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Lectura sobre Lecturas: Arte contemporáneo mexicano en el Museo Amparo

Lecturas de un territorio fracturado - Fotografía por Job Melamed
Lecturas de un territorio fracturado – Fotografía por Job Melamed

por José Luis Dávila

De a poco, desde hace años, me fui inmiscuyendo en el arte contemporáneo a modo de espectador y, más tarde, cuando consideré haber adquirido el conocimiento mínimo necesario para pasar a la acción de expresar las razones de mi gusto, empecé a escribir sobre los museos que visitaba, los artistas, las experiencias con la pieza y las personalísimas reflexiones que, aunque redunde, me provocaban las reflexiones de los otros. Y mientras más veía, más quería pensarlo, comentarlo, apropiarlo. Porque, en gran medida, para eso es el arte: entender en uno algo que se genera desde la obra con el fin de cuestionar lo que nos rodea y establecernos desde un punto crítico.

Quizá esa sea la razón que más me atrajo. Mucho más cuando hay arte mexicano que se ocupa de desarrollar ese tipo de cuestionamientos sobre la identidad, la violencia, las convenciones sociales y morales, las creencias religiosas, o incluso del mismo acto creativo. El arte contemporáneo mexicano es una geografía híbrida que debe ser explorada a fondo, meticulosamente, con el interés que merece. Por ello, creo que es un gran logro la nueva muestra Lecturas de un territorio fracturado, la cual expone parte de la colección del Museo Amparo en un esfuerzo por dilucidar los cómos y qués que provienen desde la década de los 90’s y se topan con la actualidad.

Lecturas, curada por Amanda de la Garza y Cecilia Delgado, encuentra su hilo conductor en la concatenación de estilos y crea pasajes que se cuentan a sí mismos dentro de las salas, puentes que se establecen no para conectar tiempos ni lugares, sino ideas que se concretan en la experiencia de aquél que los recorre.

Es, pues, un ensayo hecho exposición, una argumentación sobre las preguntas que el arte arroja en México y posibilita conclusiones latentes, aunque no unívocas, que buscan ser desentrañadas. Una exposición para debatir y comentar, para acercarse al arte contemporáneo mexicano con la curiosidad justa que me recordó los motivos por los cuales me he quedado en esta línea de gusto estético y que, estoy seguro, despertará el gusto de todos los que se acerquen a ella.

Paul Strand: frontera de lo fotográfico

por José Luis Dávila

Como documento, la fotografía transita de lo cultural a lo artístico, existe en ese plano intermedio que separa ambos aspectos y, a la vez, los une. En tanto cultural, la fotografía se expande a modo de objeto de la memoria, representación física del recuerdo; y como artística, sin duda, transforma dicha memoria en voluntad del presente sobre el pasado antes del click del obturador, es decir, en una forma estética del instante que perdura por medio de la imagen construida desde la lente.

En ambos casos, existe un ojo autor que decide a cuál de los lados inclinarse. Un ojo autor que emite el significado para que nosotros podamos acceder a él. Un ojo autor que busca una postura ante el dilema de los caminos que se bifurcan, para así dar solidez a su producto. Sin embargo, ese ojo a veces, pocas veces, es más bien un habitante de la frontera, de un ni aquí, ni allá, pero sí entre ello. Tal es el caso de Paul Strand y toda la colección que se presenta de él en el Museo Amparo.

La exposición es un esfuerzo por concretar la experiencia de un viaje terminado abruptamente hace décadas, un viaje de búsqueda por el sentido estético que Strand quería explorar sobre México, uno que no llevara el folklore como punta de lanza sino la vida dentro de ese laberinto que era el país en transformación. Esta es, pues, una propuesta que nadie debería perderse en la ciudad para llegar a la apreciación de una mirada que pocas veces se valora sobre nuestro país.

Así mismo, se tiene que apuntar, todas las piezas que integran esta muestra se unen en la capacidad que tienen para dar cuenta de esa sensación de frontera, no únicamente por lo mencionado al inicio, más bien por la carga ideológica que transfiere sentidos y relaciona imágenes con el contexto de producción sin olvidar su faceta atemporal dentro de los límites de la técnica, es decir, crea en cada fotografía la capacidad del espectador para encontrar un sentido propio, como aquél que se busca en un territorio nuevo, como aquél que se atreve a saltar el muro de sí para llegar a un nuevo significado, como aquél que era Paul Strand.

Los bares, fuente inagotable de historias

José Luis Dávila y Jesús de León - Fotografía de Jessica Tirado
José Luis Dávila y Jesús de León – Fotografía de Jessica Tirado

Redacción Cinco Centros

El pasado viernes 20 de mayo, Jesús de León presentó su más reciente libro Este bar se llama… En compañía de José Luis Dávila, el autor dijo que estos cuentos versan en torno a situaciones protagonizadas por parroquianos, en bares de distintos lugares.

Jesús de León afirmó que los bares forman parte del folclor nacional, ya que muchos de estos suelen ser el representativo de sus ciudades. «La resurrección», «La búsqueda», «La cajita de cerillos», «Mis gordas», «La nave de los feos», «Ella lo amaba», «La sierra madre» o «La última y nos vamos» son sólo algunos de los nombres de los lugares que el autor ha conocido y que forman parte de esta antología.

El escritor norteño explicó que el nombre de un bar es la carta de presentación para invitarte a entrar. Una vez que se encuentra al interior, existe una fuente inagotable de historias, ya que la ebriedad acecha tanto como la belleza, precisó.

Jesús de León - Fotografía de Jessica Tirado
Jesús de León – Fotografía de Jessica Tirado

Jesús de León contó que suele escribir en los bares y es en estos lugares donde también ha presentado Este bar se llama… Sin embargo, agradeció a Libros & Libros el espacio y la oportunidad de compartir su trabajo con los lectores poblanos, pues dijo sentirse contento en la ciudad, ya que ésta tiene una riqueza cultural distinta a la que puede verse en el norte del país.

La escritura sobre las paredes: entrevista a Verónica Gerber

En el vestíbulo del Museo Amparo se encuentra instalada la obra Los hablantes, de Verónica Gerber, una serie de viñetas que funcionan como una narración sobre el lienzo de vidrio que son las paredes del mismo museo, contando un conflicto conocido por todos en México, una narración abierta que da esperanza y desasosiego a la vez, al preguntarse si es aquello que somos lo que queda de nosotros, tanto como individuos y sociedad, como buscando que la respuesta nos haga reflexionar nuestra realidad.

Respecto a Los hablantes, pudimos conversar con Verónica Gerber y aquí tienen la entrevista completa:

José Luis Dávila: Para empezar, ¿por qué se decide instalar la pieza en el vestíbulo del museo?

Verónica Gerber: La pieza forma parte de un programa curatorial que comparten el Museo Amparo y el MUAC, se llama Intemperie Sur, y particularmente está centrado en pensar en los intersticios del museo como espacios de exhibición, es decir, los espacios que normalmente no se utilizan para poner piezas. Por eso la obra de Elena está en uno de los patios y yo estoy en el vestíbulo, que no son salas de exhibición como tal, sino otros espacios en los que hay que resolver las piezas también de otras maneras y esa sería en principio la razón por la que está ahí. Ahora, yo elegí el vestíbulo también porque tenía la amplitud suficiente para poder plantear esta especie de tira cómica, que en realidad es más bien una tira trágica más que cómica, y porque me interesó mucho investigar sobre materiales para intervenir sobre vidrio.

JLD: ¿Qué diferencias hay, ya no tanto en el formato, sino en el concepto que tiene esta pieza con la del MUAC?

VG: Las dos se llaman Los hablantes, lo que pasa es que pasaron casi dos años desde la que presenté en el MUAC con ésta. Entonces se conservan la mayoría de los elementos pero digamos que se agregan otras cosas, es decir, en la del MUAC tenía globos de texto, la reflexión sobre la conversación y sobre tratar de pensar en pequeñas historias mínimas hacia dentro de pequeñas conversaciones entre personas y el elemento que había en la del MUAC son los pronombres personales que, digamos, son como formas mínimas del lenguaje y que refieren a personajes posibles: un yo, un tú, un él, nosotros, ustedes, etc., interactuando a partir de los globos de texto, el blanco y el negro, etc.; estos eran como pequeñas microhistorias en el MUAC. Y, aquí, después de dos años de trabajo y de otros proyectos que ha habido en medio que se relacionan, digamos que esta pieza es como una cuarta versión. Lo que hay aquí es que desaparecen los pronombres y aparece una narrativa más extendida en lugar de estas pequeñas microhistorias en los dibujos; tiene seis viñetas que entre todas te cuentan una historia, y en lugar de que haya pronombres lo que hay son pequeños textos en un formato que tiene más que ver como con la narrativa gráfica o como con el cómic. En las otras también hay bastante de cómic pero, te digo, creo que esa es la diferencia primordial, aquí hay una narración en seis viñetas, una historia muy clara que se cuenta y en la otra eran narraciones independientes una de otra en cada dibujo y los dibujos no estaban todos juntos, estaban dispersos en los patios del museo.

Verónica Gerber y José Luis Dávila - Fotografía por Dalia Ruiz
Verónica Gerber y José Luis Dávila – Fotografía por Dalia Ruiz

JLD: Sí, eso es muy muy interesante, porque tú hablas de narraciones, ¿eso viene de la vena literaria que también trabajas?, entonces, ¿cómo es para ti, como artista visual, integrar estos elementos literarios? .

VG: Exacto, pues mira, esa es una reflexión que siempre me está acompañando y que siempre estoy tratando de entender y de re-entender porque nunca es igual. Pero, a este punto, digamos que hasta donde estoy lo que he pensado es que, aunque mi formación es como artista visual, sin duda, y de hecho agradezco mucho esa formación, creo que lo que está en el centro de mi trabajo es la idea de escritura, eso quiere decir, para mí es un matiz en la elección de la palabra, no es literatura sino escritura y es desde la escritura que yo puedo ir hacia lo literario y hacia lo artístico visual, digamos, porque la escritura tiene esas posibilidades a las vez que literarias. Entonces creo que yo trabajo desde la escritura, mi idea es la escritura y de repente es más visual y a veces es más textual, depende, en este caso es mucho más visual que textual y tengo un par de libros por ejemplo, entonces en el libro es más textual, en fin.

JLD: Esta idea también de la escritura, tu trabajo ha sido muy itinerante en este campo de la literatura: Mudanza, tu libro, por ejemplo. Pero, ¿qué vena itinerante tiene este proyecto, aparte de estar en el MUAC y en el Amparo? ¿Hay posibilidades de que se exponga en algún otro lugar?

VG: De que se exponga, no al momento, es decir, es un proyecto pensado justo para el Amparo y el MUAC. Algo que a mí me importa mucho es que, si me volvieran a pedir que presente Los hablantes, sería distinto, no me gusta repetir la misma pieza, por eso hay transformaciones del MUAC a acá, a pesar de que yo ya sabía que tenía que ser en los dos, quise que fueran diferentes, no me gusta estar mostrando la misma cosa. Pero me gusta mucho tu pregunta del asunto de la itinerancia y que la relaciones con Mudanza, porque si algo tiene este proyecto también de diferente con el MUAC es que en el MUAC se imprimió una cosa que le llaman folio que es un mini catálogo que hace el MUAC de sus exposiciones, que de hecho está por allí, pero para esta hicimos una serie de postales con cada viñeta y tú te la puedes llevar, te llevas como toda la narración. Pero si las usas, porque para eso eran las postales en otra época, y bueno, ya no estamos muy acostumbrados a eso pero yo tengo esa esperanza, de que vaya alguien al correo le compre una estampilla y se la mande a alguien. Esa es una forma de itinerancia, para mí, de la pieza, es romper la narración de seis viñetas en seis viñetas y que cada viñeta vaya a distintos lugares y que sea pretexto para iniciar una conversación, porque en el fondo Los hablantes es una reflexión sobre la conversación; comunitaria, con un contexto político como el nuestro o no, pero sobre la conversación también, entonces creo que la itinerancia podría estar ahí, por ahora.

JLD: Finalmente, ¿sientes que Los hablantes podría convertirse en un proyecto un poco más literario en algún punto o ya viene como en conjunto con esa misma idea como mencionabas antes?

VG: Hay tres versiones de Los hablantes, de hecho: una es la que está aquí en el Amparo, otra es la del MUAC y otra es como un ensayo visual que está dentro del folio que te digo, ahí hay un ensayo visual hecho con los mismos dibujos de Los hablantes y es una reflexión sobre la conversación en un espacio comunitario. Entonces ya existe, no como libro, pero ya existe impreso, o sea que yo creo que siempre las cosas que hago tienen la posibilidad de estar en chiquito, en una postal o en un librito o en un fanzine, un postercito o yo qué sé, estar en un muro, como una pieza en algún espacio.

Yo sí le tengo envidia a Sean Penn

por José Luis Dávila

Yo sí hubiera querido entrevistar a El Chapo en su tiempo prófugo. Pero antes de que me insulten, de que descalifiquen mi opinión, de que intenten agredirme, o que lleguen realmente a hacerlo, quiero aclarar algo: me gusta considerarme una persona crítica y honesta, y me gusta la imprudencia que eso me permite. No creo en las correcciones políticas porque no creo en las tendencias políticas, pues son sólo eso, tendencias, como de la moda, como del espectáculo. Creo que todos estamos inmersos en un sistema, y que ese sistema apesta, pero no por eso creo en las instituciones extremo-izquierdistas falaces y pseudocomprometidas con el pueblo, porque todos sabemos que no lo están; todos sabemos que son la misma basura contra la que disputan aquello que llaman poder, pero que en realidad podríamos llamar solamente posición social. Porque el poder se ejerce, y ellos no saben cómo. Mucho menos tengo ideas partidarias de la derecha, porque históricamente ha demostrado ser el fracaso idealista de una clase fundamentada en abstracciones económicas. Por todo eso me puedo permitir repetir: yo sí hubiera querido entrevistar a El Chapo en su tiempo prófugo.

Sean Penn y El Chapo - Imagen pública
Sean Penn y El Chapo – Imagen pública

Es más, yo hubiera estado contento de conocerlo. De poder sentarme frente a él y pedirle la libertad de hacerle las preguntas que tengo rondando mi cabeza. Y hay que aceptar esto: todos tienen preguntas para ese hombre. Desde el por qué lo hace, pasando por el posible sentimiento de culpa, hasta la pregunta que creo fundamental para un traficante, es decir, cómo es su día laboral, su cotidianidad. Hay que ser muy imbécil para tragarse la romántica visión del druglord siempre en sus aposentos, rodeado de mujeres y sin hacer más en todo el día que mandar a matar a unos cuantos. Quiero decir, los tipos como él son unos criminales, marginados de toda la sociedad, buscados por todas las fuerzas policiales, y aún así Joaquín Guzmán Loera se las arregló para ser amado por demasiadas personas que en un mundo menos cínico deberían haber ayudado desde el inicio a capturarlo. Estar siempre escapando, siempre escondiendo lo que haces, debe ser cansado, incluso si tienes comprada a la policía. Qué fastidio tener que cerrar un restaurant sólo porque nadie te debe ver. Qué porquería de vida tener que pagarle a las personas de un pueblo entero para que puedas caminar un rato por la calle y tomar un poco de aire fresco.

¿Es lo que podemos decir una “mala persona”? Por supuesto. ¿Merece un castigo? Claro. No estoy en contra de su captura y no le tengo compasión. Ha hecho cosas terribles, y se han hecho cosas terribles en su nombre (dos posturas que son completamente distintas), pero no por eso todo lo que le rodea es su culpa.

El Chapo, Sean Penn y Kate del Castillo - Imagen pública
El Chapo, Sean Penn y Kate del Castillo – Imagen pública

El grueso de las personas que conozco han alzado un grito de indignación al saber que Sean Penn y Kate del Castillo lo entrevistaron secretamente en octubre, pero también estoy seguro de que la mayoría de esa mayoría tan sólo se han quedado con la información que traducen los diarios mexicanos, que sabemos están igual de vendidos al gobierno que el gobierno a los narcos, o peor aún, opinan solamente desde el conocimiento de los titulares. Pocos deben ser los que han ido al artículo original. Y si es el caso contrario, me disculpo, pero las aseveraciones que hago, deben comprender, están fundadas en que como pueblo hemos dado pie a que se hagan ese tipo de conjeturas. Estamos acostumbrados a la falta de reflexividad de nuestros semejantes porque sus actitudes se centran en la instantaneidad de las cosas, en buscar la comodidad antes de la humanidad, y eso lo vemos reflejado en las licenciaturas que más se estudian y el concepto cultural que se tiene de cada una de ellas. Como sea, ese no es el punto. La reacción ante esa entrevista publicada por la Rolling Stone ha sido de insultos y desaprobación no sólo por la población común, sino que muchos líderes de opinión se han manifestado en contra de ambos actores, a quienes incluso se les ha tratado de culpar por encubrimiento de información. Siento estar en contra de ello, pero realmente hay que tratar de ser un poco más abiertos al respecto. Sean cuales sean los motivos que los llevaron a realizar la entrevista (porque aquí estamos hablando únicamente del hecho de la entrevista y no de posibles relaciones interpersonales entre los actores y El Chapo, algo que realmente no nos compete porque no podemos determinarlo de primera mano) hay que ponerse a pensar en que, como producto, ha dado un artículo periodístico de gran valor cultural que en próximos años tendrá relevancia histórica. Además, y de mayor importancia, a pesar de ser actores, el ejercicio periodístico no se limita a quienes hayan estudiado o ejerzan como forma de vida la profesión, por lo que tampoco se limita la practica ética de la misma, y entonces es cuando el derecho de la fuente a permanecer en secreto tiene que ser respetado, sobre todo siendo que dicha entrevista da un panorama objetivo de la situación de Guzmán Loera y no incurre en apologizar su figura delictiva. Pero aquellos que los acusan de aliarse con la delincuencia, y muchos de ellos se hacen llamar periodistas, entienden esta cuestión desde un sistema moral sin tomar en cuenta lo mencionado.

Tweet - Imagen pública
Tweet – Imagen pública

En esa última línea va todo el asunto real: la moral que les hace considerar a Penn y del Castillo como traidores a la justicia, casi como adeptos del delincuente más buscado, parte de una sociedad que ve normal escuchar corridos en los que se hace de los narcotraficantes unos héroes, en los que se implica a la mujer (casi siempre) como un artículo desechable o la causante de la desgracia amorosa, de una economía que no genera estabilidad para nadie, orillando a muchos a emplearse justo en la delincuencia organizada, y de una cultura en la que la corrupción en cualquier estrato llega a la naturalidad. Estamos jodidos como nación debido a esa moral mercenaria que nos hace considerar a los otros como el mal pero no podemos ver lo que hay de mal en nosotros; queremos culpar a dos personas que hicieron una entrevista a un narco, investigándolos desde la PGR, cuando, del otro lado, ni siquiera parece que alguien los haya amenazado por el arresto del jefe (de lo contrario, estoy convencido, ya lo habrían hecho público ellos mismos, mínimo por seguridad). Lo más ridículo es que todos ahora están pidiendo y aplaudiendo tal investigación a un gobierno en el cual se supone que no confían –that’s just retarded– y contra el que por mucho tiempo han pedido que se abran juicios y los altos cargos renuncien. Son unos hipócritas. Sí, así de jodidos estamos; aunque todavía queda la esperanza de buscar una solución a esta contradicción que es México, una solución que sea viable y aplicable, una solución que parta de lo individual y pueda contagiar a todos. Hay que esforzarse en encontrarla, supongo.

Y no, las marchas no resuelven nada, por si estaban pensando en esa gran idea.

Un triste cuento de navidad

Navidad - Imagen pública
Navidad – Imagen pública

por Gerson Tovar Carreón

Actualmente la “navidad” es una de las fiestas más celebradas en todo el mundo. Gracias a Coca-Cola y el capitalismo, esta festividad se ha incluido en los imaginarios de la gente con mal gusto. Además, es la época del año que acumula más capital: la gente se vuelve loca por comprar regalos de último hora, hay más trabajo para los desempleados frecuentes -como los filósofos-, y, lo más importante, se vende mucho alcohol. Esta época te incita a mirar a tus semejantes y no querer matarlos; también, representa el inicio del fin del año fiscal, lo que quiere decir que el próximo año habrá recortes a los presupuestos y aumento de impuestos.

Entonces, ¿cuál es el significado de la navidá? A mi juicio, e imagino que es un juicio genérico, el significado es que el hiperconsumismo le ha ganado terreno al comportamiento humano de reunirse en familia y celebrar un año más de vida y miseria. Esto último me recuerda que hace mucho tiempo no festejo estas fechas con mi familia; eso se debe a la muerte de mi abuela, la cual nunca me agradó. Después de este acontecimiento, toda mi familia se dio cuenta de su propia hipocresía y su falta de compatibilidad, o por lo menos eso pienso que sucedió. Agradezco no volver a ver personajes patéticos como el tío que se hace el chistoso y tiene la gracia de una papa o la tía impertinente y su clásica pregunta: “¿Cuándo te casas?”. Sucede hasta en las mejores familias.

Sin embargo, y dejando de lado los absurdos lazos de sangre, recuerdo dos experiencias decembrinas que me conmovieron y recuerdo con nostalgia. Primero les hablaré brevemente de la navidad con G, una mujer increíble, carismática y llena de vida. En una ocasión me invitó a pasar la fiesta con ella y su familia. Recuerdo la comida y el alcohol, pero, sobre todo, bailar con sus sobrinas. G tenía la fiesta en las venas, bailó con todos, hasta con mi hermano, un apático del baile. Pasé dos navidades con ella y han pasado dos desde que G no está, y la extraño.

Por otro lado, tengo el recuerdo de L, uno de los recuerdos que más me gustan por el hecho de sentirme incluido en una familia o algo parecido a una. Recuerdo el frío en mi cara, las risas de los niños, el aroma de la carne, el sabor del tequila en mis labios y la sonrisa de L. Sin embargo, no recuerdo más, sólo ese sentimiento de calidez, lo que podríamos llamar hogar. Mi memoria nunca ha sido buena, divago y mezclo recuerdos. Pero esa noche con L y su familia es de eso recuerdos que aprecias, pero sabes que son únicos y no volverán jamás.

Navidad - Imagen pública
Navidad – Imagen pública

Me desvié un poco sobre el significado de la navidad. Pienso que el mexicano ha sido acondicionado y guiado para que acepte esta festividad, pero la niega y le da otro significado sin que él mismo se dé cuenta. No es una contradicción, tampoco es que confunda el significado de esta “mágica” fecha, sino que encuentran en el engaño un valor. El deseo de reunir a la familia feliz, que imagino es el verdadero significado, es un engaño: no conozco familias felices, incluso no pienso que no existen. Sólo es un pastiche, una burla de lo que los medios a construido. Y eso me da esperanzas de entender porque la gente se forma para comprar regalos a gente que no quiere, con dinero que no quiere gastar, dinero que ganó en un lugar en el que no le gusta trabajar.

Y mientras eso pasa, les comento que escribí este texto mientras escuchaba via spotify a los Beatles; sé que es de mal gusto, pero finalmente podrán escuchar al cuarteto de Liverpool vía streamain’. Una señal más de que con dinero hasta baila el perro. Feliz navidad, beban, coman y olviden.

 

Luego

Por María Mañogil

Recuerdo una anécdota del año pasado: por estas mismas fechas,  en una de mis clases de literatura, el profesor nos pidió a cada uno de los alumnos que nombráramos a algunos de nuestros escritores favoritos. Cuando tocó mi turno, nombré a una mujer y a tres hombres; entre estos últimos a José Luis Dávila.

Una compañera se interesó por él. Al no sonarle para nada su nombre, me preguntó el título de algún libro suyo que yo hubiera leído. Tranquilamente le respondí que eso no se lo podía decir porque aún no había publicado ninguno. Y me quedé tan ancha mientras todas las personas allí presentes,  menos el profesor, me miraban con cara de sorpresa.

Espero, y sé que así será, que algún día algunos de mis sorprendidos compañeros recuerden el nombre que yo pronuncié, al menos el apellido, al leerlo en alguna librería,  justo debajo del título Entre Paréntesis. ¿Quién sabe? Quizás  tengan que comprarlo porque lo necesiten sus hijos en un futuro para leerlo en alguna clase de literatura.

Nunca ha caído un libro en mis manos por casualidad. De hecho,  creo cada vez menos en las casualidades, aunque en el destino tampoco me apetece creer. Así que diré que he leído Entre Paréntesis por un efecto de algo,  de lo que sea.

José Luis Dávila no se ha convertido en escritor por arte de magia ni por haber publicado un libro hace unos meses. Lo es desde que yo lo conozco y, probablemente y a pesar de su juventud, desde mucho antes.

Aunque quisiera, aprovechando la oportunidad que se me ofrece de hablar sobre su libro en la propia revista que dirige, no podría hacer una crítica mala sobre él después de haberlo leído porque sería injusto hasta para mí y sería una crítica falsa.

No voy a hablar ni bien ni mal de Entre Paréntesis y me voy a limitar únicamente a hacerlo de una manera objetiva para que así cada quien decida si le interesa leerlo o no, que es lo que me gusta a mí sentir cuando veo una reseña de otro libro: no sentirme presionada a leerlo ni que nadie me convenza de ello.

Ni siquiera me voy a dejar motivar por la ilusión o la «gracia» que pueda hacerme (según se interprete) que José Luis me dedicara un capítulo de ese libro por el cual aún no sé si debí darle las gracias por el detalle o enfadarme con él al suponer que su intención pudiera ser llamarme maleducada. En cualquier caso lo soy.

Pero lo personal no encaja aquí, así que ni el cariño que le tengo como persona, ni el enfado (también cariñoso) que pudieran provocarme esas tres páginas, van a influir en la  opinión que tengo sobre su libro.

Me enganché a este libro en el mismo momento en que empecé a leerlo en el avión, durante el trayecto desde México a España. El título me parece muy acertado porque precisamente empieza así,  abriendo un paréntesis que no cierra el autor, sino que deja abierto para que sea el propio lector quien lo haga cuando lo crea oportuno o bien lo mantenga abierto y se quede así mientras dure la lectura. En mi caso decidí no cerrarlo.

Y a partir de ahí, empiezan una serie de historias . Más que ensayos,  a mí me parecen parte de diferentes paisajes. Me atrevería a decir que son trozos de fotografías completas tomadas desde un ángulo diferente, vistas desde una perspectiva distinta a cómo las vemos cuando las observamos sin movimiento o en dos dimensiones.

Entre Paréntesis no capta sólo la imagen de algo que puede ser un acontecimiento o una simple opinión para luego describirla. Es un libro en el que, en cada uno de sus capítulos se consigue transformar lo habitual, como puede ser una mirada, una pieza de fruta, tomarse un café o un simple paseo, en algo único y especial. Y algo tan abstracto como la muerte o el tiempo, en la más simple expresión y sin utilizar más símbolos que las acertadas palabras del escritor.

Es una forma diferente de ver el mundo del que formamos parte, no desde nuestra propia perspectiva, sino desde fuera de nosotros mismos. Sin perder, sin embargo, la capacidad de seguir sintiéndonos ahí mismo, pero no ya como protagonistas, sino como observadores.

He de decir también que,  sin ser demasiado aficionada a la fotografía, uno de los capítulos que me llamó más la atención y que más disfruté, fue precisamente el que lleva ese título: «Fotografía».

Esa es una de las razones por las que Entre Paréntesis me parece excepcional, porque está escrito de tal forma que el lector se siente «obligado», por decirlo de algún modo, a seguir leyendo incluso si el tema sobre el que lee no es del todo de su agrado, no le interesa lo suficiente o no se siente identificado con él.

Si yo me hubiese sentido totalmente identificada con este libro en todo momento mientras lo leía, no podría estar haciendo una reseña de él, pues de eso se trataba, de abrir un paréntesis y quedarme en su interior para mantenerme al margen de lo que estaba leyendo y poder opinar después sin que me afectase y poder contar a otros mi experiencia  En este caso ha sido una experiencia inmejorable y sería una lástima privar a esos otros de la oportunidad de atreverse a leerlo,  porque, sinceramente, vale la pena hacerlo.

Ahora cierro el paréntesis y espero al próximo libro. Pero eso, como dice José Luis en el último capítulo, será luego.

Oración política

por María de Jesús Cid Gutiérrez (Chuchette Cidutier)

Pueblo nuestro que estas por los suelos
Los opresores hacen injusticia en tu nombre
Mándalos muy lejos de este reino
Crímenes hacen diciendo «que es tu voluntad»
¡Así en la tierra como en los entierros!
Nos desahogamos en los memes de cada día
No perdonan nuestras «ofensas»
Como nosotros no perdonamos a ellos que nos ofenden
Pueblo no te dejes caer
En la corrupción
Líbrate pronto de este mal
Amen Zapata

Mujeres, literatura y fútbol

Por E. J. Valdés

Nunca he sido fan del futbol. No sigo ninguna liga, no puedo decir que apoyo a un equipo y asistir al estadio se me antoja como una de las actividades menos placenteras de la vida. Soy bastante crítico de este deporte por los estereotipos que genera y los antivalores que promueve (especialmente en la juventud), así como por la obvia corrupción al interior de la FIFA; no se salvan algunos jugadores y personajes asociados con la “cultura” del deporte más visto y redituable del planeta.

Si mis amigos me invitan a ver un partido, acaso con botana y cervezas como es la costumbre, puedo hacerlo, y a lo mejor hasta me divierto, y aunque he visto las finales de los últimos cuatro mundiales, para mí el fútbol se termina al momento de apagar el televisor, cambiar el canal o ponerme a hacer otra cosa.

Francamente no entiendo a aquellas personas que se apasionan al borde de la euforia o el llanto por un equipo, ni a aquellas que sienten aversión por una persona que viste la camiseta del rival y que incluso llegan a agredirlas por este simple hecho (uno de los motivos por los cuales Borges detestaba este deporte). Y en definitiva jamás armaría un alboroto porque no salió victoriosa la escuadra a la que apoyaba ni celebraría en el Ángel de la Independencia una victoria de la selección (mucho menos en eliminatorias, como les encanta hacer). Muy a pesar de todo esto, hoy les escribo para contarles de un libro que recientemente llegó a mis manos, que disfruté y con el que reflexioné buen rato: Las que aman el futbol y otras que no tanto, colección de textos recopilados por Elvira Hernández Carballido y publicada por Editorial Elementum en su colección Creativa Independiente.

Las que aman el futbol y otras que no tanto reúne veintisiete reflexiones y relatos en torno a este deporte, escritos por mujeres desde perspectivas de lo más variadas; lo mismo se puede leer a aquellas que lo aborrecen por ser altamente sesgado a favor del hombre, con todas las connotaciones negativas que ello conlleva, como a aquellas que lo practican o practicaron y miran con entusiasmo la creciente participación de las mujeres en el futbol, que ha dado como resultado la creación de equipos y ligas profesionales y ha arrojado jugadoras reconocidas internacionalmente como Maribel Domínguez.

Sin embargo, hay un término que embruja las páginas del libro de principio a fin, el cual hace las veces de común denominador en estos textos: “el juego del hombre”. En la mayoría de los casos, éste nos recuerda que, desde su concepción en Inglaterra a mediados del siglo XIX, el futbol ha dejado poco espacio a la mujer, a quien incluso se llegó a prohibir practicarlo por motivos tan variados como absurdos. Las autoras señalan, entre otras cosas, que no tiene ni dos décadas que la FIFA instauró el mundial femenil y que éste, al igual que todos los encuentros protagonizados por mujeres, no recibe ni una centésima parte de la atención, presupuesto y cobertura mediática que el de los hombres (si evocan dónde o cuándo fueron los dos últimos califican como eruditos en el tema). Otros textos hablan de las dificultades que enfrenta la mujer al momento de comenzar a patear el balón, ya sea que lo hagan de niñas, adolescentes o adultas, comenzando con los prejuicios sociales (evoco el caso de una chica que dejó de practicarlo por presiones de su propia familia), reforzados por un machismo histórico y por el lugar que la misma industria ha asignado a la mujer en el futbol durante décadas, siendo los casos más citados/criticados en estas páginas los de las reporteras y comentaristas que son más adorno y atractivo visual que fuente de información y observaciones perspicaces (aunque por ahí leí un par de datos sobre Inés Sainz que ni me imaginaba).

La situación no es difícil para la mujer solamente como jugadora, sino también como aficionada o periodista; el futbol, se lo vea por donde se lo vea, le ha dado un lugar no de segunda, sino de tercera, y aunque no soy fan de este deporte, encuentro admirable que muchos de los espacios y logros que la mujer ha tenido en él los ha abierto por su cuenta, sobreponiéndose a adversidades como las descritas aquí y otras que las autoras nos comparten en sus textos.

Los trabajos que conforman Las que aman el futbol y otras que no tanto son breves y están redactados a modo de artículos de opinión, ensayo breve o anécdota, y aunque yo lo leí poco a poquito por aquello de que no es un tema que me quite el sueño (ni me lo provoca, que es lo peor) los encontré interesantes en su mayoría y como excelente material de reflexión. Lo recomiendo incluso si no gustan del futbol como yo, pues tiene un enorme valor de análisis y comentario social que nos hace ver que las mujeres viven el futbol de manera muy distinta, ya sea que lo amen o no tanto.

Arquitectura en México, 1900-2010

Es necesario alcanzar un entendimiento del entorno en el que vivimos, poder repensar nuestras  ciudades para poder entenderlas como una pieza viva y así lograr, al reconocerlas, un conocimiento que propicie la conservación y la valoración de lo artístico en lo cotidiano.

Monumento a la Revolución Mexicana
Monumento a la Revolución Mexicana

Es éste el objetivo que busca alcanzar la curadora Fernanda Canales en la nueva exposición que se inauguró el pasado sábado en el Museo Aparo: Arquitectura en México, 1900-2010, misma que abarca las obras de 160 autores, obras que han dado forma a nuestro país a lo largo de su crecimiento.

torres de satélite

La recopilación no sólo se detiene en la arquitectura con la idea del edificio como objeto aislado sino en la producción y transformación de las ciudades contemporáneas, establece un diálogo entre edificios, escultura, pintura, fotografía, mobiliario todo esto con la ciudad misma.

Elementos varios de la misma época
Elementos varios de la misma época

La exposición se divide en 6 periodos, que no son las divisiones históricas habituales, divisiones que no tienen que ver con periodos políticos sino con parteaguas arquitectónicos como el proyecto olímpico del 68, con el fin de contextualizar unas obras con otras dentro de cada una de las salas en las que son exhibidas. Les recomendamos que no se pierdan esta exposición que va a estar hasta el mes de junio del presente año.