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Despertar

Despertar - Imagen pública
Despertar – Imagen pública

por María Mañogil

Se levanta cada mañana aún con el frágil velo de sus sueños nublando sus pupilas… Sueños que quizás no sean sueños, sino el despertar que sucede al largo día de oscura y denigrante realidad.

Se viste mientras hace en vano un intento por oír el trinar de los pájaros, recordando en un instante que el único sonido que escuchará será el mismo de cada mañana: el monótono y molesto ruido de los coches que circulan por la autovía, situada tan sólo
a trescientos metros de su casa. Es entonces cuando asume que ha empezado un día más.

Recorre su camino despacio, un camino tan invisible como las huellas que fue dejando atrás: imperceptibles. Todo lo vivido se borró de un golpe. Ya no hay recuerdos, ni momentos, ni medias sonrisas fingidas aparentando que todo va bien; ya no son necesarias.

Ahora, habiendo no olvidado, más bien aparcado en algún rincón secreto el pasado, la única senda a seguir es la que no es capaz de ver, tan sólo intuir, frente a sus ojos. Una senda que va siguiendo a tientas, ansiando encontrar en algún tramo de ella un poco de luz para dejar de dañarse con cada caída. Sabe que llegará un día en el que se acostumbrará al dolor.

Se sienta al borde del abismo que ella misma creó en su imaginación y que consiguió materializar, buscando quizás un refugio donde poder descansar. Ahora, ese abismo le sirve para dejar caer cada una de las cosas de las que se quiere desprender antes de irse. No hay muchas… Sólo el pesado lastre de la culpa, el que más molesta cargar, el que le impide seguir caminando hacia donde, inevitablemente, su suerte y su propia  inercia la quieran llevar.

Despertar - Imagen pública
Despertar – Imagen pública

Quiere dormir, se siente cansada y comprende que no queda ya mucho tiempo… Atrás quedaron las lágrimas, el miedo y los días de soledad. Ahora vuelve a sumirse lentamente en un largo sueño, en el que sí hay un camino: el único.

Mañana despertará y volverá a retomar sus pasos, como todos los días, porque eso es lo que está escrito que debe hacer, pero ahora toca soñar con lo que lanzó al vacío, con el trinar de los pájaros y con todo lo que le quedará por ver, por escuchar y por sentir. Soñará con cada una de las cosas que ya no tendrá oportunidad de contemplar.

Sabe que un día se dormirá y ya no existirán para ella más mañanas; se desvanecerá en medio de sus sueños. Se habrá ido.