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Qué vergüenza

Protesta - Imagen Pública
Protesta – Imagen Pública

por María Mañogil

Ayer leí una noticia en la cual se afirmaba que ir desnudo por la calle no es ilegal en España, según el Tribunal Constitucional. El titular iba acompañado de una foto en la que se podía ver a unos jóvenes totalmente desnudos frente a un comercio, riendo y tapándose los genitales con las manos. La foto, en mi opinión, no tenía que ver con la noticia, ya que el hecho de taparse se contradice con el derecho a la liberta que se defiende, pero lo importante era el titular y no lo imagen.

Me sorprendió ver la reacción que tuvo mucha gente ante esa resolución, que no es ni mucho menos nueva y que ya se contempla desde hace años como un derecho constitucional, pero que, como siempre, pocos se han molestado en leer hasta que no les ha quedado más remedio, por supuesto con el único fin de buscar actos delictivos donde no los hay.

De los comentarios que leí, pude distinguir dos tipos: los de las personas que prestaron más atención a la foto y la relacionaron con una gamberrada más que con una reivindicación de derechos y los de la mayoría, que aún sabiendo que con el hecho de ir desnudo en plena calle no se está incurriendo en ningún delito, no lo consideran cívico ni moral y argumentan que es una falta de respeto hacia la sociedad.

También leí comentarios de padres y madres que aseguraban que debe ser denunciable que alguien camine desnudo delante de sus hijos menores de edad. Bueno, es una opinión muy respetable, tanto como la mía. Yo me plantearía mejor educar a mis hijos de tal manera que no tuvieran que avergonzarse nunca de su cuerpo ni del de los demás. Por supuesto que hay que proteger a los niños del comportamiento abusivo por parte de los adultos; esa es nuestra responsabilidad. Pero ese es otro tema que nada tiene que ver con éste.

Protesta - Imagen Pública
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EL RESPETO

Siempre me he preguntado qué es en verdad el respeto o qué entendemos por “respeto” cuando decimos que algo es irrespetuoso. Y sobre todo, si lo que entendemos por “sociedad” nos incluye a todos o sólo a la mayoría, dejando a los grupos minoritarios fuera del concepto de “sociedad”. Para mí, la sociedad somos todos sin excluir a nadie. El problema es que no todos pensamos igual ni nos sentimos incómodos u ofendidos ante las mismas situaciones.

Por poner un ejemplo, yo siento que me están faltando al respeto cuando las personas que gobiernan mi país se sientan en el congreso a “negociar” los recortes que van a hacer en educación, mientras visten un traje que les ha costado el mismo dinero que yo necesito para pagar la matrícula del colegio y los libros de texto de mis hijos los próximos cuatro años.

También me siento muy ofendida cuando un ministro, también vestido con traje y corbata de coste superior a lo que yo pueda ganar en dos años de trabajo, diga públicamente que no hay dinero para pagar los tratamientos que mejorarían la calidad de vida,  (en algunos casos la salvarían) del 90% de las personas afectadas por hepatitis C.

No me sentiría ofendida, en cambio, si ese mismo ministro entrara en el congreso en calzoncillos y con el dinero que nos ahorráramos en el traje se pagasen esos tratamientos. Por mí, podía ir en pelotas. Es más agradable ver penes de ministros que educación pública tirada a la basura y sanidad en ruinas. Más agradable y menos insultante.

Quizás mi concepto de “respeto” no sea el mismo que el de la gran mayoría de personas que se sienten incómodas o violentadas por ver el cuerpo desnudo de otra. A mí me parece precioso un cuerpo desnudo, sea de un hombre o de una mujer, independientemente de que sea más delgado o más grueso, blanco, negro o de colorines.

LAS NORMAS

Una cosa es la legalidad y otra las normas establecidas por las diferentes culturas. En una misma región o país hay multitud de normas que vienen determinadas por una cultura, una religión, una etnia o cualquier otro grupo. Yo conozco chicas jóvenes que no se pondrán minifalda en su vida porque no está bien visto en el entorno en el que viven y en el que han sido educadas, cuando para la sociedad actual no supone ninguna falta de respeto hacia los demás hacerlo. Entonces, ¿dónde están las normas? y sobre todo, ¿quién las establece?

Yo he visitado una casa donde me han hecho descalzar antes de entrar. No es mi casa, por lo tanto debo respetar las normas que hayan impuesto los que vivan allí. Pero la calle es de todos y aunque también hay (y debe haber) unas normas de conducta, como son utilizar las papeleras, no romper las farolas, etc… no hay ninguna regla establecida sobre lo que debemos o no debemos llevar puesto encima. Si fuese así, en invierno todo el mundo deberíamos salir a la calle con ropa de abrigo aunque nos estuviésemos muriendo de calor.

Deberíamos pensar si la cantidad o la calidad de la ropa que lleve una persona nos importa por algún motivo en especial, si nos molesta por algún problema o trauma personal (lo cual se puede tratar en consulta médica) o si de verdad es un problema tan grave como para considerarlo una amenaza y un daño a la humanidad.

Que no nos guste lo que vemos es una cosa, que nos incomode es otra y que nos cree un trauma es otra completamente distinta a las dos anteriores. Nos puede traumatizar ser testigos de un asesinato o de un maltrato, pero que nos llegue a traumatizar ver unos órganos sexuales dependerá de la educación que hayamos recibido. Al fin y al cabo no dejan de ser una parte más de nuestro cuerpo.

Los perros también se pasean desnudos por la calle y a los machos se les ven los testículos. Si algún padre o alguna madre considera que ver eso le está causando algún problema psicológico a su hijo, puede ir a poner una denuncia, pero no conseguirá que les pongan pantalones a los perros, como mucho le recomendarán acudir a un psicólogo.

Protesta - Imagen Pública
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LA VERGÜENZA

A veces, cuando hablamos de vergüenza, me pregunto si no estaremos hablando en realidad de miedo. No tiene nada que ver el significado de una palabra y otra, pero yo creo que a menudo se confunden. No estoy hablando de timidez, ya que eso es un rasgo de carácter, no una actitud ni un sentimiento.

La vergüenza es eso que sentimos en soledad por algo que hemos hecho nosotros y que sabemos que no deberíamos haber hecho. Todo lo demás a lo que llamamos “vergüenza”, aunque se parezca, no lo es; es miedo. Tampoco creo que exista la vergüenza ajena ni que haya que llamar así a lo que sentimos cuando la responsabilidad de unos actos determinados no es nuestra.

Cuando tropezamos en la calle y miramos hacia todos los lados para asegurarnos de que no nos ha visto nadie, no es vergüenza, ya que no hemos cometido ninguna acción de la que debamos avergonzarnos. Lo que sentimos es miedo a que quien nos vea piense que somos torpes. Si no nos atrevemos a hablar en público y lo pasamos tan mal cuando no nos queda más remedio que hacerlo, es porque tenemos miedo a equivocarnos al hablar y que otros se rían de nosotros. Cuando no sabemos algo, pero tampoco lo preguntamos, también es por miedo a que piensen que somos tontos por no saberlo.

Hay personas que creen que se avergüenzan de otras, y digo “creen” porque en realidad de quienes se avergüenzan es de ellas mismas. Cuando acompañan a alguien de quien tienen un mal concepto (ya sea por su forma de vestir, por sus ideas o por otro motivo), se esconden de las demás personas a las que sí consideran “apropiadas” o “ideales” porque tienen miedo de la opinión de estas últimas. Vergüenza deben sentir después, cuando se quedan solas y se dan cuenta de que han puesto por encima de sus decisiones, las decisiones de los demás, porque eso sí que es vergonzoso.

Lo único que diferencia el miedo de la vergüenza es que cuando se vaya todo el mundo lo sigamos sintiendo o no. Deberíamos revisar de vez en cuando a qué tenemos tanto miedo, eso nos ayudaría a entender el porqué lo tenemos y sólo así podríamos superarlo. Y aprender a sentir vergüenza sólo cuando sea necesario, para mejorar nuestro comportamiento, por ejemplo.

También deberíamos contemplar muchos cuerpos desnudos y así se nos quitaría la manía de querer esconder lo que somos y sobre todo, nos daríamos cuenta de que no somos tan diferentes a los demás.  Al fin y al cabo, la ropa sólo es el envoltorio y lo que nos comemos es el caramelo.