Joshua Sánchez, actor y dramaturgo, protagoniza Navegando en el Honey Bunny, una pieza teatral que se presenta todos los sábados en Espacio 1900, a las 19:30 horas. Tuvimos la oportunidad de entrevistarlo y esto nos dijo.
José Luis Dávila: La primera pregunta que cualquiera podría tener es ¿de dónde sale el Honey Bunny?
Joshua Sánchez: Es un poco explorar mi locura; casi todo lo que hablo en la obra es real, con algunos tintes fantásticos, pero sí, darme cuenta que de pronto empecé a llegar al límite de todo, o sea de tanto que me hizo daño físicamente, emocionalmente, entonces quiero transmitirle a la gente que incluso en lo más hondo y lo más oscuro que podamos estar siempre hay que valorar lo que tenemos porque después puede ser muy tarde. Sí es como querer darle algo a la gente a través de mi experiencia.
JLD: ¿Cómo es escribirla y aparte actuarla?
JS: Fueron varios procesos; primero escribirla fue un poco catártico porque la leía y pensaba “¿apoco en serio me paso esto?” Como que es como muy exagerado llegar a un centro de salud mental por un desamor, me sonaba ridículo, incluso cuando lo leía; luego dije “bueno seguramente si a mí me pasó le pasa a todo el mundo”. Bueno, eso fue al escribirla, y al montarla cada función es como un poco de terapia para mí también, ¿sabes?, decir: “sí lo viví, lo estoy diciendo y haciéndome consciente de las cosas, que ahora lo que puedo hacer ya no azotarme tanto”. Por así decirlo, cada función es sacarlo, sacarlo, un poco terapéutico y si le puedes llegar a alguien, pues mejor.
JLD: En ese llegarle a alguien, ¿cómo has visto la aceptación del público con la obra?
JS: Fíjate que a mí me causó un poco de temor al principio porque decía “bueno, son problemas como muy específicos”, digo, a lo mejor sí muchos sufrimos por amor o sufre todo mundo por amor pero no todos llegan a un punto de un centro de salud; o en la cuestión del trabajo, creo que mucha gente no ama lo que está haciendo, es nada más perseguir el dinero –que es muy valido–; pero sí tenía miedo de pensar “a lo mejor todos van a decir que ‘¡ah!, es la vida de él y ya’”, pero curiosamente en los comentarios ponen “me vi reflejado” o “te pareces tanto a mí”, cosas así. Entonces, sí es bonito que parte de mi experiencia lo tome la gente para sus propios problemas, que sabrá Dios cuáles sean, pero salen a veces conmovidos. Mucha gente se acerca y me da las gracias; un comentario de una señora fue “de pronto no me doy cuenta de las cosas que tengo, y gracias por recordarme…bla bla bla”. Me ha gustado mucho la reacción, que a pesar de ser problemas específicos míos se pueda trasmitir hacia los problemas o situaciones de los demás.
JLD: En tu carrera como actor ¿crees que haber actuado algo escrito por ti sea diferente a actuar la obra de alguien más?
JS: Sí es muy diferente. Ahorita como Pasajeros de Caronte la idea es crear nuestros propios textos, pero sí, es muy diferente porque cuando es algo que ya está escrito pues tienes que meterte, ¿no?, saber los antecedentes, además, el director también tiene algo muy específico de “es así, la psicología del personaje es así, y es analizarlo y llegarle”. En este caso, a pesar de que es como mi vida, también el director dice “sí es tu vida pero también hay que crear cierto personaje para tener la empatía con el público, si no los vas a aburrir; nada más van a decir, pues mejor voy a un café y que un cuate me cuente su vida”. Pero, bueno, no fue tan difícil crear el personaje porque finalmente parte de mí.
JLD: De ustedes, como compañía, ¿cómo ha sido su evolución?
JS: Pues esta es la primera obra que tenemos como Pasajeros de Caronte; ya tenemos varios trabajos atrás pero era en un grupo que se llamaba Kiosco Teatro, en el cual también eran textos nuestros, pero bueno por cuestiones políticas, de amistad, de intereses, decidimos separarnos pero creo que todo lo que vivimos como Kiosco nos ha ayudado para que ahora salga este tipo de resultado que queremos que sea como este tipo de teatro que se llama documental –no es tan documental pero se le llama así porque parte de la historia del dramaturgo–, y queremos estar innovando, aunque esto no es el hilo negro tampoco, pero sí acercar al público a teatro contemporáneo, a teatro íntimo, y buscando también la comercialización. Entonces ha sido un proceso muy difícil porque traer a la gente al teatro es difícil pero ha sido muy enriquecedor todo, desde llegar a poner el escenario, buscar publicistas, buscar entrevistas; esto es muy laborioso pero es muy satisfactorio al final el aplauso del público, digo parece un cliché que todo mundo lo dice pero de verdad es bien bonito cuando ves la gente que te sonríe, que te aplaude, porque estando aquí al frente sí sientes los aplausos cuando lo hacen sinceramente o cuando lo hacen de “ah, bueno pues ya acabó, ya vámonos”. ¡Que también hemos tenido funciones!, digo, en teatro siempre hay funciones buenas, funciones mejores, funciones no tan afortunadas y también nos ha pasado ya, de hecho la semana pasada nos pasó: estaba lloviendo a la hora de la función, bueno antes, y llegaron así tres personas empapadas y dimos a la función con las personas que estaban así como de “¿qué está pasando, me río, no me río, no sé qué?”, y al final fue “ay, estuvo bonito pero ya vámonos”. Los comentarios fueron bonitos pero sí como que “¡uy!”. Es parte del teatro también esto.
JLD: Como Pasajeros de Caronte, ¿cuáles son sus proyectos a futuro
JS: Ahorita tenemos unas reuniones con gente de teatro que estamos teniendo los jueves en el café Expresso, que está enfrente aquí de Espacio; es invitar a alguna personalidad del teatro poblano, un maestro, un actor, que nos guste su trabajo, invitarlo a platicar, que nos cuente su experiencia, si es un dramaturgo que nos lea un fragmento de alguna de sus obras y eso es gratuito; lo que queremos con esto es acercarnos a los demás grupos, que todos los grupos sepamos quienes somos, porque, yo creo que en todos los ambientes, pero en este en particular hay de pronto mucho ego o mucha envidia, se dice “yo no trabajo con tal director porque bla bla bla, y no vayas a la obra de tal porque no sé qué”. Lo que nosotros queremos es como tratar de unirlos, es algo muy guajiro decir “todos como hermanos”, pero sí al menos conocernos, saber qué están haciendo, ir a verlos, invitarlos a que vengan a ver nuestro trabajo. Eso por un lado, y estamos trabajando en otras obras, una que se llama La delgada línea rosa, que es otro rollo, una comedia más ligera y, bueno, lo que se acumule.
JLD: Al respecto, como actor, ¿cómo sientes el ámbito teatral en Puebla?
JS: Ha crecido mucho, hay mucho movimiento teatral; está la escuela de la BUAP, aquí Espacio, está la UDLA, ya hay varias opciones. Lo difícil es encontrar un espacio donde presentarte, porque hay muy pocos: está aquí, Espacio 1900, el Teatro Principal, el Teatro de la Ciudad, que es carísimo rentarlos, y había espacios alternativos que se han ido cerrando. Está, por ejemplo, El breve espacio, que es uno, pero funciona nada más para cierto tipo de teatro, por ejemplo el teatro cabaret, pero un teatro más íntimo es difícil presentarlo porque ya se escucha la licuadora de las margaritas o el mesero pasando. Teatros, teatros, foros como tal, hay muy pocos, entonces es muy, muy difícil, y de por sí la gente no los conoce, entre menos haya, peor. Y a veces la difusión es bien difícil, porque desgraciadamente es una verdad, no sabemos vender nuestro trabajo los actores, cada quien está enfocado en lo suyo y lo que más tenemos es lo más cercano, póster, tarjetas y ya; pero es difícil contactarnos con personas para, no sé, periódico, bla, bla, bla. Es difícil pero hay mucho talento. También mucho ego, en todos lados hay mucho ego, pero creo que últimamente como hay mucho movimiento y tan poco público que no nos ha quedado de otra que estarnos rolando público, y el mismo público lo hace.
JLD: Para finalizar, dos preguntas: ¿cómo fue diseñar el escenario, por ejemplo, las hojas que tienen de fondo?, y ¿porqué se llama Honey Bunny?
JS: La primera; originalmente, como decimos en la obra, sí estaba planeado con ventiladores y el mar y la pantalla, fue cierto; sí nos detuvimos por el dinero pero no fue lo que dio el pie para cambiar de escenografía. En la postal hay una frase que me gustó mucho, “para qué escribe uno si no es para juntar sus pedazo”; cuando estábamos montando la obra dijimos “para qué tanto espectáculo si lo que queremos es que te escuchen, que se identifiquen y que vivan contigo, que naveguen contigo”. Es muy fácil apoyarte en esos elementos como es el atardecer en una pantalla, pero era también un reto que me puso el director como actor: “tú los vas a llevar, tú vas a crear la ficción”, y, bueno, lo de las hojas se fue dando poco a poco, como “los pensamientos atrás, y si hay hojas, entonces también que el mar sea un mar de ideas”. Fue así que cambiamos. Y Honney Bunny, la verdad no sabía cómo ponerle a la obra, se me ocurrían títulos como Navegando en el destino y cosas que decía no, no, buscaba algo que fuera llamativo, que la gente se pregunte qué es eso, porque a la mejor con Navegando hacia tu destino es de “ay, es un dramón”, entonces dije “le voy a poner nombre a la embarcación”, y estaba escuchando una canción que se llama Honey Bunny, y así, nada más por eso, esa canción me gustó. Dije, pues Navegando en el Honey Bunny. Llegué y le pregunté a un amigo “oye, ¿te parece el título?”, “ay, no, está bien feo”, pero me gustó a mí. Porque me dijo eso, “nadie le va a entender” y yo “ah, bueno”. A la mejor nadie le entiende, a lo mejor alguien va a querer saber qué es. Así fue.