por Marcos Solache
Proemio
Como ya he mencionado, en los últimos años de su vida, Velarde dejó todos sus cargos burocráticos y se dedicó a la docencia y publicación en revistas.
Para estas fechas, redactaba en la respectiva, llamada “El Maestro”.
En este espacio, que por cierto será cual publique “La Suave Patria”, primera y póstumamente, en el número de Junio de 1921; encuentro también, un resquicio previo y muy claro al poema, en el número de Abril del mismo año.
Un ensayo que está presente en la recopilación de “El Minutero”, “Novedad de la Patria”, donde claramente leemos concepciones anteriores, e ideas fundamentales que se desenvolverán en el último poema corregido por Velarde.
El poema está dividido en un Proemio, un Primer Acto, un Intermedio, y un Segundo Acto.
La declaración comienza con la voz del poeta, alzándose en el foro, a la manera de un tenor, para contar una parte de nuestra historia, cortar a la epopeya un gajo.
Deja muy en claro que por unos momentos, su canto ya no será dirigido a la exquisita partitura del íntimo decoro.
Aquí no hay mujeres amada, ni religión a cual postrarse.
Nos prepara para navegar, andar, volar; de cierto y directo modo, abarcar la Patria entera.
La virtud de contar con el borrador completo de este poema, nos permiten apreciar e intuir, no sólo la génesis de esta pieza, sino la corrección y depuración que llevaban sus obras.
El caso del inicio del poema, no es dudoso, aunque tenga una rotación en los últimos dos versos de la primera estrofa.
Un caso sobresaliente es la tercera estrofa que es cortada de tajo; de los cinco versos que la componían, termina haciendo un suave y bien acompasado dístico.
(…)
Diré con una épica sordina:
la Patria es impecable y diamantina.
(…)
Resalto la palabra sordina, porque será parte fundamental del tono suave que nos conducirá al interior propio de nuestra Patria.
Termina el corto proemio, con la primera de las varias alusiones a la Nación Mexicana.
(…)
Suave Patria: permite que te envuelva
en la más honda música de selva
(…)
Específicamente la alusión a la selva, se refleja paralela en el poema “El Son del Corazón”, donde el alma suena a son de selva, donde él se encuentra envuelto por la fronda parlante, ahora desea envolver a la Patria, pero recordando que ella fue quien lo moldeó a él primero.
Desde el inicio de esta serie de opiniones sobre parte de la obra de Velarde, remarqué la dificultad, no sólo para el poeta de cerrar sus composiciones, sino de terminarlas por comprender.
Parte del propósito de la poesía es hacerla pensativa, no con un alto grado intelectual, sino personal expulsiva.
Para el final del Proemio hay varias suposiciones:
La primera es un recuerdo infantil de Jerez, y alguna tala importante en el atrio, adonde todo el pueblo acudió.
La segunda, y más elaborada, es de Juan José Arreola, que asegura que la tala de árboles era una costumbre druida, en la que se cosechaba madera, a la madre, como cortar el vellón de la tierra, para resurgir la vida.
Era un motivo de celebración, por eso las risas y gritos de las muchachas.
Con dudas y más, finalmente es una introducción desde el recordatorio, donde Ramón quiere levantar la voz para laurear a la Patria impecable y diamantina.
Primer Acto
A la repentina muerte de Ramón, acudieron exaltados las grandes personalidades políticas de la época.
El presidente Álvaro Obregón declaró tres días de luto nacional; y el en ese entonces rector de la Universidad Nacional, José Vasconcelos, se encargó de ser pionero para que Velarde, su obra, y “La Suave Patria”, perdurarán a través de las décadas.
¿Con esto se le hizo justicia a Velarde?.
Quizá a la fama que cualquier humano sueña: sí.
Pero el hacerle justicia a su obra, no era precisamente hacer justicia al espíritu del poeta.
Porque quizá para sí mismo, nunca fue el bardo amado por una sola mujer.
Sin duda “La Suave Patria” es un poema ambicioso.
Lo anterior porque intenta abarcar en imágenes oportunas, todo el territorio nacional.
Así, “La Suave Patria” se abre como un abanico policromo de colores, animales, texturas, y escenas de urbanidad.
En el Primer Acto, en doce estrofas, experimentamos un viaje súbito y veloz por diversos paisajes mexicanos.
(…)
y tu cielo, las garzas en desliz
y el relámpago verde de los loros.
(…)
Después de la primera estrofa, acompasa con un dístico.
Estructura muy común en este poema, sobre todo para suavizar las medianas estrofas, con escenas leves y contundentes.
Aprovecho para dar otra anotación: esta referente a la evolución del borrador, en el cual se nota claramente como la mayoría de las estrofas que son dísticos, experimentaron una transformación de eliminación, siendo primeramente estrofas de mayor número de versos.
A continuación un muy buen ejemplo de esta estructura:
(…)
El Niño Dios te escrituró un establo
y los veneros del petróleo el diablo.
(…)
Primero comentar que la alusión al Niño Dios, es un término muy mexicano, de la niñez de Jesús; esto puede aludirse desde el nacimiento en el pesebre, o hasta que se perdió en el templo a los doce años.
A parte a esto, podemos leer la visión del poeta, que por cierto vivimos ahora más que nunca; la lucha por la energía de hidrocarburos, donde las compañías mundiales más grandes, explotarán esos veneros azuzados por el diablo, hasta que reviente la Madre Naturaleza.
Sobre la Capital, que sabemos vivió por algunos años, y sobretodo los postreros, una pequeña alusión.
(…), cada hora vuela
ojerosa y pintada, en carretela;
(…)
La carretela era un automóvil pequeño, en el que en ese entonces se transportaban las cortesanas.
Con esto el poeta deja muy en claro, el asombro que siempre le suscitó la Capital, sobretodo en la vida sexual.
Quizá el discurso del progreso en México se acuñó muchos años atrás, pero no sería sino hasta Porfirio Díaz, que toma realmente una connotación mundial.
Y qué mejor ejemplo que conectar a todo país por medio del ferrocarril.
Así Ramón alude que aún queda mucho por cubrir; lo que va, es apenas un tren que corre por una juguetería.
(…) tu casa todavía
es tan grande, que el tren va por la vía
como aguinaldo de juguetería.
(…)
Después de esta estrofa, una continuación especial y referente al progreso ferroviario, también en terceto, como nombré particularmente en la obra de Velarde, tríptico.
(…)
Y en el barullo en las estaciones,
con tu mirada de mestiza, pones
la inmensidad sobre los corazones.
(…)
Continúa el tono de fiesta, con la atractiva tradición provinciana de los fuegos artificiales.
(…), antes de saber el vicio,
del brazo de su novia, la galana
pólvora de los fuegos de artificio?
(…)
Una anotación especial en esta estrofa, es el sentimiento de rompimiento a través del vicio.
En esta ocasión la imagen colorida de la noche que asusta a la rana, es nublada por el futuro que seguramente ahogará al hombre, para no poder nunca más, salir con aquella candidez que tomaba a la novia, a ver los fuegos de artificio.
Aunque es un poema colorido y festivo, López Velarde no deja de rayarlo tenuemente con su tristeza existencial.
Sobre la estrofa que lo sigue, siendo de las más abundantes en color, solamente comentaré una muy personal interpretación sobre el siguiente verso:
(…)
y con tu pelo rubio se desposa
el alma, (…)
Imaginar pelo rubio en nuestro país, es imposible, por lo que aludo lo anterior a las hebras güeras que echa el maíz cuando está empezando a jilotear.
Ya aludió al petróleo, una importantísima fuente económica en nuestro país; en la siguiente estrofa menciona otra muy importante, sobretodo por haber nacido en un Estado minero y platero.
(…)
Tu barro suena a plata, y en tu puño
su sonora miseria es alcancía;
(…)
El Porfiriato fue uno de los tiempos en los que se acuñómás monedas de plata, aunque siempre este metal, como el oro, han formado parte de la reserva económica nacional, fue en ese tiempo cuando la gente podía decir que tenía una alcancía con monedas de plata, literalmente.
En lo que respecta a la sonoridad, resulta fácil relacionar mucho más la del bronce, será por las campanas, que la de la plata; quizá de ahí lo de la sonora miseria.
Las siguientes dos estrofas, invitan a cualquiera: sea triste o sea feliz, recién nacido o niño; a dejarse abrazar por la Patria.
(…)
y luego te regalas toda entera,
suave Patria, alacena y pajarera.
(…)
Con estas dos estrofas, deja muy en claro que México es un país de amor, sin reservas, sin espalda, solamente brazos para adaptar a cualquiera.
Para finalizar una estrofa de catorce versos.
Realmente atípica por su extensión en todo el poema, aunque bien se pudo haber dividido en tres, esto siguiendo los tres puntos y aparte que mantiene.
Aun así, agrada la continuidad que da al tema en cuestión: el trueno.
(…)
Trueno de nuestras nubes, que nos baña
de locura, (…)
requiebra a la mujer, sana al lunático,
(…)
Ciertamente esta es una de las estrofas más abstraídas a la concepción personal, por enlazar diversas escenas humanas, al tronido de la tormenta.
(…)
Trueno del temporal: oigo en tus quejas
crujir los esqueletos en parejas,
oigo lo que se fue, lo que aún no toco
(…)
y oigo en el brinco de tu ida y venida,
oh trueno, la ruleta de mi vida.
El vaivén del trueno termina por ensordecer al poeta, escuchando como copula una pareja, su pasado, el futuro, el paso del rayo que viene, y trae consigo el sonido aturdidor.
La vida que fue Velarde, un ir y venir, rodar por todos los huecos metafísicos, hasta hartarse de existir, nunca encontrarse, como la bola en la ruleta que siempre gira, y mejor opta por salir del azar, y terminar con su vida.
Bibliografía:
Ramón LópezVelarde, compilado por José Luis Martínez. (1994). Obras. México: Fondo de Cultura Económica. Serie de Literatura Moderna, Pensamiento y Acción.