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Bramido hiperbólico

Fútbol - Imagen pública
Fútbol – Imagen pública

por Andrea Rivas

Entrados en el Mundial 2014 me parece poquísimo oportuno hablar de fútbol. Fútbol en la sopa, fútbol de desayunar, comer y cenar, fútbol para los amantes del soccer, fútbol para los que lo odian, fútbol para los comunistas, los hipsters y aquellos a quienes no les importa. Y sin embargo, ver fútbol me parece entretenidísimo por muchas razones. Una de ellas es que no importa si no entiendo un pepino de lo que está ocurriendo: es el ruido. El sonido estruendoso de la afición en el estadio, la euforia de los comentaristas -¡con qué perspicacia, con qué emoción narran hasta el más aburrido de los partidos!: ¡esto es guerra, señoras y señores, aquí se juega la vida, estos son nuestros guerreros..!

El balompié se convierte en una batalla campal, en una pelea de vida o muerte, en el futuro de todos nosotros; Christian Martinoli y Luis García vuelven un partido en la lucha que decide el destino de los vivos. Y en esta ocasión, no soy yo la hiperbólica, son ellos los autores de frases como: ¡Oribe, el nuevo padre del país, el hombre, Oribe para presidente de la ONU! Y qué ingenio, qué lucidez -o demencia- es aquella con la que escupen ocurrencias como la de ver a un jugador transformando en escorpión invertido con cucaracha y serpiente…

Luis García y Christian Martinolli - Imagen pública
Luis García y Christian Martinoli – Imagen pública

Imagino a estos tipos siendo comentaristas de mi vida. La tensión durante todos los angustiosos días en los que escribía aquel ensayo de Realismo y Romanticismo, el grito repitiendo mi nombre con cada página aprobada por el profesor: Andrea, Andrea, Andreeeaaaa; y luego el diez, diez, dieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeez, dieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeez, dieeeeeeeeeeeeeeeeez de Andreaaaa, la mujer, presidente de las letras, Andrea para directora de la RAE, Andrea Nobel de Literatuuuraa…

O ese espantoso poema que, en su momento, me pareció soberbio: no, bueeeno, ¡qué vergoña, doctor, vergoña absoluta! Vea usted, entiendo que en secundaria se vale, pero ¡poooor favor, Riiivas!

La columna de esta semana no es, sin embargo, campaña futbolística ni mucho menos. Es una invitación reiterada a la poesía. Poesía con tendencias hiperbólicas y enajenadas. La poesía que está, sin duda alguna, en todos lados. Y no es necesario tener título de poeta para encontrarla, está ahí, donde una voz se desgarra como si el alma se le fuese en ello, está ahí donde el espíritu se remueve y sacude el espacio con aullidos que, mientras resuenan, nos hacen saber que esto es la vida, que en este preciso momento, esto somos, a esto sabemos.

Luis García y Christian Martinolli - Imagen pública
Luis García y Christian Martinoli – Imagen pública

Miserables, a carcajadas, sobresaltados, entregados, desquiciados, maravillados y terriblemente decepcionados: así la vida. Así recordarnos en el día a día, escuchando a la afición, a la voz que nos sacude mientras hacemos un giro inesperado al preparar el desayuno ¡maaantequilla, señores! y luego el mordisco, el goce en el platillo servido magistralmente ¡pero por deus, qué forma de freír los huevos..!, dibujar sublimes lo cotidiano, alcanzar la cima, ¡le cordon blue para el pozole de esta señora, qué manera de cocinar!, caer, caer abajo y más abajo con la calaña y el bodrio, ah, no, bueno, parece tarántula chamuscada, ¿qué intenta hacer?; y al final del día saber que, ya sin pena ni gloria, cada segundo fue una imagen, un instante perpetuo, un bramido insuperablemente total.

Luis García y Christian Martinoli, nunca se mueran…