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Las ciudades invisibles, de Italo Calvino

Por Emanuel Bravo Gutiérrez

Hace unos meses me di la tarea de comenzar a aprender italiano, en parte por la relativa facilidad que presenta el aprendizaje de este idioma y en parte para poder leer a uno de mis autores favoritos en su idioma original: Italo Calvino.

Me di así a la tarea de volver una de sus obras más célebres Le città invisibili o Las ciudades invisibles. Calvino toma como base para su argumento la vida del célebre viajero Marco Polo. En la obra, el mercader veneciano se encuentra en las cortes de Kublai Khan para realizar una crónica de las ciudades que ha visto, pero que el soberano sólo cree intuir puesto que nunca ha abandonado los límites de su palacio.

Las ciudades relatadas por Marco Polo son compendios de otras ciudades, ciudades hechas de otras ciudades, pasadas y futuras, ciudades posibles, soñadas o sólo imaginarias. El libro las agrupa en distintas clases de acuerdo a los principios bajo las cuales fueron concebidas: la memoria, los signos, el deseo, la muerte, el cielo, los nombres o el intercambio.

Calvino se preocupa por cada una de las palabras que usa en su prosa, ello confiere una gran capacidad de síntesis en un texto que a pesar de su brevedad logra encerrar universos enteros. Las descripciones del autor no muestran, evocan y trazan significados como calles que pueden recorrerse una y otra vez hasta multiplicarse en nuestra memoria.

El lector se pone en el papel del Khan para escuchar el relato de Marco Polo sin lograr adivinar el mecanismo de sus palabras:

El Gran Khan descifraba los signos, pero el nexo entre éstos y los lugares visitados seguía siendo incierto: no sabía nunca si Marco quería representar una aventura que le había sucedido durante el viaje, una hazaña del fundador de la ciudad, la profecía de un astrólogo, un acertijo o una charada para indicar un nombre. Pero por manifiesto u oscuro que fuese, todo lo que Marco mostraba tenía el poder de los emblemas, que una vez vistos no se pueden olvidar ni confundir. (p.37)

El Khan de la misma manera que el lector se da cuenta que es imposible conocer del todo las ciudades, incluso toda una vida no basta para conocer una, sólo a través de los emblemas, de signos ambiguos, de libros como este nos hacen acercarnos a un misterio que existió antes que nosotros y continuará su existencia ya sea más allá de la muerte o de nuestros sueños.

Anatomía de un cabello

por Gerson Tovar Carreón

No me sorprende que mi frente le gane terreno a mi cabello. Las consecuencias las miro día a día frente al espejo. En mi almohada hay resto de pequeñas fibras que se soltaron de sus aposentos. Nadie los extrañará, sólo las fotos de épocas pasadas se preguntarán por su paradero, por su suicidio genético. Y sí, es genético este asunto, alimenticio posiblemente, pero en su mayoría es genético. Mi padre era calvo, su padre fue calvo y el padre de su padre también lo fue. No me quedan muchas esperanzas de que desaparezca su herencia. Es extraño sentir esa ausencia, aun puedo ver mi cabello y no es que me guste, pero el hecho de pensar en su ausencia me desconcierta. Esa sensación de perderlo lentamente, de acariciar la nada con un peine, y de aceptar lo inevitable de la tradición me hace pensar si puedo soportar la triste realidad: soy calvo.

No me alimento sano, bebo constantemente, tengo sobrepeso y el único ejercicio que hago es correr detrás del trasporte público. Ser gordo y calvo no es sencillo. Pero, la verdad, estoy aprendiendo a vivir con ello. Recuerdo a un tipo de la universidad. Daba señales de calvicie y ahora se rapa para disimular su ausencia cabello. Nunca me agradó del todo ese individuo, era un ridículo, pero sólo pensar en tomar la decisión de rasurarme me pone los nervios de punta. No sé si es posible hablar filosóficamente sobre la caída del cabello; mi hermano decía que la discusión radica en el concepto pelón y su diferencia con la categoría calvo. ¿Quién los define? ¿A qué le podemos llamar pelón y a qué le llamamos calvo?

Italo Calvino - Imagen pública
Italo Calvino – Imagen pública

Pienso que el primero en diferenciar entre estos dos conceptos fue Italo Calvino, hombre de su tiempo y de la bella signora. Fue novelista, poeta y entusiasta del análisis crítico de las fibras capilares mejor conocido como cabello. Una de las frases que mejor define su estudio critico es “a veces uno se cree incompleto y es solamente la pérdida del cabello”. Y aunque no defina claramente su postura entre lo pelón y lo calvo, los lectores de Calvino aseguran que el escritor diferenciaba estas dos categorías al confrontar su contenido capilar sobreviviente. A más sobrevivencia de la fibra capilar, se definirá como calvo, y la nula existencia de la ya mencionada fibra se le considerará como pelón.

T. W. Adorno - Imagen pública

Otro gran teórico de la fibra fue el filósofo y sociólogo T. W. Adorno, su análisis político sobre el holocausto es deudor de sus reflexiones en sus primeros años de pelón. A diferencia de Italo, Adorno consideraba que pelón y calvo eran conceptos peligrosos y que se debían abrir conceptualmente al implante de cabello. Estas concepciones son lo que el mismo concepto no es. Esto significa que no se definen como pérdida de cabello sino como ausencia de este. Lo que a mi juicio lleva la discusión a un plano teórico más elevado debido a la ausencia de peluquerías en su estudio. Una vez más se demuestra que Adorno, literalmente, “no tenía un pelo de tonto”. Un colega suyo defendió esta idea durante mucho tiempo. Me refiero a Walter Benjamin, quien presentó su tesis doctoral con el título “El origen de la tragedia de la calvicie alemana”. Lamentablemente fue rechazada por Max Horkheimer, quien terminó aborreciendo al berlinés por sus teorías sobre la reproducción técnica de la calvicie, además de que éste se atrevió a defender un tema del cual no tenía ni la menor experiencia. Hasta el día de su muerte, Benjamin fue conocido por su amplia cabellera y por el uso de enjuague aurático.

Walter Benjamin - Imagen pública
Walter Benjamin – Imagen pública

Podría seguir aumentando gente a la lista, desde Lenin hasta Vin Disel. Todos tienen algo que decir sobre el tema. Menos Stalin, el bigotón nunca sufrió más que un par de atentados a su peinado por los activistas sin cabello, pero triunfó al mandarlos al gulag como peluqueros. Los especialistas han dejado las cuestiones político-sociales sobre la pérdida de cabello y se han concentrado en sus implicaciones culturales. En todas las artes, como en el espectáculo, los calvos y pelones se diferencian de la gente con cabello. Reivindican su pérdida con grandes actuaciones, cuerpos fornidos y barbas tupidas. En el peor de los casos, podríamos remitirnos a Homero Simpson, y hasta él sale bien librado.

Adorno y Horkheimer - Imagen pública
Adorno y Horkheimer – Imagen pública

En este punto se va mostrando un leve desdoblamiento de los conceptos calvo y pelón, sin embargo, debemos profundizar en un análisis cultural y político de lo que implica la pérdida de cabello, incluso psicológico. La pérdida de cabello no es una broma, no es simplemente la destrucción de las células capilares lo que impide la renovación celular de la fibra conocida como pelo, cabello o melena, sino que las consecuencias en los sujetos varían y es prudente intervenir en este mal moderno que aqueja a los individuos y los obliga a usar gorros y sombreros ridículos.

Si una noche de invierno un viajero, de Italo Calvino

Por Emanuel Bravo Gutiérrez

Permiso para una advertencia: Estás a punto de leer una reseña de un libro de Italo Calvino, seguramente vas a preguntarte si valdrá la pena leerlo, si este texto será suficiente para ir sacarlo de una biblioteca; el estilo de Calvino reta al lector a concebir nuevas realidades. Si una noche de invierno un viajero es una de esas novelas que nunca se sabe qué rumbo ha de tomar; ejemplo perfecto de experimentación entre los límites de la ficción y la forma de narrar.

Antes que nada, es una novela para buenos lectores, una novela de aventuras en todos los estilos, personajes, ambientes, narradores y tiempos. El argumento es un complejo laberinto de tergiversaciones, una novela inconclusa llena de historias interconectadas; una novela sobre novelas. Que el lector no se angustie, todo es menos complejo de lo que parece; es necesario abrirse a todos los caminos y tener afinado el sentido del humor porque Calvino se reirá de uno.

Saltamos desde una librería repleta de manuscritos y novelas inacabadas hasta una estación nebulosa de trenes. Visitamos una modesta aldea del Este de Europa. Acompañamos a un grupo de revolucionarios. Recorremos callejones oscuros en compañía de un par de asesinos con mucho estilo. Nos trasladamos a la apacible campiña a las orillas del mar o a un misterioso pueblo latinoamericano lleno de fantasmas y secretos.

Italo Calvino es el tipo de escritor que nos deslumbra con sus arcos argumentativos; una prosa que logra, en muchos momentos, parecerse a la poesía. Afortunados quienes hallamos este libro en el camino y podemos compartir nuestra lectura.

El Salon de la fama/ Vicente Rojo

Vicente Rojo-Especial
Vicente Rojo-Especial

por Mathieu Branger

Vicente Rojo estuvo en Puebla con su Rotunda de los artistas ilustres. Todo el mes de junio la galería La Miscelánea de la escuela Unarte presento la exposición «el Salón de la fama», de Vicente Rojo, homenaje a grandes artistas y guiño del artista a su propia obra.

Rojo es uno de los artistas vivos mas conocido hoy en México, por su aporte a la gráfica nacional, al diseño y al arte en general, siendo uno de los último representantes de la generación de la Ruptura.

En este caso, el artista de 81 años, y más de 60 de creación, vuelve sobre su historia, mezclándola con el arte moderno y contemporáneo. Las obras que conforman el salón de fama combinan figuras y materiales, para rendir homenaje, imitando pero no copiando un estilo, una práctica, y revelando las inspiraciones, de las más lejanas a las más actuales que influyen en la obra de Vicente Rojo.

Vicente Rojo-Especial 2
Vicente Rojo-Especial 2

El artista recrea en un solo cuadro todo un universo, sintetiza un pensamiento en un gran collage de madera, que nos habla pues de lo que es una obra, y de un legado. Se reúnen figuras de la ciencia ficción y del misterio, del cine y de la magia, Jules Vernes, con pequeños barcos de plomo, Aghata Christie o Georges Melies, pero también iconos del arte contemporáneo.  Sin distinción, y como acercándose a la intimidad del artista, están aquí presentes el arte abstracto de Rothko, el geometrismo de Paul Klee, el arte de Jean Dubuffet y sus figuras de colores, las instalaciones, y recortes, la literatura de Carlos Pellicer o Italo Calvino, instalaciones e el arte conceptual, acumulaciones con Joseph Cornell o Louise Nevelson. Todo bajo la mirada del artista, en una lectura univoca, y distanciada, un poco fría, pero sin embargo muy atractiva. Es experimentar uno de los temas principales e la historia del arte, las influencias y las reinterpretaciones.