Archivo de la etiqueta: elección

La obra perfecta

Einstein - Imagen Pública
Einstein – Imagen Pública

por María Mañogil

Hace un tiempo escribí un artículo en el que me atreví a hablar sobre mis creencias ¿religiosas? Fue un error. En cuanto se publicó empecé a recibir todo tipo de críticas y, no sé porqué aún hoy, cuando ya ni me acuerdo de la mitad de lo que escribí, me siguen llegando comentarios y algún que otro insulto relacionado con lo que se entendió, más que con lo que quise transmitir.

Si digo que fue un error hablar sobre mis creencias, es porque siempre dije que no lo haría, pero por eso mismo, porque fue un error, no sólo no me arrepiento, sino que repito. Me encanta cometer errores.

LA LIBERTAD DE PENSAMIENTO

Yo elijo en lo que creo, igual que elijo la ropa que me pongo y cuántos pendientes llevo en mis orejas. Entiendo que las demás personas hacen lo mismo (o deberían) y que a mí no me afecta porque cada quien hace con su cuerpo y con su mente lo que le viene en gana, sea correcto o no. La valoración de lo que es correcto es del todo personal y siempre he creído que cuando pensamos que alguien está actuando incorrectamente, deberíamos dar un paseo por la historia de nuestra vida y contar los borrones que hay. Yo no soy nadie para convencer a otros de lo que está bien o mal. No soy Dios, o quizás para alguien sí lo soy.

Darwin - Imagen Pública
Darwin – Imagen Pública

EL SÍMBOLO DE LA PERFECCIÓN

Creer en un ser superior o no creer es, como digo, una elección, no así como las religiones, que a algunos les vienen de serie al nacer (regalo, herencia o imposición de sus padres o de quien los eduque). Quiero recalcar, para darme el permiso de ignorar a quien no lo entienda y dando por hecho que no habrá leído este texto hasta el final, que no estoy escribiendo sobre religiones, sino sobre creencias.

Dios es una invención de quienes decidimos libremente hacer uso de nuestra  imaginación para buscar respuestas que la ciencia no puede darnos, nunca para justificar nuestros actos. Hay quien dice que es una necesidad del ser humano creer en algo. Yo no estoy segura de eso, pero si fuese así, reivindico mi derecho a inventar lo que necesite siempre que no moleste a lo demás. Otros inventan historias sobre mi vida y nunca me ha molestado porque entiendo que es su necesidad y quizás si no lo hicieran no sabrían cómo ocupar su tiempo. Mi dios no molesta ni perjudica a nadie y tampoco interfiere en las decisiones que tomo.

Quien nunca utilice la imaginación para satisfacer una necesidad es porque nunca ha creado nada y esto es muy fácil de entender para cualquier persona que se dedique al arte. Si nadie inventara, no existiría la música ni la poesía y la pintura y la escritura se limitarían a ser reflejos, dibujados o escritos, de lo que tenemos delante, pero no de lo que vemos, porque no todos vemos lo mismo ante el mismo paisaje.

Si yo he creado un dios es porque me gusta pensar que hay algo más en el mundo que lo que mi vista me permite ver y si eso es incorrecto, quizás todos estemos un poco equivocados y esos colores que ven los insectos y que nosotros no vemos también sean producto de la imaginación de alguien.

Cuando yo invento o creo algo, no sólo lo hago con la intención de que salga algo bueno, también procuro que lo que he creado se convierta en algo mejor que yo. Digamos que, para mí, la obra debe ser más bonita y tener más gracia que el autor. Suponiendo que yo he creado a Dios y no él a mí, como la mayoría de gente piensa, mi creación ha resultado perfecta, porque eso es lo que simboliza: la perfección. Me doy cuenta de que para muchas personas es precisamente al revés y piensan que Dios nos creó a su imagen y semejanza, pero no creo que hayan pensado demasiado para llegar a esa conclusión, más bien que se han dejado guiar por la ya establecida marca de las religiones, que parece que llevamos grabada en los genes.

Tanto si creemos por necesidad como si creemos por exceso de imaginación, no me parece mal hacerlo, al igual que tampoco está mal no creer en nada hasta que se demuestre. Me encanta una frase que escuché alguna vez: “si crees que puedes tienes razón y si crees que no puedes, también”. Yo la aplicaría a las creencias de este modo: “si crees que existe, existe y si no lo crees, no existe”.

Nietzsche - Imagen Pública
Nietzsche – Imagen Pública

EL FALSO ATEÍSMO

Siempre he desconfiado de las personas que nunca dudan, esas que están seguras de todo y que jamás se plantean que se pueden equivocar como el resto de los mortales. No confío en ellas porque creo que fingen una seguridad de la que carecen y que, en el fondo, ni ellas mismas saben que están fingiendo. Tener dudas no me parece un signo de inseguridad; es una condición humana. Si tan seguros estuviéramos de todo y no dudáramos, la única opción que tendríamos a la hora de tomar decisiones, sería la de no hacer nada y, por lo tanto, la palabra “cambio” no existiría.

Cambiar es lo único que nos hace crecer como personas y quien no tenga , como mínimo, una pequeña predisposición al cambio, está muy perdido en el mundo, ya que el mundo está cambiando constantemente.

Conozco a muchas personas que dicen ser ateas, pero muchas de ellas no lo son porque sí creen en alguien superior y no precisamente inventado, aunque lo que sí han inventado es la perfección y la superioridad de ese alguien, al que idolatran y de quien copian ideas, opiniones e incluso frases, anulando su propia iniciativa para pensar, ya que han decidido que otro piense por ellas. Alguien que, probablemente, tiene las mismas imperfecciones y comete los mismos errores, o quizás mucho peores. La única diferencia entre esas personas y yo no es la creencia de que exista Dios, sino a qué o a quién le otorgamos ese nombre, aunque no lo pronunciemos.

No sé qué es peor, si inventarse un ídolo perfecto a quien seguir o seguir a alguien tan imperfecto como lo somos nosotros. Al menos lo primero es una bella obra creada por un artista.