por E. J. Valdés
Dave y Junior entraron al estudio y afinaron sus instrumentos mientras llegaban los demás. Al poco rato asomó por la puerta Lee, el baterista. Greg, el encargado de la segunda guitarra, fue el último en aparecerse por allí, como siempre, situación que ya tenía un poco fastidiados a los otros. Una vez estuvieron reunidos todos, Lee contó hasta cuatro con sus baquetas y comenzó el ensayo. Unos quince minutos después, alguien llamó a la puerta con insistencia. Dave maldijo la interrupción y pidió a Greg que atendiera. Regresó en compañía de un muchacho flaco, de largos rizos negros.
—Leí en el periódico que buscan a alguien que cante…
Dijo llamarse Emile y listó un par de bandas en las que había trabajado antes. Ninguno de los muchachos las conocía. Dave, quien estaba malhumorado por la resaca de la noche anterior, le pidió que regresara a la audición otro día, pero Junior lo interrumpió y sugirió que, ya que se había tomado el tiempo de buscarlos, lo escucharan en ese momento. El resto de la banda estuvo de acuerdo y Dave terminó por ceder, aunque no sin refunfuñar. Conectaron un micrófono para el chico, le preguntaron qué canciones conocía y acordaron probar con algo de Diamond Head.
—Venga, capullo —le gruñó Dave a modo de reto antes de golpear las cuerdas con su púa. Mientras hacía el riff de entrada pensó que, de todos los pobres diablos que se habían parado frente a ese pedestal los últimos seis meses, aquél era el más sucio y desaliñado que había visto. Los ojos inyectados de sangre y la sonrisa estúpida delataban que hacía poco había consumido; un junkie conoce a un junkie. “Quizá después de todo tenga algo qué ofrecer”, dijo para su adentros.
No era así. Greg, Junior y Lee se sumaron a la canción, y cuando llegaron al primer verso Emile comenzó a cantar con una voz tan chillona que parecía que alguien lo había cogido por las pelotas. Dave sacudió la cabeza pero fue paciente: esperó hasta que terminaran el primer coro para detener la música.
—¿Qué carajo fue eso? —se quejó—. ¿La jodida Yoko Ono?
Junior, siempre el más sensato de todos, lo tranquilizó y pidió que le diera otra oportunidad.
—Probemos con otra cosa.
Dave se llevó las manos a la cintura.
—Vale… Otra cosa, pues. En vista de que el chico tiene pulmones, veamos si puede con algo de Sabbath.
![Megadeth - Imagen pública](https://cincocentros.wordpress.com/wp-content/uploads/2017/12/5da5d073911b6f92a7bcf76f24f2a156-megadeth-rare-photos.jpg?w=474&h=356)
De inmediato comenzó con “Paranoid”. Su elección no fue aleatoria: se le ocurrió que Emile podía tener el rango suficiente para emular a Ozzy. Una vez más se equivocó: tan pronto escuchó la primera palabra le quedó claro que el chico podía gritar muy bien, mas no cantar. Su voz no era la adecuada para Diamond Head, Black Sabbath o sus composiciones originales. Seguro la habría hecho en grande en una banda glam, pero con ellos no tenía futuro: puso alto a la música y apuntó con su índice a la puerta. Emile, un poco enfadado, quiso argumentar, pero Dave no le dio oportunidad; chasqueó los dedos y de nuevo señaló la salida.
—Púdranse —masculló antes de dar la media vuelta.
Dave desestimó el insulto con un bufido y encendió un cigarrillo. Tras la primera calada se percató de que todos los ojos en el estudio estaban clavados en él.
—¿Qué diablos están viendo? —dijo.
Lee y Greg desviaron la mirada, pero Junior, quien para entonces sentía que podía ser franco con él, habló:
—El chico no cantó ni dos minutos. ¿A cuántos aspirantes más piensas echar de aquí sin escucharlos siquiera?
—¡Oh, vamos! No me vengas con eso… ¿Quieres saber qué es lo que escuché? A todas las jodidas revistas del país diciendo que nuestro cantante chilla como una puerca al filo del sacrificio. Eso es lo que escuché.
—Dave, cuando empezamos esta banda prometiste que grabaríamos pronto. Prometiste un álbum.¡Y míranos! Hemos ensayado las mismas jodidas canciones seis jodidos meses porque no puedes aceptar que…
—No hemos encontrado a la persona adecuada. Eso es todo. Si tuvieran un poco de paciencia…
—¿Después de todo este tiempo crees que no la hemos tenido? El problema e…—
—¿Soy yo? ¿Eso es lo que crees? Bien, si soy el problema, ¿cuál es la jodida solución, muchacho? Venga. ¡Dime!
Junior tomó un respiro. Dave estaba tan irritado que podía estallar en cualquier instante, sin embargo, ya no tenía intención de medir sus palabras.
—¡Hazlo tú! Si nadie puede cantar tus jodidas canciones como lo deseas, ¿por qué no lo haces tú?
Esto tomó a Dave tan desprevenido que trastabilló antes de responder.
—¿Acaso bromeas?
—¡Joder, no! Tú escribiste esta mierda, seguro que puedes cantarla. ¿O acaso el intrépido Dave le tiene miedo al micrófono?
—¡Vete a tomar por el culo, Ellefson! ¡No tienes idea de lo que puedo hacer!
Y lo que Dave hizo fue justo lo que Junior quería: arrastró el cable de su guitarra hasta el pedestal que ocupara Emile y comenzó a tocar. Los otros de inmediato se sumaron, contagiados por su adrenalina, y cuando por fin abrió la boca a todos les quedó claro que la búsqueda había sido fútil: la persona adecuada para el puesto estuvo en la banda todo ese tiempo. Cuando no arrastraba la lengua al hablar, atropellaba las palabras, pero, ¡joder!, su voz era justo lo que esas canciones necesitaban, y si bien por poco se desmaya durante aquel ensayo por no respirar lo suficiente entre versos, los meses y los años le enseñarían a hacerlo perfecto.
Desde ese día y hasta el final de su carrera, Dave Mustaine sería el vocalista de Megadeth.