamente hacer las cosas tan visibles de una manera tan recalcitrante que no quede otro remedio más que mirarlas y enfrentarlas. Cada columna es un microcosmos, y en él puede haber o no propuestas para el problema/coso planteado. Pero al final de todo son los lectores quienes decidirán de manera personal si el problema es tal (ctm Arjona) y qué es lo que les gustaría hacer al respecto.

Sin embargo el punto de hablar sobre columnas de las cuales el presente lector de seguro no tenía idea, parece más bien tangencial:
A la gente puede gustarle o no lo que hagas, lo que digas o lo que

Escritura - Imagen pública
Escritura – Imagen pública

escribas. Habrá a quienes no les parezca, y eso está bien. Habrá quienes quizás lleguen a tomarle hasta afecto, y eso también está chido. Pero nada de lo anterior justifica el hecho de que dejes de hacer lo que te gusta porque a alguien se le ocurrió decir que “no está tan bien”. Más vale un alarido perdido afuera que uno contenido en una jaula de carne. Quiero recalcar en algo: no digo que el que la crítica de los demás sea buena o mala -puesto que en realidad las intenciones que subyacen a ésta son en realidad muy variables: desde mejorarte hasta quebrarte– sino que lo jodido es que las maquinaciones y debrayes negativos propios hechos a raíz de un comentario sean suficientes para hacernos dejar de hacer.

Y volver a hacer, es lo que espero se hará.

Dicho esto, casi después de siete meses de inactividad total, volvemos a gritar.

HerzlichWillkommen, hijos de la chingada.

Estado de negación

Metro - Imagen pública
Metro – Imagen pública

por Alejandro Vázquez

La vida corre normal. Levantarse, desayunar, metro, escuela, alcohol, casa, tarea. Así, durante días, semanas y meses. Hay algo que está jodidísimo, y tú lo sabes. Pero después de movimientos infestados, marchas estériles que terminan oliendo a mota y élites revolucionarias, uno termina ciñéndose a una omertà que va más allá del Estado, dejando intactas solamente las estructuras más básicas: amigos, familia y taqueros de confianza.

Pero la peste sigue.

Y sigue a tal grado que grita por todos los medios posibles. Las imágenes estúpidas de féis bajan por la pantalla, intercalándose con las fotografías del nuevo avión presidencial, de chicas desaparecidas, niños extraviados y de fosas comunes. Recuerdas que hace algunos años el solo término te escandalizaba, pero ahora ha pasado a ser algo normal. Y tu pensamiento se detiene ahí.

¿Qué pasa si tu pensamiento se lanza al abismo?

El avión presidencial podría pagar un quinto del presupuesto de la UNAM y más de 100 hospitales.

Marcha - Imagen pública
Marcha – Imagen pública

Las chicas desaparecidas no son solamente sus fotografías: son mujeres como tu madre, tu hermana o tus amigas: sienten. Y sí: sabes cuál es su posible destino y la desesperación e impotencia que éste representa para ellas y para sus familias. Es un cúmulo de desesperación, la peor de las incertidumbres, torturas y vejaciones que no te atreves ni a imaginar ejercidas en alguien cercano a ti.

Los carteles con imágenes de niños ausentes no son sólo su impresión: son una familia quebrada. Y sabes que pudiste haber sido tú, o cualquiera de tus sobrinos o hermanos. Son niños arrancados de un desarrollo feliz, de los padres que los concibieron y de personas que alguna vez celebraron, mal o bien, su llegada. Son niños buscados, amados, llorados. Y posiblemente, niños convertidos en simple mercancía para cualquier hijo de puta que pueda pagar por ellos.

Las fosas comunes no están llenas de materia orgánica cualquiera: son cadáveres que fueron personas capaces de hacer, pensar, reír, amar. La materia orgánica en estado de descomposición es una analogía de lo que le sucede a México. Y también lo sabes.

¿Lo peor de todo? Que después de aventarte al abismo sigues clavado frente al monitor, sin idea de qué putas puedes hacer.

Fosa - Imagen pública
Fosa – Imagen pública

Compartir links difunde la información… siempre y cuando tus contactos se tomen la molestia de siquiera darle una leída. Ir a marchas es hacer visible el descontento (lo cual está bastante bien) siempre y cuando –otra vez– no sea la misma “élite revolucionaria” doblemoralista la que tome “el mando”; la élite que es más que tú porque ya se chingó un libro de Martha Harnecker y todos los prólogos de El Capital, o la que crea su círculo de bí-ai-pís con base en simples relaciones de interés con partidos “de izquierda”. Ser parte de un colectivo puede redundar en esfuerzos que devienen en una acción que sirve para pinches nada. Los que desaparecen a nuestras hermanas, hermanos, madres, padres e hijas son los mismos que detentan el poder.

Para salir del abismo tienes dos opciones: o procuras mantener tu zona de confort a costa de cualquier cosa, o haces cualquiera de las opciones antes mencionadas y aún más. Ninguna parece factible. Pero algo tiene que hacerse, y esto ya es decisión de cada quién.

Y aunque no lo parezca, ahora ya no busco juzgar a nadie.

Sólo siento vergüenza por haber cerrado tan fuerte mis ojos durante todo este tiempo.

Servicios de ubicación

Angelópolis - Imagen pública
Angelópolis – Imagen pública

por Alejandro Vázquez

Una chica arreglada y de bastante buen ver se pavonea mientras pasea por Angelópolis. Se pavonea porque es una chica cosmopolita, que sabe apreciar las ofertas que exquisitos lugares como Liverpool o Palacio de Hierro ofrecen a sus clientes nivel Quintessentially. Ella sabe que está ahí, y que su valía la ha colocado en ese lugar… no como esos mugrosos nacos cuyo color de piel, más morena que la suya, los delata como tales. Mira su reloj, y decide que es hora de irse.

Pero mientras sale siente que, de alguna manera, hay algo que no embona. Con todo, decide omitir esa pequeña disociación y hacerse la loca mientras cruza los casi trescientos cincuenta metros del puto estacionamiento de la plaza comercial, atraviesa el bulevar usando el puente peatonal y sube a la Ruta Azteca más tuneada con la que cuenta el concesionario.

"Top model" - Imagen pública
«Top model» – Imagen pública

Juro por el excelentísimo Norberto Rivera que este fenómeno es bastante frecuente en la BundesrepublikPipoland. Y también juro que, para emitir el siguiente juicio, cuento con bastante evidencia empírica: por más que queramos creerlo, aún no somos primermundistas. 😦

La verdad, es que todo esto está bastante jodido. No se trata (tanto) de nuestra imitación pedorra de los centros comerciales de Gringolandia o de Uruapans, sino de la posición que pretendemos tomar dentro del contexto en el que vivimos: se trata de un contexto con niveles de segregación y discriminación racial/socioeconómica/por orientación sexual cabronamente altos, en donde aquellos que tienen la vara alta son aquellos que se pudren en dinero, generalmente producto de estafas o de la explotación de otros seres humanos.

El gran problema es que muchos de nosotros estamos pendejamente desubicados.

Vacaciones en la "playa" - Imagen pública
Vacaciones en la «playa» – Imagen pública

δ“O sea: nos fuimos de vacaciones a Cancún por Navidad. La zona hotelera está hermosa: deberías ir alguna vez.”

Claro que te fuiste a Cancún por Nabidá. Pero el querer acreditar tu “poderío” económico ante el otro con una frase así es una pinche falacia, porque sabes perfectamente que no saliste de la terminal 2 del aeropuerto ni mucho menos hiciste tres horas de viaje; en realidad saliste del Paseo Bravo en un camión que por la gracia divina de Jesucristo Redentor se mantiene en pie, con un frío de la v*rga y haciendo un tortuoso trayecto de 27 horas.

¿Zona hotelera? A nosotros cafés-con-leche no nos sacan de ahí porque la calle es de libre tránsito. Ahí sólo se usan dólares y sabemos que ni tú ni yo los hemos ocupado más que como un amuleto que por azares del destino llegó a nuestras manos. O sea, neta: pls.

"Caucásicas" - Imagen pública
«Caucásicas» – Imagen pública

δ“Ay, es que esa chica es muy bonita: qué lástima que sea morena.”

GÜEY. POR FAVOR: GÜEY. Me imagino que con ese tipo de ideas cualquiera podría llegar a pensar que si Jítler reencarnara elegiría nacer en México para hacer de ésta tierra fecunda en caucásicos su Cuarto Reich. Ya: mírense en un pinche espejo, por favor. Somos un hermoso revoltijo: ¿Qué acaso no se dan cuenta?

Con éste tipo de opiniones, sólo se pueden deducir dos cosas de las personas que las emiten:

1.- Son unos pendejos.
2.- No saben de lo que se pierden.

COMBO.- No, en serio: NO LO PINCHES SABEN. D:

*el joven columnista jalonea de manera sexy su hermoso cabello de obsidiana, gime y se orgasmea revolcándose en el suelo pedorramente mientras lo hace*

Tienda Aldo Conti - Imagen pública
Tienda Aldo Conti – Imagen pública

δ»Empleados de Aldo Conti –la tienda de trajes más exclusiva del mundo mundial– riéndose con sorna de una marcha contra la reforma laboral»

Estos empleados son, casi siempre, machos alfa de los chingones. Por esta razón, es un enigma –al menos para mí– que se rían de la tremenda ensartada que el Estado les va a poner. Yo sé que ir a trabajar con un saco tan guango que hasta los hombros cuelgan es algo que muy pocos hombres de éxito son capaces de hacer. También sé que llegar a ganar dos mil pesos al mes trabajando durante doce horas es el tipo de vida que todo mexicano querría llevar. Y por supuesto, sé que la verdad es que lo mejor para el desarrollo humano habría sido que este tipo de empleos no se hubiese creado jamás.

Ya, en serio: empleados. De Aldo Conti.

Riéndose de otros bajo la suposición de que ellos sí están chido.

Y no: no estoy diciendo que ser empleado esté mal, sino que ser empleado sin consciencia de su precaria situación laboral nos habla de una inteligencia mutilada y de una pendejez abrumadora.

Consciencia de clase. Y sí: probablemente el editor de la revis me colgará de los güevos por chairo, pero pues así es la Bida.

Quesadillas - Imagen pública
Quesadillas – Imagen pública

δ»¿Tú crees que ese pinche naco me llevó a comer quesadillas con la señora de la 14?»

Ésta es una chica igual o más cosmo que la descrita al principio. Vive en Amalucan, viaja en combi, se maquilla con Jafra, chismosea en féis con una laptop comprada con crédito Coppel a 36 meses, se chinga el internet de su vecino y está estudiando la preparatoria en una escuela “de paga” (propiedad de la esposa de un importante directivo de la BUAP) por trescientos pesos mensuales. Y a diferencia de cualquier cosa que ella pudiese decir… no, no es por su gusto; fue rechazada en el examen de admisión de la BUAP.

Y todo esto tampoco estaría mal si no fuese porque la chica no tiene ni perra idea del contexto en el que vive: no sabe por qué fue rechazada (o sea, las verdaderas razones), no sabe que no pertenece a la clase media (LOL: OCDE, yúnúub.), y lo que es peor: no sabe que lo más seguro es que esté metida en el mismo barco que el morrito que, probablemente con mucho esfuerzo y de todo corazón, le invitó las quecas.

El Kevin - Imagen pública
El Kevin – Imagen pública

δ»- La naca de la Mirna me llegó ayer y la mandé a la mierda.
– Jajajaja ¿Por qué?
– Ay, no mames: ¿Cómo voy a andar yo con esa pinche prieta?»

Kevin Moxxo: Siento decirte que tus rayitos rubios de cien varos no te convierten en un ariazo. Tampoco el esmárfon que te trajeron de reyes ni mucho menos las perfos que te hizo el Brayan. Vives en el puto Tamborcito, y tu bandita dista mucho de tener el pegue que tienen los güeyes de GuánDairécshon. Para acabarla de fregar eres más moreno que ella y con esa pinche actitud mierdera –y con ese físico– ninguna supermodelo caucásica te pelará, porque para ella tú eres horrendo. Lo más jodido es que esto último tampoco está chido.

En suma: para de mamar, por el amor del Redentor.

KABOOM: El no apreciar que una chica te diga que le gustas es una mentada de madre no sólo para la chica en cuestión, sino para la humanidad. Y esto aplicaría incluso si fueses lo que crees erróneamente ser.

Also: no fuiste planeado. Pero bueno: yo tampoco.

Creo que se entiende el punto, pues.

Ortografía - Imagen pública
Ortografía – Imagen pública

δ“Una bonita que escribe con mala ortografía, una fea más»

Esto es el cenit de la pendejez, puesto que son generalmente personas consideradas como “feas” por los cánones de belleza impuestos por nuestro contexto las que dicen esto para autoadjudicarse un lugar no tan pitero dentro de la estructura social. Una estructura social cuya naturaleza no deja lugar para grises, puesto que para ella eres feo o eres bonito. Fóquing punto.

Compararse con otros e intentar ir con una corriente que nos aborrece es algo imbécil: es como si la zorra del columnista fuese violado y para aminorar la afrenta dijese algo como “Oh, pero a mí no me fue tan mal porque fue un chino el que me violó: al otro cabrón lo violó un negro… ¡ja! Pobre pendejo. Es que no soy tan feo y por eso estoy chido”.

En resumen: nadie con el mínimo atisbo de sentido común y dignidad estaría de acuerdo con unos estándares económicos, sociales y/o estéticos que se erigen como una afrenta directa contra su existencia: pretender que somos lo que nos dicen que debemos aspirar a ser es negar nuestra existencia, nuestra esencia, nuestro pasado y, con toda seguridad, nuestro futuro.

Y sí: la congruencia es una guerra diaria… pero creo que bien vale la pena pelearla.

Besitos a todos, los ama su humilde servidor.

Miau. ❤