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Aquí no debería haber título

LIBROS-IMAGEN PÚBLICA
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por Andrea Rivas

“There’s so many ways to act

and you cannot take it back

no you cannot take it back

there’s so many shades of black…”

The Raconteurs

Cuando leí Madame Bovary, muchas cosas vinieron a mi mente, cómo alguien -es decir todos- podía(n) catalogar esa obra de Realista, fue una de ellas… Y es que nada me pareció más profundamente injusto, luego de todas las angustias por las que pasó Emma, que encadenarla de por vida, aún muerta, a la realidad de la que tanto intentó huir. Habríamos de darle el privilegio, al menos, de llamarla ro-mán-ti-ca con todas sus letras, porque ¿a qué personaje real podemos referirnos como “la enamorada de las novelas, la heroína de los dramas, aquella indefinible ella a que aludían todos los libros de versos”?

La diferencia entre realismo y romanticismo, sólo por nombrar dos extremos, me parece más y más cerrada a medida que intento explicarla. El personaje romántico está tan abrumado con la sociedad y el mundo que lo rodea -porque aunque lo anhele, la vida no es el cielo y la inmensidad del mar- que tiene que terminar con su vida. El personaje realista, por otro lado, es tan absurdamente monótono que… ¿tiene siquiera vida? ¿Habrá personaje más tristemente patético que Charles Bovary? Y es que él y Emma pertenecen a mundos distintos y, si soy sincera, el de la romántica y encantadora Mme. Bovary me parece más real, ¿quién rayos puede, viviendo en este mundo, querer quedarse quieto para siempre sin explosiones ni desesperación?

Madame Bovary-Fotograma
Madame Bovary-Fotograma

Si lo miramos así, el alma humana es romántica. El hombre busca, siempre, algo más. La ciencia ha pretendido, por ejemplo, hablarnos de nuestros orígenes, ¿para qué saber? Pero el hombre quiere, busca, busca, no encuentra, y como Sabines bien dice: “Su corazón les dice que nunca han de encontrar, no encuentran, buscan.”

Por otro lado, de algún sitio salieron las ideas de orden y vida gris que rompen al alma y crean ese dicho realismo que asfixia, pero ¿no es el sueño parte de la realidad que vivimos día tras día? “Temes a la imaginación. Y a los sueños más aún. Temes a la responsabilidad que puede derivarse de ellos. Pero no puedes evitar dormir. Y si duermes, sueñas. Cuando estás despierto, puedes refrenar, más o menos, la imaginación. Pero los sueños no hay manera de controlarlos”, dice Murakami. ¿Entonces? ¿Somos reales, somos románticos, deseamos o no, los sueños, de qué están hechos? Y así al infinito.

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Como cualquier situación, corriente, género o asunto que intentemos encasillar dentro de una clasificación con características específicas, lo más posible es que en cualquier extremo encontremos licencias, puntos débiles, conexiones que nos lleven a pensar que, quizá, nada es tan esto ni tan lo otro y que, a fin de cuentas, como todo en el universo, es nada más un fragmento, un pedacito de todo, que absurdamente hemos intentado dotar de cualidades totalitarias y que, pobre, mira hacia todos lados sin saber si pintarse de gris o de suicidios románticos o dejarse llevar por algún fluir zen que lo libre del peso de las palabras…