Me complace traducir de nuevo, para los lectores de Cinco Centros, otra de las rondallas de Jordi des Racó. Espero que os guste.
por Josep Maria Alcover i Sureda
traducción de María Mañogil
Esto era una madre que tenía un hijo, lelo del todo, que se llamaba Pere.
Ya había rebasado los treinta y no había sido capaz nunca de hablarle a ninguna muchacha.
Su madre le llegó a decir:
-¡Tendrías que mirar de ir a cortejar un poco!
-¡Si yo no sé qué tengo que decir!- respondió él.
-¡Mira, -dice la madre al cabo de un par de días- se acabaron las excusas! ¡A cortejar vas a ir sea como sea
-¿Y dónde queréis que vaya?- dice él.
-¡Dios bendito! ¡Ve a María Aina del hilo!
María Aina del hilo era hija de una que, en otro tiempo, fue vecina suya.
-¡Qué le he de decir? -pregunta Pere.
-¡Cómo qué le has de decir! -responde la madre- Le dices: ¿Cómo va?, ¿quieres sentarte?
Pere se va a casa de María Aina un domingo por la tarde y la encuentra en el portal con su madre, que se iban a la iglesia.
-¿Cómo va?- dice el mequetrefe- ¿quieres sentarte?
-¿No lo ves si quiero sentarme o estar de pie?- dice María Aina. Y le dio la espalda, y partieron las dos y se fueron hacia la iglesia. Pere se quedó en medio de la calle como el gato d”en Pelacanyes1 ,
hasta que al fin regresó a su casa.
-¿Cómo ha ido? -le pregunta la madre.
-Mal -responde él. Y le cuenta el episodio.
-Pues cuando vuelvas,- dice ella- has de decir: ¡Cortejemos, cortejemos!
-Así lo diré, pues.- exclama Pere.
Al cabo de un par de días se va, y justamente a María Aina se le había muerto su padre y se encuentra la casa llena de gente, llorando y haciendo unas caras bien tristes.
Atisba a María Aina sentada en una silla, que tenía los ojos como tomates de tanto llorar.
Se le acerca y le dice:
-¡Cortejemos, cortejemos!
-¡Ah, pedazo de bestía! -exclamó todo el mundo- ¡Y con el muerto de cuerpo presente, y con la pena y trastorno de esta casa, ¿vienes a buscar flirteos? ¡Sacadlo fuera, sacadlo fuera!
Y lo sacaron con cajas destempladas.
El hombre vuelve a su casa y su madre le pregunta:
-¿Cómo te ha ido?
-Mal.- dice él. Y le cuenta el episodio.
La madre, al escucharlo, le dice:
-Pues tendrías que haber dicho: En el cielo lo veremos.
-Ya lo sabré para otra ocasión- respondió.
Al cabo de un mes, vuelve y los encuentra haciendo matanzas y empezaban a descuartizar al cerdo..
-¡Ave María purísima!- grita Pere desde el portal.
-¡Sin mácula concebida!- le contestaron.
El hombre se mira un rato al cerdo y dice:
-En el cielo lo veremos.
-¿Al puerco quieres ver en el cielo, pedazo de asno?- exclama toda exaltada la madre de Maria Aina- Si no tienes más burradas que decir te puedes ir por dónde has venido.
Pere no tuvo más remedio que hacerlo así.
-¿Cómo te ha ido?- le pregunta su madre.
-Mal- respondió él. Y cuenta el episodio.
La madre le reprende: -Tendrías que haber dicho: ¡Muchos y bien grandes!
-Ya lo sabré para otra ocasión- responde él.
Al cabo de otro mes, vuelve.
Encuentra a María Aina que le curaban un bollo que le había salido en el cogote.
-¡Ave María purísima!- dijo, y entró.
-¡Sin mácula concebida!- le respondieron.
-¡Muchos y bien grandes!- anunció mirando el chichón de María Aina.
-¡Uno solo casi me mata!- exclamó ella- ¿y tú pedirás que me vengan muchos y grandes? ¿Bestia, más que bestia! ¿Sal de aquí antes de que te echen!
Pere se tuvo que ir como perro apaleado, con el rabo entre las piernas.
-¿Cómo ha ido?- le pregunta su madre.
-¿Cómo va a ir? Mal. -Y contó el episodio.
La madre, cuando lo escucha, le suelta ésta:
-Pues habrías de haber dicho: Que se seque y no rebrote.
-Lo sabré para otra ocasión.- respondió.
Al cabo de otro mes, vuelve, y encuentra a María Aina sembrando un clavel.
-¡Que se seque y no rebrote!- exclama Pere en cuanto la ve.
-¿Que ya lo volvemos a tener aquí, al alcornoque, soltando memeces y estorbando?- grita ella exasperada- ¡Ale! ¡Fuera, cabezón!
Y Pere no tuvo más remedio que irse.
-¿Cómo ha ido?- preguntó su madre cuando lo vio.
-Muy mal- respondió él. Y le cuenta el episodio.
La madre le suelta:
-Habrías de decir: Tierno por fuera, arraigado por dentro.
-Lo sabré para otra ocasión- murmuró él.
Al cabo de un mes más, vuelve.
Encuentra a María Aina que le sacaban una espina de endrino que se le había clavado, bien clavada, en un pie, y tenía un dolor insufrible.
-¡Tierno por fuera, arraigado por dentro!- gritó Pere en cuanto entró y vio la escena.
Cuando lo escucharon, enfilaron hacia él y le dijeron las mil pestes, le pusieron los carrillos colorados a bofetones y lo acompañaron hasta cerca de su casa con un par de fustas, y con cada golpe le hacían dar una vuelta entera.
Del vapuleo, tuvo que guardar cama ocho días, y se le quitaron del todo las ganas de volver a flirtear, y al pasar al lado de la casa de alguna chica, volteaba y corriendo para su casa.
Gato escaldado, de agua fría teme.
Manacor, diciembre de 1889.
1 Modismo utilizado en algunos pueblos de Mallorca en la época, que significa quedarse perplejo.