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La identidad oculta tras el rostro ajeno

Alienación - Imagen Pública
Alienación – Imagen Pública

Por María Mañogil 

“Todos nacemos originales y morimos copias.”Leí esta frase en la portada de esta misma revista y me gustó, pero creo que Carl Gustav Jung (autor de la cita) podría haber añadido al final: “porque queremos”.

Nadie nos obliga a convertirnos en réplicas; si lo hacemos es porque el precio que hay que pagar por no hacerlo nos resulta demasiado caro.

¿El rechazo de la sociedad a cambio de ser uno mismo? A quién le importe la “sociedad” como grupo le debe parecer una fortuna; a mí me parece insignificante porque en la sociedad me incluyo yo y yo soy tan importante como el resto de los que la componen. Por lo tanto, prefiero no parecerme a nadie y si me parezco, es pura casualidad. Supongo que con tantas personas que vivimos en el mismo planeta, con alguna coincidiré en algo.

Estas navidades no ha podido faltar el típico comentario despectivo dirigido a mí de boca de quien se aburre e intenta divertirse convirtiendo lo que es una virtud, como la creatividad, en un defecto: “Siempre tienes algo que contar. Siempre te pasan cosas…con lo poco que sales”.

Me pasan las mismas cosas que a los demás. A todos nos pasan cosas o no nos pasa nada. Simplemente, las cosas pasan (aunque para muchos desapercibidas).

Yo siempre observo lo que pasa a mi alrededor y no me limito a centrar mi vida en lo que tengo enfrente.

Siempre he pensado que nadie es inútil y que incluso las personas que intentan menospreciar lo que hacemos o cómo somos, sirven para algo: para escribir sobre ellas, por ejemplo.

Se puede crear una historia observando. Y esa observación puede ser desde el vuelo de una mosca hasta las palabras de un idiota. Y eso es lo que estoy haciendo yo.

Le doy las gracias a quien hizo el comentario que me ha servido de inspiración para escribir este texto.

GENTE

Yo tengo mucho cuidado tanto al escribir como al hablar sobre “gente”, que hace referencia a un grupo de personas, en el que puedo estar incluida yo y sobre “personas”, que pueden o no identificarse con ese grupo.

Una persona es un individuo como lo somos cada uno de nosotros, con sus manías, sus defectos y sus inquietudes, pero sobre todo, un ser único.

Cuando caminamos por la calle vemos gente, igual que cuando viajamos en autobús. Sólo si nos fijamos en cada individuo podremos ver a una persona. Con los animales pasa lo mismo. Estoy cansada de leer artículos sobre el comportamiento de los perros y de los gatos en grupo.

El último lo leí hace unos días en un periódico y parecía un plagio de los muchos que se han escrito, pero en éste se recomendaban diferentes razas de perros según los distintos tipos de familias que los iban a adoptar.

Así que un Doberman o un Pitbull no es adecuado para familias con niños, un Golden Retriever o un Labrador sí. Y un Caniche es perfecto para un anciano que viva solo. No he leído mayor tontería sobre perros. Por supuesto que a los mestizos no se les mencionaba en ese artículo. También se les olvidó decir que un perro, sea de la raza que sea, tiene su propio carácter, igual que lo tienen las personas.

Otro dato que se omitió fue que cualquier perro puede morder, aunque sea un Chihuahua y que habría que preocuparse más de la educación que se le da al perro que de la raza, sin olvidarse de que  a quiénes primero hay que educar antes de adoptar a una mascota es a los niños haciéndoles entender que un animal no es un juguete y que hay que respetarlo, algo un poco difícil cuando no lo entienden ni los adultos.

Supongo que quien escribió ese artículo no ha tenido nunca mascotas en casa, probablemente ni hijos. O quizás sus hijos sean todos iguales y se comporten de igual forma y por eso piense que los perros y los gatos tienen un comportamiento idéntico entre ellos.

Yo tengo tres gatos y no se parecen entre ellos más que en las orejas. En cuanto al carácter son tan diferentes como las personas que convivimos con ellos.

Alienación - Imagen Pública
Alienación – Imagen Pública

EL PASTOR Y LOS BORREGOS

No me gustan los grupos de ningún tipo. No pertenezco a ninguno ni me identifico con nadie más que conmigo y por supuesto, no me comparo con nadie.

Yo soy quien decido lo que está bien y lo que está mal en mi vida y yo soy la única que cambio lo que no me gusta de mí. Por eso soy rara, porque en esta sociedad, para no ser raro hay que identificarse con alguna “secta”. Que no dejan de ser sectas los grupos a los que pertenecen las mayorías, tan susceptibles de equivocarse como una persona (individuo).

Los humanos somos una especie que, al igual que los cánidos, vivimos en manadas. Necesitamos tener un líder que nos indique lo que debemos hacer y que nos diga cuándo tenemos que comer o dormir. Al fin y al cabo somos también animales, pero con inteligencia ¿superior?

Lo que nos diferencia de los perros o de sus antecesores, los lobos, es que nosotros no nos molestamos en comprobar que el líder a quién seguimos sabe adónde va. Ni siquiera si hace lo que se supone que debe hacer un líder.

Los lobos tienen asignadas unas tareas definidas según el lugar que ocupan en la jerarquía y si uno no las cumple se lo cargan. Así de fácil.

El que está arriba come el primero, pero se preocupa de que el que está abajo también coma. Vamos, que comen todos, porque si no fuera así ya se habrían extinguido todos los lobos, ya que los últimos en su jerarquía son los lobeznos.

Si se están extinguiendo es por las matanzas que hemos hecho los humanos con ellos, no por su forma de vida. Nosotros sólo aprendemos de los animales lo que nos interesa, pero más que lobos parecemos borregos.

El líder come y nos deja sin comer a los demás. El líder camina hacia un barranco y nosotros vamos detrás, pero no importa. Es el líder aunque sea un aprovechado o un imbécil.

No hay más que ver las modas, las que cada año nos dicen cómo nos tenemos que vestir. Hace apenas un año se llevaban los pantalones arrastrando por el suelo y ahora se llevan por encima de los tobillos. Y quien tiene unos vaqueros y no los quiere cortar se los dobla para ir a la moda.

A mí me gusta ir cómoda, no a la moda, así que no limpio el suelo con el bajo de mis pantalones ni me pongo unos para ir a pescar ranas. Los pantalones que lleven los demás no me importan. Como si quieren ir sin ellos.

Cuando yo tenía quince años, si se me ocurría pintarme los labios de color rojo, me llamaban puta, porque ese color sólo lo llevaban las prostitutas. Ahora, las de color rojo, son las barras de labios que más se venden en las tiendas de cosméticos.

¿De verdad es tan importante cómo vistan, cómo se maquillen o lo que hagan los demás? ¿Importa también lo que parezcas o a qué te dediques en tu vida profesional?

Está mal hablar demasiado, pero también está mal ser muy callado. Hay que buscar el término medio, el que está impuesto por unas normas que no sabemos ni quién las ha inventado. Está mal ser uno mismo; hay que ser como el resto.

Hay que quedar bien con todo el mundo aunque eso implique no hacer lo que queramos, no estar con la persona con quién queremos estar porque para los demás no es la adecuada.

Tenemos que aparentar ser perfectos para que nos acepten los que dicen ser perfectos y así viviremos en un mundo perfecto. Lleno de gente perfecta, pero no de personas.

Alienación - Imagen Pública
Alienación – Imagen Pública

LA PERSONALIDAD

Yo no tengo una personalidad definida. El otro día hablaba de esto con un amigo. Ni yo la tengo ni nadie, pero todos queremos tenerla y por eso aparentamos que somos de una u otra forma, cuando en realidad no somos de ninguna. En mi opinión, tener personalidad es ser todo lo inestable que se pueda sin tener la necesidad de aparentar estabilidad delante de nadie. Estables son las piedras, no las personas. Y ni siquiera lo son del todo, porque el aire y el agua hacen variar su forma y su color con el paso del tiempo.

Lo raro es precioso y valioso, pero sólo cuando hablamos de objetos. A las personas se las llama raras cuando no aparentan lo que no son y se muestran como en verdad somos todos: cambiantes, vulnerables e inestables.

Todos tenemos algo que nos hace diferentes al resto, pero no sé por que motivo nos empeñamos en esconderlo, cuando eso precisamente es lo único que nos acerca a la perfección que buscamos y que no la vamos a encontrar siendo copias baratas de otros, que a su vez, son copias también de alguien.

Sólo existe una persona en el mundo a la que me quiero parecer: a la que firma este texto. Y estoy segura que por ello, el siguiente adjetivo que escucharé sobre mí será “egocéntrica”. Lo estoy esperando para escribir sobre eso.

Como he dicho al principio, cualquier cosa sirve para despertar la creatividad y yo seguiré haciendo una historia de cada cosa que vea, que escuche o que sueñe. Así siempre tendré algo que contar y los chismosos algo que criticar.

Facepuke

Usuarios de Facebook  Imagen pública
Usuarios de Facebook Imagen pública

por Carolina Vargas

En el año 2009, después de mucho resistir, sucumbí a la tentación de las redes sociales y abrí una cuenta en Facebook. Debo decir que durante años recibí en mi correo infinidad de invitaciones para unirme a Myspace, Hi5, Metroflog y otros nombres intrascendentes que llevan años borrándose de mi recuerdo.

Al principio no entendí muy bien el furor que causaban las redes, o mejor dicho, no sabía muy bien que rollo con ellas. La verdad es que tampoco me detuve a reflexionarlo mucho tiempo, y un día me dije «¿por qué no?».

Desde el principio tuve muy claro que debía defender a como diera lugar mi privacidad, sin importar lo que me dijeran, jamás usaría mi nombre real, así que me fabriqué un avatar, adopté una nueva identidad, llené el formulario y unos cuantos clicks después ya era un militante más de la larga lista del apocalipsis zombiefacebookero.

Recuerdo que por aquel entonces mandaba regalitos a los muros de mis amigos, frases, test, aplicaciones variopintas, en fin, la industria del ocio cibernético en todo su esplendor. Lo admito, me divertía mucho, pero creo que el secreto para poder sobrellevar dos identidades, es que al menos una de ellas no me la tomo en serio, a diferencia de mi yo real que resulta muy dramática para casi todo. Mi avatar en Facebook tiene casi 800 amigos, 5 stalkers confesos, varias relaciones filiales nacidas más por el cariño que por el parentesco o la sangre; mi avatar vive en Corleone, habla esperanto y en algún momento de su vida trabajó como ángel de Victoria’sSecret, tiene apasionados romances con David Gandy, Marlon Moreno, Jean Dujardin, Sergio Rubini, RomainDuris, Brad Pitt, Robert Downey Jr. Dita Von Teese, MonicaBelucci y Scarlett Johansson.

Facebook - Imagen pública
Facebook – Imagen pública

Yo no tengo tantos amigos, me sobran dedos para contarlos, lo cual agradezco profundamente porque creo que para ser buen amigo hay que darlo todo, por esa razón mi círculo es muy pequeño; stalkers inconfesos tengo muchos más de los que pensaba, hermanos del alma sólo uno, prefiero los juegos en solitario sobre todo si se necesita lápiz y papel; amoríos virtuales ¡ja! qué cosa tan absurda, prefiero mil veces un roce de manos, una sonrisa y la calidez de unos labios honestos que la foto más hot de David Gandy. En pocas palabras, prefiero mi vida real, así la pase rascándome la panza todo el día, acostada boca arriba, mirando el techo, comiendo galletas, pensando en la inmortalidad del cangrejo y amenizando el momento alguna invaluable joya de mi acervo musical.

A estas alturas de la columna la mayoría se preguntará: ¿y eso a mí que me importa? Un debraye más de una adicta a las redes sociales… ¡Que profundidad! La verdad es que mi cibercorazón se rompió hace unos días, cuando la Kurá revisó su bandeja de entrada y tenía como 10 inbox, con recados de amigos y familiares, en los que se me reclamaba, entre otras cosas, por no haberme conectado durante días a Facebook. De ahí me surgieron varias dudas razonables, la primera, ¿desde cuándo tengo que pasar lista de asistencia con Mark Zuckerberg? Segunda, ¿realmente soy tan predecible y patética como para que mi vida gire alrededor de lo que Kurá hace, dice o postea? Tercera, ¿Kurápani Technicolor ya se comió a su alter ego? ¿La actividad cibernética de Kurá es lo único que vale en mí día a día?

Me sorprendió mucho que se me asumiera de esa forma, supongo que yo tengo la culpa, por qué efectivamente, Kurá revolotea demasiado por el ciberespacio, y aquí hay que aclarar una cosa, si bien es cierto que mi cuenta en Facebook tiene mucha actividad, yo nunca me la he tomado en serio, así como la hice la puedo desaparecer, pero ir al súper, lavar ropa, cocinar, limpiar el piso, escribir esta columna, dedicar tiempo a mis lecturas, escribir, reseñar, atender mis citas en el juzgado, salir con amigos, mis largos paseos por el jardín de San Francisco y los portales, las chelas en el barrio del artista, las tardes con Jano, mis horas de entrega a ver cine de culto, escribir para mi hijo y las largas charlas con su retrato, rascarme la panza, hacer memes, las fotos, mirar la ciudad nacer y morir desde la azotea, las mañanas de Skype con mi mamá, el whatsapeo, las visitas a las librerías, las noches de café y vino tinto mientras escucho boleros, los tangos, las espirales de mis cigarrillos, el Tesoreo intenso, el Periquita style, los sábados vagabundeando en los Sapos…todo eso no puede, ni debe desaparecer de mi vida, por eso no me explico la razón del asombro que mi ausencia en Facebook produjo en muchos de mis amigos, de los reales, y en un tanto más de parientes y contactos.

Facebook - Imagen pública
Facebook – Imagen pública

Así que aclaremos, soy una persona con responsabilidades, vicios, ocio y esa sana costumbre de la procrastinación tan propia de nuestra especie, tengo una vida y aunque no lo parezca también una agenda que debo cumplir, plazos que llegan y fechas que se cumplen, todo eso mucho más importante que cualquier tontería que tenga yo que postear. Para todos aquellos que quieran verme 24/7 lamento decirles que es imposible, pero no me cierro ante la idea de ir por un café, una llamada telefónica, beber una cerveza en los balcones de Yelao o simplemente planear un encuentro en cualquier calle de esta ciudad, a horas adecuadas, por supuesto, porque no tengo coche y el transporte público es pésimo. Si alguien verdaderamente quiere saber de mí, me puede llamar y es bienvenido a mi humilde cueva en conocida y transitada avenida del centro de esta ciudad, de la misma manera que yo, cuando quiera saber de alguno de ustedes, probablemente se lleven una grata sorpresa al atender el teléfono y descubrir que les estoy llamando. Con esto no digo que deje en el olvido a mi querida Kurá, sencillamente ella tiene su espacio y yo el mío, y últimamente yo he necesitado mucho más hacerlo efectivo. Si no me ven en línea, no se preocupen, estoy bien y respiro, quizá por esta última razón es que Kurá se va de vacaciones un tiempo, para despejarse de mí. Por mi parte, seguiré como hasta ahora, llevando una existencia de bajo perfil para poder diluirme en las mieles del anonimato peatonal.

Por supuesto que Kurápani Technicolor y yo tenemos muchas cosas en común, pero ella existirá hasta que yo quiera, me aburra de la red o deje de pagar la cuenta telefónica y/o elimine el programa de mi celular. A la Kurá le debo miles de máscaras que he tenido que usar para seguir manteniendo el anonimato de mi vida y bajo perfil, porque como lo he dicho antes, soy una persona simple.

Inmovilizados

Necedad - Imagen pública
Necedad – Imagen pública

por Pere Font

Son muchas las gentes que no piensan a partir de la lógica argumental. Toman posiciones en su modo de pensar a partir de razones emotivas o afectivas, pero nunca lo hacen basándose en el realismo que imponen los razonamientos lógicos, sensatos o correctos. O incluso de simple sentido común.

Estas gentes son las que en un momento dado de su vida optaron por unos posicionamientos de especial visión del mundo y su política y que, una vez instalados en ellos, no los descabalga de su demarcación nada ni nadie, pase lo que pase u ocurra lo que ocurra. Son estáticamente pétreos, inamovibles y rígidamente simples. Normalmente son los que llegaron a sus posiciones partiendo de “creencias”, de “conversiones” o de la acción de eficaces apostolados que se ejercieron sobre ellos.

Ya puede intentar alguien aportar argumentos válidos en contra de sus modos desfasados, perjudiciales o simplistas de enfocar la realidad. Será inútil. No le harán caso. Incluso más: se sentirán ofendidos y percibirán como un mal golpe hiriente lo que se les diga en oposición a sus visiones ideológicas no modificables.

Necedad - Imagen pública
Necedad – Imagen pública

Hay razones de carácter psicológico que explican tales actitudes inmovilistas. La principal de ellas sería la del miedo a la reconstrucción de la propia personalidad individual una vez que uno se cree sentirse seguro dentro de lo que hasta el momento han sido lo que lo ha definido. Y está también la pereza. Me refiero a la pereza que supone el volver a empezar para reedificarse un nuevo modo de enfocar los hechos.

Pero también actúan a favor del estaticismo del entramado social en el que está ubicada la persona que no desea perder los vínculos afectivos con respecto a los que, participando de los mismos principios ideológicos, le dan calor y cobijo humano.

Sin duda alguna, tener agilidad para pensar, repensar o reconstruirse sobre los escombros de lo que uno fue no es nada fácil ni cómodo. Sin embargo, es necesario para estar activamente vivo. Y para poseer la flexibilidad imprescindible para ser una persona abierta y sin prejuicios oscuros. Y para estar alejado de estructuras dogmáticas que son siempre un peligro para cualquiera.