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Temporal, una mirada cíclica

por José Luis Dávila

Nos pensamos en ciclos, en recurrencias de temporalidades que se suceden de acuerdo a los contextos que habitamos. Marcamos en calendarios esos ciclos, pero también en nuestra piel cargamos con el tatuaje que son los acontecimientos dentro del tiempo. Y el tiempo cambia, tanto que nadie debería preguntarle a otro cómo pasa, porque nadie más que uno mismo puede decirlo. Porque la respuesta es imposible fuera de aquello que somos, y lo que somos es, precisa y circularmente, ese pensamiento en ciclos, en procesos personales que, cuando se tiene la voluntad, desembocan en objetos –probablemente parciales, inacabados– ilustrativos que permitan acceder a entender la punta de la manecilla que tiene el otro en su propio reloj.

Temporal - Fotografía por Job Melamed
Temporal – Fotografía por Job Melamed

Así es como entiendo Temporal, la nueva exposición en el Museo Amparo, que, compuesta de cuatro perspectivas es una colaboración de colaboraciones, es una mirada a las miradas de los artistas sobre las experiencias de aquellos que están en un momento crucial de su propio tiempo. 

Temporal - Fotografía por Job Melamed

Temporal constituye una reflexión en torno al hacer dentro del marco de lo finito, tanto por el formato de estancia bajo el cual se gestaron los proyectos como por las particularidades de los mismos, que se antojan polifónicos más allá de las explicaciones que pueda haber en las paredes de las salas. Esta es una exposición que permite al espectador enfrentarse a un paseo que, aunque breve, es emocionalmente pensativo sobre las propias circunstancias en comparación con las del exterior que connota el recorrido.

Dispositivos del cómo: Portadores de sentido en el Museo Amparo

por José Luis Dávila

Recuerdo que de niño me preguntaba cómo. Sólo eso, “cómo”. Cómo esto, cómo aquello. Me preguntaba, sobre todo, cómo las cosas eran las cosas. Cómo servían, por ejemplo, y en función a ese cuestionamiento eché a perder una videocasetera, dos televisores, un exprimidor de jugos, entre otros aparatos. Hasta desempasté un libro para ver de primera mano su cómo. Era una búsqueda, ahora lo sé, por el sentido y sus ramificaciones, por eso que subyace bajo el manto de lo físico.

Vivimos en un mundo de estructuras que se complementan, que están en constante choque, y unas con otras nos rodean para hacer aprehensible la experiencia, para que los sentidos puedan apreciar ese cómo desde la superficie, pero a veces son basta. Entonces creamos. Producimos dispositivos que tratan de hacer más asequibles los cómos. Que dan curso al sentido del que somos portadores para que otros lo interioricen e intelegibilicen.

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Así es como veo a Portadores de sentido, la nueva exposición que se encuentra en el Museo Amparo, una muestra que da pie a las interpretaciones del sentido que contraemos y que exteriorizamos en los contextos que habitamos. Un cúmulo de experiencias en colectivo de artistas que se reúnen en el tópico del cómo, desentrañando las relaciones subsistentes entre las piezas y el espectador.

Portadores de sentido es esa muestra que nos ayudará a apropiarnos de los cómos que ya están en nosotros y que sólo necesitan de un ojo dispuesto a preguntarse por sí mismo desde más allá de la estructura.

La pintura especular de Albisua

por José Luis Dávila

Cada día, sin saber reconocerlo, nos buscamos en aquello que nos rodea, como si las cosas que componen al mundo pudiesen regresar la imagen que somos mientras pasamos frente a ellas, como si en ellas quedara la impronta de dicha imagen, sobrepuesta una y otra vez, en un juego especular para que al final se logre dar cuenta del paso de las edades, así marcando un sendero que conduzca, otra vez sin saber reconocerlo, a aquello que somos finalmente, es decir, al momento justo del ahora que se vive por tan sólo un instante y se transforma en otro y otro y otro, sin descanso pero sin reflexión del mismo proceso.

Sin embargo, cuando nos hacemos conscientes de dicho proceso es que hay, inequívocamente, oportunidad para construir un significado propio de cada paso que se ha dado, de cada vez que se ha tenido que adaptar algo o que desechar, un significado responsable de aquello que se ha vivido. Es bajo estos términos que Fernando Albisua presenta en Get Galería la exposición Laberinto de emociones: Espejo del alma, una muestra del trabajo que durante su carrera como artista ha desarrollado la presencia de la vivencia cotidiana transmutada en piezas que denotan cuestionamientos personales y hacen que el espectador se sienta implicado desde su experiencia; las obras de Albisua son, en este sentido, catalizadoras de la experiencia del otro, brindan la posibilidad de establecer un diálogo en el que la presencia del objeto no le dice al que la ve, sino que espera ser dicha por éste.

El punto cumbre de esta nueva exposición es, quizá, la presencia del compromiso del artista con su obra misma, el relato que se arma alrededor de la secuenciación de las piezas y la construcción del espacio que se logra como un recorrido de etapas y las decisiones que se tienen que tomar en ellas; como su título lo anuncia, la exposición es un espacio de búsqueda al centro, de hallazgo en la confusión y de encuentro con aquello que somos mientras lo somos, mientras el espejo nos puede devolver la mirada.

Blind Spots, la mirada de Robert Weissenbacher

por José Luis Dávila

No encuentro mejor manera de decirlo: Robert Weissenbacher es un sujeto excepcional que se merece, como pocos, el denominativo de artista. Quizá sea que en su obra no hay pretensiones de más, ni rodeos, ni superficialidades. Cada una de sus piezas llegan directo a lo que quieren tratar, temas que surgen de una reflexión en el sitio, de la cultura y las experiencias que ha adquirido durante su estancia en México.

Así, Blind spots, la muestra que se puede ver en Galería Liliput, es un recorrido de los últimos tres meses del artista, de las personas y los lugares, por ejemplo, pero también del choque cultural que le ha supuesto el viajar, tanto fuera de su geografía habitual como fuera de su zona de confort creativo. Robert logra hacer que sus pasos se vean reflejados en los lienzos y provoca interpretaciones personales en los espectadores, quienes se podrían cuestionar la pertinencia de elementos como los ángeles o las máscaras, propios de la localidad, en un artista que se encuentra elaborando las piezas de manera constante y específica para el lugar en que se encuentra.

De tal modo, Blind spots da la sensación de ser una exposición de miradas que observan y son observadas, de espejos en los que uno se puede encontrar dentro de los trazos y sus formas, desentrañando a quienes habitan esos puntos ciegos de nosotros mismos, eso que no quieren ser observados ni siquiera por sí mismos.

Link al sitio web de Robert Weissenbacher: http://robert-weissenbacher.eu

Espacio y ausencia: Cándida Höfer en México

por José Luis Dávila

Me gusta pensar en los lugares cuando están llenos. Me gusta pensar ahí porque, precisamente, están llenos. Es una dinámica extraordinaria. Las personas que transitan los espacios aportan sentidos nuevos con cada paso que dan. Pero también me gusta pensar ahí porque los imagino vacíos, porque entre el estruendoso y repetitivo cuchicheo se cierne un silencio implícito de la arquitectura, la piedra y el metal tienen una voz en h, una aspiración fonética que resulta fundacional para que llegue a haber la construcción de un lugar.

Es así que Cándida Höfer nos trae al Museo Amparo una exposición de eso, de la vacuidad del espacio mexicano que se presume siempre habitado, siempre repleto. Sus fotografías son un esfuerzo objetivista de apreciar la esencia primaria de los recintos que a diario concebimos como artificios funcionales, elementos que no apreciamos por la rapidez con la que los cruzamos.

Cándida Höfer en México - Fotografía por Job Melamed
Cándida Höfer en México – Fotografía por Job Melamed

Es, pues, una forma de acercarse a aquello que creíamos conocer y que en la frontalidad de las imágenes devela detalles de los que el ojo cotidiano no se percata; una exposición de la presencia del espacio en la ausencia de los que lo armamos.

Paz Errázuriz: una mirada sobre la identidad

por José Luis Dávila

Empezar diciendo algo como «Pocas veces en la vida» es un cliché, sin embargo, en esta ocasión me resulta preciso, ya que pocas veces en la vida uno se topa con una obra sencilla y potente, una producción fotográfica sensible estética y socialmente,  que en esencia transmite la visión de lo que una época quiso ocultar. Paz Errázuriz, con el nombre de la artista se halla la cohesión de todas las salas que componen esta muestra albergada en el Museo Amparo, y de sus palabras, en esta entrevista ella nos cuenta su perspectiva al respecto.

José Luis Dávila: La pregunta fundamental, que creo es necesaria después de ver las fotografías, es ¿por qué te interesan tanto los rostros de las personas? ¿Qué encuentras en los rostros?

Paz Errázuriz: En realidad es la persona la que me interesa, lo que puedo realizar de alguna manera después de ese encuentro es esta fotografía que inevitablemente se puede convertir en un rostro, pero a mí me interesa mucho la persona; en el fondo siempre me di cuenta tarde de esta búsqueda mía sobre la identidad, este rostro donde me siento muy reflejada yo también. Es como siempre estar en una búsqueda de algo mío, como mi propia huella, o la del otro, lo que estoy buscando.

JLD: ¿Qué tan difícil fue esta búsqueda, artística e identitaria, en un contexto dictatorial? Chile pasó momentos muy álgidos en esas décadas.

PE: Yo creo que esta búsqueda todavía, creerás, la continúo. Por supuesto, en tiempos de una dictadura tan feroz como fue la de Pinochet, y tantos países hermanos que han tenido otras dictaduras, nosotros aprendimos a sortear estos caminos buscando la forma para ser lo que uno quiere, puede ser más fácil en algún momento y a otro más difícil, pero mientras tú lo vas haciendo como que las dificultades las vas sorteando, las vas dejando atrás también. Entonces no podría ver cuándo es más fácil o más difícil porque es tu propia energía la que te lleva, te da fuerza. Mientras tú sepas manejar esa propia energía, la puedes perder o tener en los momentos difíciles o menos difíciles, pero estar más atento siempre al otro, eso es lo que me interesa.

Paz Errázuriz y José Luis Dávila - Fotografía por Ricardo Torres
Paz Errázuriz y José Luis Dávila – Fotografía por Ricardo Torres

JLD: Hablando sobre la dictadura y su represión, ¿qué tan difícil fue para ti como artista que tu obra se reconociera antes afuera de tu país?

PE: Claro, imagínate la indiferencia absoluta que tuvo mi trabajo. Pero mira, a mí no me importaba porque yo nunca pensé, ni siquiera sabía yo la posibilidad de tener apoyo financiero. ¡imagínate conseguir alguna beca! Eso fue muy tarde después. ¡Como que uno cree que así es la vida! (Ríe) Sí, así es la vida. Después, claro, suceden cosas tan tarde y es una sorpresa en realidad que se reconozca; es una bonita sorpresa porque yo ya no soy joven y entonces como ¡va! ¡Mira lo que sucedió con lo que he hecho!

JLD:  Que siga manteniendo el trabajo tu fuerza…

PE: Sí, y que eso mismo te ayuda; yo estoy con muchos proyectos.

JLD: En estos proyectos hay temas con bastante fuerza artística todavía, ¿qué es lo que buscarás ahora? ¿Vas a seguir sobre lo mismo o a explorar algo más?

PE: Mira, yo creo que he hecho siempre lo mismo (ríe), pienso que por mucho que cambie, digamos la faceta o lo exterior, pero siempre estoy en lo mismo. Es como que sin querer vuelvo a lo mismo, no es que me tropiece sino que intencionalmente me tiro otra vez a lo mismo.

Estructuras de identidad, miradas que construyen

por José Luis Dávila

De pequeño tenía esta costumbre, quizá entonces poco orientada pero sí bastante necia, de juntar imágenes; ponerlas todas en una caja de zapatos para verlas de cuando en cuando, imaginar cosas sobre ellas, de la polaroid en la boda de mi tío al accidente recortado del periódico, momentos propios y ajenos que me resultaban de particular interés, pues a partir de éstos lograba pasar horas determinando cómo estaban hechos, qué tenían dentro, cómo habían sido tomados. Mi breve colección se perdió en los años de la adolescencia por cuestión de una inadvertida limpieza materna que los pensó más bien como papeles inservibles, rescatando sólo las fotos que le parecieron importantes. Su mirada, pues, argumentó contra la mía; ella buscaba pragmatismo mnemotécnico mientras que yo estaba asentándome desde una orilla mucho más estética, buscando una identidad propia en los rostros de los desconocidos que guardaba.

Estructuras de identidad, colección Walter - Fotografía por Job Melamed
Estructuras de identidad, colección Walter – Fotografía por Job Melamed

Pensé en todo esto al verme frente a Estructuras de identidad, en el Museo Amparo, una exposición que surge de revisar profundamente la colección Walter para presentarnos salas armadas en torno a la idea de quién se es, de cómo se es, de qué lugares habitamos y qué tipo de espacio construimos en ellos. Su valor se encuentra, creo, en la manera de concatenar diversas miradas sobre un mismo tema, miradas que cuentan a los demás desde sus cuerpos y poses pero, sobre todo, cuentan un dentro-fuera de la imagen que hace cuestionar la apropiación de la identidad en el contexto de cada una, de la toma natural en el metro a la impostura de una sesión específica.

Quizá sea esta una de las exposiciones más interesantes que pueda haber antes de terminar el año, ya que apela al descubrimiento de uno mismo en el otro que se encuentra retratado, impulsa a preguntarse de sí las técnicas que se tienen para ser y no ser, para construirse en medio del ruido que aterra a cualquiera cuando se está buscando en imágenes ajenas, que se está coleccionando de a poco y entendiéndose cada que abre la caja de zapatos que es la memoria.

Animaciones, sueños, narraciones: entrevista a Ricardo Bernal

La semana pasada, por invitación de la Secretaría de Cultura y Turismo del Estado, el Mtro. Ricardo Bernal impartió el curso Animaciones del mundo; tuvimos la oportunidad de conversar con él y esto nos dijo:

José Luis Dávila: ¿Cómo es que pasaste  de  escribir a interesarte por la animación?

Ricardo Bernal: En realidad no es que haya pasado, no es que haya dicho ahora voy a pasar, es lo que se dio solito. Yo siempre he visto caricaturas, desde chavo -soy generación Tío Gamboín, ya sabes-, y hace como seis o siete años me dieron una invitación a un sitio que se llama Patio de butacas, es una escuelita de cine donde puedes bajar cosas, de ahí empecé a bajar animaciones y a verlas, recordé unas cosas que yo había visto de Japón y a juntarlas, armar discos y rolárselas a mis amigos; empecé a llenar mis horas de ver animaciones y me clavé. En Guadalajara, antes, cada año me invitaban a dar un curso de literatura: de terror, literatura fantástica mexicana, etc., entonces me hablaron y me pidieron dar un curso y dije: “¿por qué no te organizo una presentación de animaciones?” Por primera vez di Animaciones del mundo; fueron nueve semanas, un día a la semana, tres horas, y les encantó. Además, siendo profesor del Claustro Sor Juana, ahí empecé a dar cursos de las animaciones aparte de mis clases, e incluso mis clases de literatura las he estado aderezando con animaciones. Ahorita doy una materia en la escuela de escritores que se llama Introducción a los géneros narrativos y en los temas de pronto les digo que nos toca caricatura y los alumnos están felices, ¿por qué se conectan? Porque para que haya una buena animación tiene que haber una buena narrativa. En el caso de las animaciones no es como en el cine que filmas y puedes tener mucho material para editar, en la animación hacer un minuto es mucho, entonces la historia tiene que estar perfecta, tiene que estar bien cuidada.

JLD: ¿Cómo ha influido esta idea de la narrativa de la animación en tu misma obra?

RB: Tiene un rato que no escribo, pero tengo una bitácora en la que, cuando me acuerdo y cuando me da tiempo, escribo mis sueños. De pronto me dicen “¿A poco sueñas eso?” ¡Yo siempre he soñado así!, yo veo la vida como caricaturas, con todo respeto. Creo que el género narrativo más antiguo de todos son los sueños, es anterior a todo, entonces sí creo que haya una influencia porque a veces sueño caricaturas, sueño pantallas, sueño personajes. Ahorita estoy en eso, en la escritura de sueños. Pero si me pongo a ver mis propios cuentos y mi poesía, siempre hay mucha imagen, siempre hay cosas que creo que ya estaban desde antes.

Animaciones del mundo, póster
Animaciones del mundo, póster

JLD: En este sentido, ya hablando del curso de Animaciones del mundo, ¿cómo fue que recopilaste todo esto y cómo hiciste la selección para hacer este extracto que traes aquí?

RB: Lo primero fue escoger los países; ayer, por ejemplo, vimos Estados Unidos, Canadá y nada más, para Europa pues escogí las que más me gustan, hoy vamos a ver Suiza, de pronto cuando doy el curso le dedico a Francia una clase de cuatro horas, ahorita no nos va a dar tiempo de ver Francia más que unos veinte minutos, entonces lo más difícil para mí no es qué pongo sino qué quito; pienso “¡Chín! No van a ver esto”. Creo que lo que traigo son joyas, esto hace que el curso sea muchísimo más preciso y no tan extenso. Obviamente tuve que dejar fuera países; Argentina, España, ¡Japón!, que es todo un universo. Di un curso el año pasado que se llama Animaciones selectas de Japón, tenía entre mis alumnos, ya sabes, puro otaku; se quedaron así de “¿apoco esto se hace en Japón?” “¡Claro!” Esta vez voy a terminar con algo que a mí me encanta: una selección de comerciales animados; muchos dicen que la publicidad no es un arte pero concentrar en 10, 30 o 60 segundos toda una historia y toda una trama con atractivo visual para que la gente compre un producto es interesantísimo.

JLD: ¿Has considerado dentro de todo tu curso la idea de la animación comercial que vemos regularmente en cine?

RB: Sí, ayer vimos a Tex Avery, que eran animaciones que salían en el cine en los años cuarenta, y cerramos ayer con una de Pixar, pero lo voy mezclando porque a mí lo que me interesa es ver la animación independiente. Por ejemplo, John Humble y su mujer que empezaron a hacer animación experimental desde los cincuenta y de pronto eso hizo que esta influencia llegara a Disney; otro por ejemplo es UPA, que es un estudio norteamericano que empezó a buscar más cuestiones artísticas, de pronto influye a Disney, y tú ves La noche de las narices frías, como se llamó acá 101 Dálmatas, tiene una estética que Disney no había hecho en ese momento, si ves El libro de la selva, es una película bien hippie, que se estaban haciendo todas estas cosas en la animación independiente. Entonces sí hay un intercambio, Disney no era muy innovador pero era bueno para mejorar lo que ya estaba lo mejoraba y eso es bien interesante, porque ya que sabes de otra animación, incluso la animación comercial la puedes ver diferente.

Ricardo Bernal y José Luis Dávila - Fotografía por Job Melamed
Ricardo Bernal y José Luis Dávila – Fotografía por Job Melamed

JLD: ¿Tú crees que la animación como texto narrativo de alguna manera tiene un valor literario?

RB: ¡Por supuesto!, igual que en el cine, de un buen guión puedes hacer una buena o una mala película pero de un mal guión no puedes hacer una buena película nunca, igual pasa con las animaciones. A mí no me gusta hablar de literatura, a mí me gusta hablar de narrativa, creo que la narrativa abarca más lo que yo busco en mis clases y todo porque la literatura como que encasilla mucho, todo es narración, los sueños son narrativos también.

Irredenta, teatro del anhelo

Iredenta, tierra de nadie
Iredenta, tierra de nadie

por José Luis Dávila

Estamos siempre a la caza de aquello que anhelamos; ya en nuestros sueños o nuestras acciones, buscamos que el mundo se configure de tal modo que logremos estar cada vez más cerca de las metas que nos planteamos y con ese fin solemos confiar en ilusiones que nosotros mismos provocamos, ilusiones que se rompen tan fácil que no da tiempo para entender dónde quedó el error, por eso volvemos a caer en ellas. Estamos a la caza, pues, de lo mismo a lo que le servimos como presa. Un círculo vicioso en toda forma.

Poco a poco esa situación nos lleva a límites incomprensibles, a situaciones de riesgo que ni siquiera notamos, y entonces se presentan las dos opciones básicas que todos tienen: seguir avanzando o vivir aferrados. Simple, ¿no?

Hace unas semanas vi Irredenta, una obra que se presenta en Rekámara, teatro íntimo, y que me dejó cuestionarme las aspiraciones que tengo respecto al exterior, a mi entorno y las personas que están en él. Creo que todos hemos pasado por etapas en las cuales existe desesperación y nos anulamos para no sentirla, momentos que preferimos dejar bajo la alfombra con tal de que no nos lastimen, o peor, de que no vean los demás que algo nos lástima porque la debilidad es algo que no nos permitimos.

Iredenta, tierra de nadie
Iredenta, tierra de nadie

Irredenta trata, me parece, de esto mismo, el proceso por el cual alguien evade aquello que tiene y busca eso que no podrá alcanzar, lo hace a través de cuatro miradas distintas, cuatro prostitutas que al avanzar la trama se vuelven entrañables y cercanas, no sólo por la manufactura del guión sino por el ambiente establecido y bien logrado por la dirección, guiada hacia la empatía del público.

Esta obra es una recomendación absoluta, necesaria, que provoca reflexión partiendo de temas que quizá ya se han tocado en otras piezas teatrales, e incluso otros formatos, pero que tiene un toque especial gracias al trabajo actoral, sabiendo retratar los conflictos internos de los personajes y estableciendo los problemas para ser pensados al salir de la función, cuando las emociones se asienten de nuevo en el espectador.

Generosity, regresar a la naturaleza: entrevista a Dulce Pinzón

En la terraza del Museo Amparo se encuentra la intervención Generosity, de Dulce Pinzón, y pudimos conversar con ella al respecto. Aquí pueden leer todo lo que nos dijo.

Generosity, de Dulce Pinzón - Fotografía por Job Melamed
Generosity, de Dulce Pinzón – Fotografía por Job Melamed

José Luis Dávila: ¿Por qué el nombre de Generosity?

Dulce Pinzón: El nombre viene de una lectura que hice hace algunos meses que habla sobre una tribu en Sudáfrica en donde tienen una dinámica acerca de su concepto sobre el crimen y la justicia: ellos hablan de una persona que comete una falta en la sociedad, se le confina en soledad por una semana y todos los integrantes de la tribu pasan uno por uno y le dicen las cosas positivas que recuerdan sobre esta persona, por ejemplo “¡qué bonitos ojos tienes!”, “ recuerdo que bailas muy bien”, “tú alguna vez me ayudaste a cargar la bolsa”, cosas así; entonces, es como regenerar la parte de la dignidad de la persona y reincorporarlo a la sociedad. Me recuerda un poco como a la parte que tiene la naturaleza con nosotros, pero no la que nosotros tenemos con ella, en donde ella se empecina en darnos, digamos, sentido de regeneración, sentido de bondad y nosotros tenemos esta relación quebrantada, enferma y, sobre todo, violenta con la naturaleza. Entonces de ahí surge la palabra generosidad y estos actos que hago a manera de instalaciones artísticas, de instalaciones públicas que hablan justamente sobre eso: reinstaurar esta gratitud que me gustaría que todos como seres humanos ejerciéramos hacia la naturaleza por todos los millones de años que nos ha permitido no sólo estar en ella, sino continuar en ella. El proyecto nace en varias fases, esta primera fase es hacer estas frases, que primero fueron ideadas a manera clandestina pero ahora las estamos haciendo alojadas en instituciones como museos, galerías, espacios públicos que tengan una audiencia ya asidua, crear estas frases con un tono un poco irreverente sobre el uso desmedido de ciertos materiales como el pet, el unicel, los popotes, el plástico en general. Esta pieza que hicimos en conjunto, porque el proyecto se trata de que las piezas se hagan en comunidad para crear esta reflexión de manera colectiva, es con unos vasos que están hechos de almidón de papa y botánicas que se degradan entre 90 y 240 días, es la materia prima con la que nosotros escribimos la frase, insertándolos en una malla ciclónica y creamos estas frases que justamente aluden al desuso del unicel.

Generosity, de Dulce Pinzón - Fotografía por Job Melamed
Generosity, de Dulce Pinzón – Fotografía por Job Melamed

JLD: Mencionas varias cosas interesantes, pero me llama la atención esta parte en la que lo artístico se vuelve clandestino dentro de la misma idea del proyecto, ¿qué tan irreverente llega a ser cuando es clandestino a cuando es alojado por una institución?

DP: La idea inicial es que fuera clandestino, justamente por el lenguaje, porque yo quería hacerlos en espacios públicos en donde estuviera la pieza expuesta al público en general y, de hecho, que el público mismo interviniera la pieza con diferentes mecanismos pero al darnos cuenta que no funcionaba, pensamos en espacios empáticos que están abiertos a expresiones artísticas como estos. Digamos que lo fuerte de la pieza es el tono en que las piezas están escritas: “wey”, “puto”, como en lenguaje coloquial, porque al final es una llamada de atención fuerte. En otros lugares en donde se va a hacer, como en Estados Unidos habrá un “fuck”o un“what the hell”, que a la gente le llame la atención, en principio, el lenguaje y después se cuestione más allá. Además, queremos que la gente vea la biodegradacion de las piezas y lleguemos a esta metáfora que habla sobre cómo los seres humanos no ejercemos esta sabiduría de la naturaleza.

JLD: Se pretende que Generosity tenga una incidencia social, ¿cómo consideras lo artístico para generar esta incidencia?

DP: Yo creo que el arte es uno de los mecanismos más efectivos que puede haber para crear conciencia de todo tipo: conciencia social, conciencia ecológica, conciencia en todos los ámbitos que todos nosotros quisiéramos como artistas incidir. Creo que al ser tan benevolente, digamos que también como tan metafórico y a la vez como tan sutil, hace que el arte nos cree formas de reflexión que quizás en otras formas no lo hay, además, esa forma de emparejar con otras disciplinas y emparejar con otros ámbitos, por ejemplo, esta pieza que va de lo artístico a lo político, pues que logre también filtrarse en otras esferas.

Generosity, de Dulce Pinzón - Fotografía por Job Melamed
Generosity, de Dulce Pinzón – Fotografía por Job Melamed

JLD: Esta idea del fin político de Generosity, ¿cómo lo piensas desarrollar, cuáles son los pasos a seguir después de tener todas las intervenciones, o cuántas planeas?

DP: Yo no creo que tiene que haber un número específico, nosotros estamos abiertos a las invitaciones de instituciones y de cualquiera, ahorita por ejemplo nos están abriendo las puertas escuelas y colaboraciones múltiples, lo cual me parece de verdad, haciendo una redundancia sobre la frase, que es esta generosidad misma de la pieza que hace que otros espacios empaticen con el mismo mecanismo de la dinámica. Las fases son varias, esta es la primera fase porque me parece que es la más fácil y la más viable de instaurar pero después vendrán otras que tienen que ver con vídeo, con recoger basura a forma de metáfora, vídeos más artísticos en donde intervendré yo con mis hijos y otras hacer cabildeo político. De las fases finales en donde, como comunidad que hemos reflexionado sobre algo especifico, llevemos estas propuestas a la cámara de diputados, de senadores, digamos que un poco como empoderándonos como comunidad, revirtiendo un poco todo lo que hemos cedido a las corporaciones en cuanto al poder que ellos tienen sobre nosotros y cómo de alguna forma nosotros también somos cómplices de lo que sucede en el mecanismo de la economía y llevar planes de acción concretos a esferas mayores para poder, de una forma más contundente, frenar lo que está pasando con el planeta.